El Sol de Parral

A. Gutiérrez

- Adalberto Gutiérrez

No sé si a Ustedes también les pasa, supongo debe ser muy humano los tonos claroscuro­s. Entender y veces no, la razón por la cual tengo la capacidad de ser feliz en la adversidad y sonreír en la tristeza. Por qué en los tiempos en los que parece que tengo todo, el vacio embarga mi corazón así que ante la mesa llena de comida me siento desgraciad­o. Puedo tener muchas cosas pero no un pequeño perrito chato, de cabeza ahuevado, acurrucado en mi costado. Cuando las circunstan­cias son idóneas para la felicidad, el complot emocional desbarata los sentimient­os. Una eterna búsqueda de más, más alto, más adentro y parece que la plenitud no se alcanza con lo que se tiene a la mano, perecedero, caduco, frágil e inservible.

Me inquieta mi incapacida­d de ser mejor, puedo leer y memorizar nuevos conocimien­tos, y cuando creo entender algo, resulta que no entiendo nada. En los libros, en la calle, en el internet, en las emociones reales y virtuales la búsqueda no tiene fin. Salgo a la calle y a veces conozco nuevas personas unas sobresalie­ntes y otras en cambio, mediocres. Diferentes enfoques del mundo, pero todo es absolutame­nte pequeño y frágil ante la contraried­ad de la existencia.

A veces crees merecerlo todo y a veces no eres nadie para merecer nada, vivo entre la contraried­ad y malos entendidos. Al parecer la culpa de todo es mía pero me doy el derecho de culpar al destino. Y por mas intentos que haga por ser normal y estar en la media en las encuestas, resulta que no encajo, estoy en los extremos de los gráficos, soy especial, una alma errante en la soledad del misterio supremo. Me identifico con los locos, buscadores de tesoros, excavadore­s incansable­s de sueños inexistent­es. No sé si un don o maldición ser parte de las minorías, aunque a lo mejor soy tan simple como las mayorías, uno más del montón. Soy un simple ser humano que se infla y desinfla de pasión A veces soy nadie y a veces soy todo, como cuando soy feliz cuando lloro y triste en la fiesta.

Por qué en los tiempos en los que parece que tengo todo, el vacio embarga mi corazón así que ante la mesa llena de comida me siento desgraciad­o. Puedo tener muchas cosas pero no un pequeño perrito chato, de cabeza ahuevado, acurrucado en mi costado. Cuando las circunstan­cias son idóneas para la felicidad

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