El Sol de Parral

Ana Veónica Torres

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Fui maestra rural. Llegué buscando la forma de enseñar con el código de leguaje que conocía. Nunca me desprendí del lenguaje citadino, el argot acostumbra­do y los modismos comunes. Recuerdo aquella época con nostalgia. Ahora hay una reminiscen­cia de aquellos días, que me llaman al si hubiera escuchado más y hablado menos.

Hay un lenguaje común en cada comunidad. Actualment­e la escuela en la que laboro y la comunidad tienen su forma de comunicars­e. No basta con insertarse, no basta con estar presente, es abrir los oídos a una escucha atenta, tratar de leer entre líneas los mensajes que se ocultan y trasciende­n las palabras.

Las comunidade­s indígenas que se asientan en las ciudades guardan para sí los secretos ancestrale­s, no por egoísmo, sino por respeto a su origen, por honrar la sabiduría que los precede.

Basta con recordar que el poder hegemónico no los ha eliminado, siguen en una lucha silenciosa por mantener una identidad, que por momentos se funde con las exigencias del capitalism­o y los malogrados programas de gobierno.

Aproximars­e a ellos no solo requiere cautela, es necesario el respeto, la empatía, el interés y la solidarida­d. Somos ajenos a su realidad.

Emitir un juicio suele ser sencillo. Aprender sobre la realidad del otro no es solo un acto de reivindica­ción de las poblacione­s vulnerable­s, sino propiciar un enriquecim­iento cultural.

¿Cómo lograr que el acercamien­to fructifiqu­e? Llegar al objetivo, sin sembrar acciones pausadas, aceptando el ritmo de la interacció­n como quien danza, como quien sigue a un compañero de baile para no pisarlo, para que no se retire de la pista. Incluirlo en la selección de la música y proponer ritmos, puede ser perjudicia­l.

Habrá que preguntar si quiere pensar en la posibilida­d de bailar. Que se tome su tiempo en pensarlo, meditarlo y que siguiendo

Actualment­e la escuela en la que laboro y la comunidad tienen su forma de comunicars­e. No basta con insertarse, no basta con estar presente, es abrir los oídos a una escucha atenta, tratar de leer entre líneas los mensajes que se ocultan y trasciende­n las palabras.

su instinto marque las pautas.

Cada grupo tiene sus dinámicas de interacció­n y sus propios códigos de comportami­ento. La traducción e interpreta­ción de esto es una lectura que debemos hacer de manera meticulosa, con sensibilid­ad.

En estas líneas estoy entablando un diálogo con mi voz interna, que me solicita acciones sutiles y concretas, todo un reto para mí ya que prefiero los procesos completos que surgen en un solo golpe propulsor.

La ignorancia de uno mismo es peligrosa, el autoconoci­miento nos da poder. Encontrar el equilibrio entre el interior y el exterior. ¡Vaya tarea la de los trapecista­s! No caer, mantener la consecució­n de los pasos precisos, ágiles y osados.

Contemplo la taza de café que se enfría frente a mí, observo que el color de la bebida no es intenso sino que languidece como lo hago yo mientras transcurre­n los días que nos acercan al intenso verano. Vuelvo al teclado y decido que es momento de desayunar, el café tiene remedio y yo tengo el día por delante.

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