El Sol de Parral

El anhelo para esta Navidad es recibir un regalo

Entre el bullicio del barrio resuenan las risas y juegos de las pequeñas mientras platican

- LUIS MURILLO

3 NIÑAS

narran sus historias y destacan la posibilida­d de que la Navidad llegue a sus hogares

8 Y 11 AÑOS

tienen y a su corta edad conocen las condicione­s de vulnerbili­dad en que transcurre la vida en su vecindad

En una vecindad ubicada en la calle “Manuel Valles” de la colonia PRI, residen las tres pequeñas cuyos padres no cuentan con la posibilida­d de cubrir los gastos de esta navidad. Georgina, Adilene y Lidia tres pequeñas de 8 y 11 años, que entre los obsequios que le encargaron a Santa este año están una muñeca para peinar, un patín y una cocinita.

En el bullicioso barrio donde las calles resuenan con risas y juegos se encuentran Georgina, Adilene y Lidia, tres pequeñas, dos de ellas de 8 y una de 11 años, quienes comparten sus sueños y expectativ­as para la Navidad. Entre risas y juegos, se revelan los deseos que aguardan en sus corazones infantiles.

“Le voy a pedir a Santa unos patines”, comenta una de las niñas, mientras otra de ellas piensa en una muñeca o tal vez una cocinita. La conversaci­ón se tornó animada, entre risas y exclamacio­nes, delineando las ilusiones que adornan la temporada navideña.

La entrevista, realizada por el personal de esta casa editora, exploró los anhelos de otros niños en el vecindario. Un patín, muñecas, juguetes, cada respuesta es un destello de inocencia que resalta en estos días festivos.

Se descubre que una de ellas quiere ser policía y otra militar. Entre risas nerviosas y confesione­s, los sueños de las pequeñas se entretejen con las realidades familiares. La ausencia de los padres por trabajo, el tiempo limitado con ellos y las responsabi­lidades asumidas por la abuelita y su madre, pintan una imagen más profunda de la vida cotidiana.

Las rutinas maternas, las luchas económicas y las realidades familiares emergieron en la charla con las pequeñas que no logran dimensiona­r el entorno en que les tocó crecer y servirá para su construcci­ón de la realidad en un futuro.

En la pintoresca vecindad de la calle Manuel Valles, en la colonia PRI, las luces destellan y el espíritu navideño se entreteje con las historias de quienes llaman hogar a este rincón de la ciudad. Entre los residentes de esta comunidad, destacan tres pequeñas, Georgina, Adilene y Lidia, cuyas miradas rebosan de sueños y esperanzas en esta temporada festiva.

NAVIDAD Y DESAFÍOS ECONÓMICOS

En este vecindario la Navidad se presenta con desafíos económicos para las familias de estas tres niñas. Sus padres, enfrentand­o limitacion­es financiera­s, no pueden asegurar la abundancia de regalos bajo el árbol. A pesar de ello, la magia de la Navidad persiste, y las pequeñas Georgina, Adilene y Lidia mantienen viva la llama de la ilusión.

Con edades comprendid­as entre los 8 y 11 años, estas niñas comparten sus deseos con Santa Claus, expresando sus anhelos más sinceros. Entre las peticiones que enviaron al Polo Norte, se encuentran una muñeca para peinar, un patín y una cocinita. Estos modestos regalos representa­n mucho más que simples objetos; son símbolos de la inocencia y la imaginació­n que florecen en el corazón de la infancia.

En medio de las estrechece­s económicas, la solidarida­d comunitari­a se erige como un pilar fundamenta­l. A través de sus voces, se revela una historia de resilienci­a y amor, donde la falta de recursos no opaca la luz de la esperanza.

Algunas casas, marcadas por el desgaste del tiempo, sirven como testigos silencioso­s de las vidas que albergan. Las paredes de colores desvaídos no pueden ocultar las historias que se despliegan en cada rincón de esta vecindad. Desde sus ventanas, se asoma la realidad cruda de aquellos que se enfrentan a la vulnerabil­idad diaria.

En este escenario, las familias de la vecindad luchan contra la adversidad. La falta de recursos económicos se manifiesta en la escasez de oportunida­des, en las paredes agrietadas que intentan sostener sueños y esperanzas. La sombra de la pobreza se cierne sobre cada puerta, pero dentro de estas humildes moradas, late un palpitar de resistenci­a y perseveran­cia.

Caminar por el pasillo es adentrarse en un mundo donde la vulnerabil­idad es la constante, pero también donde la solidarida­d se erige como un faro de luz. Los vecinos, consciente­s de las dificultad­es compartida­s, se brindan apoyo mutuo. Cada gesto de amabilidad, cada sonrisa intercambi­ada entre puertas entreabier­tas, es un recordator­io de la fortaleza de la comunidad que florece incluso en terrenos adversos.

Los niños juegan en patios modestos, donde la creativida­d supera la falta de juguetes. Las madres, con rostros marcados por la lucha diaria, se esfuerzan por mantener un hogar cálido y acogedor. Los padres, a pesar de los trabajos precarios, siguen adelante con la esperanza de un futuro mejor para sus hijos.

La vecindad también es un lugar de resilienci­a. Cada atardecer, la comunidad se une para compartir anhelos y sueños...

Las rutinas maternas, las luchas económicas y las realidades familiares emergieron en la charla con las pequeñas que no logran dimensiona­r el entorno en que les tocó crecer

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/ JAVIER CRUZ En esta temporada renace el deseo por tener un regalo o un juguete.

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