PARA SABER
Paty es reconocida por sus más de 20 cruces en los mares de México y el mundo.
“En cada travesía logras que muchas personas puedan beneficiarse con lo que estás haciendo, y parte del miedo es no lograrlo, porque no le cumples a todos esos chiquitos que están esperando un trasplante de médula, o una computadora para seguir estudiando y fallar porque también representas a este gran país, es parte de esa magia”.
Luego de los retos que se ha impuesto, un lugar le ha llamado poderosamente la atención.
“El Mar de Cortés, es un lugar mágico, el acuario más grande del mundo, y donde creo que mejor me ha tratado el mar, es muy parecido al Canal de la Mancha, donde hicimos entrenamientos intensos para poder llegar allá. Llevo más travesías con causa que sin causa, y la razón de las cosas es que encontré un motivo más, el porqué vale la pena tratar de llegar al otro lado”.
“La vida nos puso enfrente a los niños y empezamos a nadar por trasplantes de médula; luego los mismos niños nos dijeron, ‘oye, en México existe pobreza alimentaria extrema’. Hay niños que sólo comen una tortilla cada 48 horas; y no estás en África, estás en México, esto pasa a cinco horas de mi lugar de entrenamiento, que está en el Nevado de Toluca”, asevera.
Ver tal situación en los niños orilló a Paty a buscar la manera de apoyarlos de forma consistente y efectiva.
“Empezamos a hacer las campañas de ‘Una brazada, una sonrisa’, y fue gracias a esa campaña que beneficiamos a más de cuatro mil niños que padecen esta situación.
Creo que parte de esa magia es evidenciar al gobierno de tu país que eso existe, que tenemos que poner ahí los ojos y que la única forma de bajar la estadística es sumando, porque en muchos aspectos, más en los aspectos de salud, las cifras ya nos rebasaron, y parte de hacer conciencia es tener en cuenta que a lo mejor nos tenemos que mover de lugar, salirnos de nuestra zona de confort”, comenta.
“A lo mejor yo sí tengo que crecer como ser humano para empezar a ver cosas que antes no había decidido ver, porque si no volteamos a esas causas tarde que temprano posiblemente lleguemos a tener que modificar el estilo de vida que tenemos porque no podemos pretender vivir en un país con igualdad si tú no eres parte de esa igualdad”, agrega Patricia Guerra.
En la última travesía que hizo la nadadora benefició a niños ciegos o débiles visuales que necesitaban computadoras para poder integrarse a los tiempos de la actual tecnología, algo que fue todo un reto para ella.
“Siempre he dicho que cuando estás preparado la vida te pone las cosas enfrente, y cuando quieres ir hacia adelante y tienes muy claro el objetivo, se dan las cosas”.
Como atleta que es, Paty tiene un físico fuerte, pero no es muy alta (1.67), sin embargo, en cada travesía se enfrenta al mar con la finalidad de conseguir ese objetivo, eso es algo que le impone, incluso, le da miedo.
“El miedo es parte de los seres humanos y negarlo es negar parte de tu historia y negar parte de lo que tienes y de lo que quieres hacer, cuando tú decides entra a nadar una travesía tienes que entrar con todos los riesgos, y ahí también está el miedo.
“Siempre he creído que en el momento que tú aceptas que eres vulnerable en algún sentido tratas de minimizar todos los riesgos y cuidar todos los detalles, así es como el miedo lo transformo en una fuerza poderosísima para ir hacia adelante, lo tomo como mi aliado, siempre lo he tenido presente del lado derecho de mi cerebro y hace que al final del día minimice los riesgos y que sepa que del otro lado está mi familia, mi pareja, mi hijo Daniel y que por eso vale la pena minimizar esos riesgos, pero el miedo siempre está ahí”, confirma.
Para la nadadora, “servir es lo más importante. Y cuando decimos servir apelamos al sentido más profundo de la palabra”.
Por eso, Paty consigue las aportaciones para las personas que ayuda, literalmente, brazada a brazada. En cada cruce que realiza, convoca a través de redes sociales, medios de comunicación, las organizaciones beneficiadas y la misma Fundación KIO, que ella preside.
En sus campañas, “vende” cada brazada en 50 pesos a través de depósitos bancarios. La respuesta siempre es rápida y generosa. Hay personas que compran hasta 500 brazadas, sobre todo cuando se trata de ayudar a los niños con problemas de alimentación.