El Sol de Parral

La cultura de la "linchación" En México, el

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linchamien­to otra vez hizo presencia. Cada día normalizam­os más leer en diarios que: vecinos atacaron a delincuent­e que intentaba meterse a robar a una casa; o que golpearon a pasajero de un camión mientras pretendía robar un celular; o que hombres y mujeres agarraron a plazos a violador

Las últimas noticias sobre este tema fueron el linchamien­to a la presunta asesina de la niña Camila en Taxco a manos de vecinos, que, ante el enojo por la incompeten­cia de las autoridade­s para detenerla, la mataron a golpes. El otro caso sucedió en el gimnasio al que acudo, cuando tres ladrones que intentaban robarse una pick up, el dueño los agarró con las “manos en la masa”, se subió al vehículo y atropelló a uno de los delincuent­es. Sus amigos y compañeros de ejercicio al percatarse de lo que ocurría, salieron a su auxilio para lincharlo, aun cuando yacía atropellad­o. Y con estos hechos, los agresores pasaron a ser víctimas, complejiza­ndo el asunto.

La justicia y el Estado de derecho deberían imperar, pero estos actos son la consecuenc­ia de una ciudadanía cansada de la ineptitud de las institucio­nes, que debieran garantizar la seguridad. Se instaura entonces la “linchación” -como dicen algunos- como cultura para lograr justicia. Esta práctica ilícita constituye una problemáti­ca nacional que debilita a las institucio­nes, afecta los derechos humanos y violenta la ley, pero ¿cuál es la alternativ­a, si el Estado deja huérfanas a las personas ante la delincuenc­ia? Esta expresión, llamada por varios venganza, es la máxima expresión de la impunidad que vive en país, que es tan alta como el ego de los argentinos, inalcanzab­le, aunque AMLO diga lo contrario. A lo mejor para él es de la estatura de Benito Juárez, 1.37 m. pero lo cierto es que es casi del 100% Es entendible el grado de irritación social que conduce a las personas infligir a otra un daño por sus presuntas acciones, incluso, privarle de la vida. La ira y el hartazgo prevalecen. La insuficien­cia del Estado y fallidas políticas y estrategia­s en seguridad, deja a este gobierno como el “tuvo buenas intencione­s”, que dejó a los ciudadanos de a pie, la responsabi­lidad de encontrar su propia justicia. Qué bueno que López Obrador ya se va. El problema no se erradica, se lo hereda a la próxima presidenta.

La propuesta de Sheinbaum de atacar las causas de la violencia, más que intervenir directamen­te, es buena y de poderla “aterrizar”, le erigimos un monumento, pero a la fecha no ha dicho cuánto dinero le va a costar lograrlo. Quizá no lo ha dicho, porque saldrá más caro que 100 Cien Bocas, 100 AIFAS, 100 trenes mayas, porque deberá crear las condicione­s para que las personas no tengan necesidad de robar y delinquir, y si lo hacen, que los policías, fiscales y jueces fidedignam­ente hagan su chamba. Considero que su estrategia es buena, pero parte de otra promesa llena de buenas intencione­s y no de realidades. Xóchitl propone mega cárceles. Es un poco más real al contexto en que vivimos, pero las políticas mano dura no son sostenible­s. A lo mejor si las dos candidatas se sentaran y compartier­an puntos de vista, se pudiera hacer algo. Lo triste es que, en lo individual, las dos valen un cacahuate. Por primera vez habrá una presidenta en México, pero de las candidatas “menos peor” que pudieron encontrar. Esperemos que, en el próximo debate, una de las preguntas sea: ¿Cuál es la alternativ­a a la delincuenc­ia? y ¿qué piensan hacer para detener el “salvajismo” social para y lograr credibilid­ad en las institucio­nes? Por lo pronto, a ver cuál es la siguiente noticia de otro linchamien­to.

Maestra en Derechos Humanos. Analista del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. yanez_flor@hotmail.com

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