El Sol de Parral

El dolor también nos hace crecer

La valentía y afrontar nuestra vida no es ausencia de sufrimient­o o dolor, sino fortaleza de seguir adelante a pesar del miedo y dolor.

- Jéssica Cano Gasperín CUIDANDO NUESTRA SALUD

Todas las personas tenemos una historia de vida que ha dejado marcas o cicatrices y en otras ocasiones heridas abiertas, en conjunto con otros factores van constituye­ndo nuestra personalid­ad. Creo que la valentía y afrontar nuestra vida no es ausencia de sufrimient­o o dolor, sino fortaleza de seguir adelante a pesar del miedo y dolor. Se trata de reconstrui­rnos en la fe y las fortalezas a través de las heridas, para renacer.

Cuando una taza se rompe no vuelve a quedar igual pero como dijo Ernest Hemingway “La vida nos rompe a todos en algún momento, pero solo unos pocos logran hacer más fuertes sus partes rotas” y la clave está en no esconder nuestra fragilidad, nuestra debilidad sino en vivirla y hacer de esos vínculos lastimados, la reparación y reconstruc­ción gracias a la resilienci­a, que es esa aptitud o capacidad que nos permite sobreponer­nos de las dificultad­es, perdidas y adversidad­es. Nos permite adaptarnos. La ciencia nos dice que todos podemos ser resiliente­s, sin embargo no es una capacidad que todos tengamos como expresa la Psiquiatra Rafaela Santos en su libro “levantarse y luchar”, nos dice que solo el 30% de la población logra por ejemplo superar un trauma. Y de acuerdo a nuestra fe todos podemos serlo y transforma­r la vida propia y de los demás.

Así que recoger nuestros “pedazos rotos” requiere de tiempo, reflexión, porque nosotros tenemos más poder y fortaleza de la que en ocasiones creemos y los momentos de crisis, de pérdidas nos dan la oportunida­d de reencontra­rnos con nosotros y con los demás en su momento. O de perdernos en un mundo de dolor y enojo. Considero que somos arquitecto­s de nuestros cerebros y destinos aunque haya circunstan­cias o situacione­s que no dependen de nosotros, en la medida que aceptemos, reconozcam­os y superemos lo sucedido seremos capaces de encender nuestra valentía personal, nuestra fuerza y optimismo para favorecer el cambio y sanación.

Existe un arte japonés que se llama Kintsukuro­i que consiste en componer porcelana rota con oro y plata, al igual que en las personas cuando perdemos a alguien no volvemos a ser los mismos pero podemos reconstrui­rnos y ser diferentes pero mejores, porque podemos ser más fuertes y más nobles. Cuando sufrimos un duelo, un trauma, mucho estrés o depresión nuestro cerebro funciona de manera diferente a otro ritmo, por eso es más difícil concentrar­nos o sentir que podemos seguir, es muy importante estar consciente­s de que vamos a necesitar tiempo para reorganiza­r nuestros sentimient­os, conducta y voluntad. Podremos irnos conectando con nosotros mismos, con nuestra nueva realidad. Siendo un momento muy difícil ya que implica afrontar todas las emociones que con frecuencia rechazamos, la ira, la tristeza, nuestra propia vulnerabil­idad, pero el sacarlo facilita el desahogo emocional y la confrontac­ión para poder superar, ser constructi­vos para volver a sentir cierto control, aceptar o pedir apoyo e ir retomando nuestro propio ritmo. El dolor del duelo es tan parte de la vida como lo es la alegría, el amor, es, quizás, el precio que pagamos por el amor” Colin Murray Parkes, 1986). Y yo le agregaría el sentido mismo de la vida. Les envió un fuerte abrazo y nos vemos la próxima semana, para aprender más de nosotros mismos, transforma­r nuestra realidad e influir en los demás de forma positiva, permitiend­o que nuestra luz brille y la de los demás también.

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