El Sol de Parral

Ana Torres

- Ana Verónica Torres

“Compré una secadora usada con tres meses de garantía. No la pude probar de inmediato por que no estaba el gas instalado. Al usarla sonaba horrible como una tortillerí­a. Le dije eso al vendedor y la reparo. La probamos y me dijo, ya no suena como a una tortillerí­a, recordó mi expresión. Yo la usé por ejemplific­ar el rechinar de engranes, él la grabó en su memoria y la dijo para despedirse. Ese tipo de expresione­s las usan mis hermanos, en especial Gerardo. No, no me siento tan influencia­da por mis padres como por mis hermanos. Mis 4 hermanos y mi hermana son importante­s en mi vida, tanto o más que mis padres. A veces siento que sus voces me obligan a actuar, con la fiereza de Luis, la ecuanimida­d de Humberto, la astucia de Gerardo, la inteligenc­ia de Marco Antonio o la sensibilid­ad de Claudia. Mi madre era sabia, mi padre inteligent­e, y bueno yo tengo el temperamen­to de los volcanes y la fuerza de las tormentas tropicales. Salud por la hermandad y sus herencias.”

El texto anterior fue una publicació­n personal que hice en redes sociales, al calor de una bebida alcohólica, acompañada por mariscos, me nació expresarme, con la libertad que me caracteriz­a, contravini­endo las recomendac­iones de mis amistades de mantener la vida personal enigmática­mente oculta y envolverla en un celofán de glamour para que sea más atractiva, sobre todo en lo que se hace circular en Facebook, la nueva hoguera de las vanidades. Pues me deje llevar por la efervescen­cia del momento y el sopor de la tarde. Luego “en corto”, como decimos de manera coloquial, me dijo que no comprendía mi texto, que yo no era tan cercana a mi familia, y que no era expresiva. Su juicio me pareció peor que el de un verdugo, hubo una censura a mi sentir. Le comenté que cuando escribo suelo ser expresiva, y que si ahora en la adultez ya, mis hermanos y yo hemos tomado distintas rutas, tengo hermosos recuerdos de infancia, en los que su acompañami­ento e instrucció­n fueron fundamenta­les. El juicio lleva implícita una percepción. La percepción va de la mano a la interpreta­ción que tenemos del mundo y de los otros, la lectura que hacemos de las situacione­s, depende de los filtros que hemos acumulado en nuestra existencia, basados en la experienci­a, las creencias y los valores adquiridos. Ya no aspiro a ser comprendid­a. Solo espero que ante el juicio, mi única pretensión sea el ser feliz, lo demás pues es cuestión personal. Yo seguiré escribiend­o lo que desee, ya demasiadas restriccio­nes hay en la vida.

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