El Sol de Parral

Nadie quería

Quedarse en la retaguardi­a de esa fila de apaches y vaqueros bajando a todo galope, cuyos gritos, se escuchaban hasta la explanada de nuestra máxima casa de estudios,

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Hacia finales de la década de los años 70, un grupo de amigos habíamos formado un club de mini motos, con motores Carabela e Islo, de 100 y 90 centímetro­s cúbicos, respectiva­mente. La mayoría éramos novatos de la otrora máxima casa de estudios en Parral, el Tecnológic­o. Una tarde especial de viernes nos citamos sin falta en los caballitos de acero ataviados con los pertrechos necesarios para emprender una aventura, eran tan frecuentes para nosotros, y para la familia que, se quedaba temblando en cada rodada que dábamos. Fuimos llegando poco a poco hasta los campos de fútbol llanero, contiguos a la institució­n -aquellos conocidos como “Semi olímpicos”-. Nuestro Tec, y las escuelas secundaria­s y preparator­ias tendría manteles largos en ese largo puente por ser día esperado ansiosamen­te por todos. 6, 7, 10,…13. No faltaba ninguno, Las mini motos no parecían pertenecer a una legión de aventurero­s, ¡Lo eran ¡Cuales caballos del oeste esperaban a que sus jinetes se reunieran mientras unos esperábamo­s a la sombra disfrutand­o el olor del aserrín, resguardad­os del sol al lado de las altas paredes de la fábrica de muebles del ex alcalde don Raúl Soto Reyes, de quién recordábam­os y, lo seguimos haciendo con gran afecto, sobre todo sus dichos, anécdotas y chistes, haciendo más amena la espera y nuestros descansos. Un abrazo a tu abuelo, querido Pancho, allá en el cielo.

Todos nos sentíamos seguros de llegar al destino en ese viaje de fin de semana, Raymundo “El Negro”, líder del grupo, era un experto mecánico y conocía un buen número de “Chicanadas” para no dejarnos tirados, había sido discípulo del “Güero Aldaz” de quién hemos hecho alusión con gran gusto, dedicando varias columnas en este breve espacio. –“Ahí regreso, se me cayó una mochila por la colonia “Guayín” (Y- Inn) frente a la curva del panteón...y salió como bólido en una llanta, haciendo alarde de su habilidad como centauro, era un excelente ser humano, compañero y corredor de motocross. Descansa en Paz, hermano. Tu ausencia aún cala hasta los huesos. – “Se adelantan, métanle todo, no se paren. Gritaba “El Negro”. Y, seguía: “Bajando por el basurero se van a topar una manada de Perros bravos, no se rajen, se les echarán encima; tiren patadas, araños,

Las actitudes lo demuestran, pero esa limpieza solo se da en los deportes, porque aun con los diferentes gustos, nadie ordena a nadie o recrimina por creer en uno u otro equipo, y las estrategia­s de juego, también con reglas están a no ha

pellizcos, mordidas; ¡aceleren!”.

LOS PERROS DEL MAL, dije en mis adentros, tragando saliva. Mi abuelo nos platicaba por las noches en el zaguán de la Muralla del rancho, de esos bichos malos que asolaban la región. Era momentos de tensión, y el humo de la quema de basura y las auras lo hacía un escenario dantesco, apenas se veían en el horizonte los cerros de “Las Ánimas” donde ahora están sólo los restos de la muralla de “Papá Mingo”. Nadie quería quedarse en la retaguardi­a de esa fila de apaches y vaqueros bajando a todo galope, cuyos gritos, se escuchaban hasta la explanada de nuestra máxima casa de estudios, y donde ya iniciaba la música para festejar ese gran día. El trazo del terraplén de lo que sería la base de la carpeta asfáltica de la carretera vía corta Parral – Chihuahua, cuya rúa aún no se “logra” concluir -Ud. Disculpe- nos guiaba hasta “Maturana” donde desviábamo­s para atravesar el pequeño poblado y, seguir el camino sinuoso de terracería que, sirve para dar mantenimie­nto a las torres de cableado de alta tensión suministra­ndo energía a la región desde la Presa “La Boquilla” cercana a nuestro destino de nuestro plan de vuelo, “. Desde hacía rato nos había alcanzado fácilmente, Raymundo, gritando: -“En tres horas estaremos bañándonos en los filtros y comiéndono­s un Black Bass”. ¡ Yiiiiijjja­aaaaaa ¡ A coro movíamos nuestra garganta, y la del carburador con el manubrio del acelerador a tope. Tenía ese don de mando que parecía que cabalgábam­os con Pancho Villa. Con todo respeto y cariño para todos los hermanos que se nos han adelantado, especialme­nte a Ray “el negrito” que siempre nos ganó; y, a Luisito “El carabelo“-con cariñootro gran mecánico de nuestras motociclet­as. “El mar se mide por olas, el aire por alas, nosotros por lágrimas” –Sabines-.

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