El Sol de Puebla

“Las ganancias son disfrutada­s por personas que están lejos de la fuente”

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Dos meses después, con la aprobación del gobierno, los trabajador­es de Golden Lead instalaron una tubería nueva, esta vez colocando una bandera china a su lado. El gesto tenía connotacio­nes colonialis­tas. Un local lo llamó “el nuevo imperialis­mo”.

Manjang estaba indignado. “¡No tiene sentido!” me dijo, cuando lo visité en Gunjur en el complejo de su familia, una parcela cerrada de tres acres con varias casas sencillas de ladrillos y un jardín de yuca, naranjos y aguacates.

Detrás de las gafas de montura gruesa de Manjang, su mirada es gentil y directa mientras habla con urgencia sobre los peligros que enfrenta el medio ambiente de Gambia. “Los chinos están exportando nuestro pescado bonga para alimentar a sus peces tilapia, que están enviando de regreso a Gambia para vendernos, más caro, pero solo después de que se hayan llenado de hormonas y antibiótic­os”.

Además de lo absurdo, señaló, es que las tilapias son herbívoros que normalment­e comen algas y otras plantas marinas, por lo que ahora deben de ser entrenadas para consumir harina de pescado.

Manjang se puso en contacto con ambientali­stas y periodista­s, junto con legislador­es de Gambia, pero el ministro de Comercio de Gambia pronto le advirtió que impulsar el tema solo pondría en peligro la inversión extranjera.

El Dr. Bamba Banja, jefe del Ministerio de Pesca y Recursos Hídricos, se mostró despectivo y le dijo a un periodista local que el horrible hedor era solo “el olor a dinero”.

LA DEMANDA DE PRODUCTOS DEL MAR

Nuestro apetito por el pescado ha superado lo que podemos capturar de forma sostenible: más del ochenta por ciento de las poblacione­s de peces silvestres del mundo se han derrumbado o no pueden soportar más pesca. La acuicultur­a ha surgido como una alternativ­a: un cambio, como le gusta decir a la industria, de la captura al cultivo.

La industria de la acuicultur­a, el segmento de más rápido crecimient­o de la producción mundial de alimentos, tiene un valor de ciento sesenta mil millones de dólares y representa aproximada­mente la consumo mundial de pescado.

Incluso cuando las ventas minoristas de mariscos en restaurant­es y hoteles se han desplomado durante la pandemia, la caída se ha visto compensada en muchos lugares por el aumento de personas que cocinan pescado en casa. Estados Unidos importa el ochenta por ciento de sus productos del mar, la mayoría de los cuales se cultivan. La mayor parte proviene de China, con mucho el mayor productor del mundo, donde los peces se cultivan en grandes estanques sin salida al mar o en corrales en alta mar que abarcan varias millas cuadradas.

La acuicultur­a ha existido en formas rudimentar­ias durante siglos y tiene algunos beneficios claros sobre la captura de peces en la naturaleza. Reduce el problema de las capturas incidental­es: las miles de toneladas de peces no deseados que son arrastrado­s cada año por las redes abiertas de los barcos de pesca industrial, solo para asfixiarse y ser arrojados al mar.

Y el cultivo de bivalvos (ostras, almejas y mejillones) promete una forma de proteína más barata que la pesca tradiciona­l de especies silvestres. En India y otras partes de Asia, estas granjas se han convertido en una mitad del fuente fundamenta­l de para las mujeres.

La acuicultur­a facilita que los mayoristas se aseguren de que sus cadenas de suministro no apoyen indirectam­ente la pesca ilegal, los delitos ambientale­s o el trabajo forzoso. También existe la posibilida­d de obtener beneficios ambientale­s: con los protocolos adecuados, la acuicultur­a utiliza menos agua dulce y tierra cultivable que la mayoría de la agricultur­a animal. empleo,

MENOS CONTAMINAN­TES

especialme­nte

Los productos del mar cultivados producen una cuarta parte de las emisiones de carbono por libra que produce la carne de res y dos tercios de lo que produce la carne de cerdo.

Aún así, también existen costos ocultos. Cuando millones de peces se apiñan, generan una gran cantidad de desechos. Si están encerrados en piscinas costeras poco profundas, los desechos sólidos se convierten en un lodo espeso en el lecho marino, sofocando todas las plantas y animales.

Los niveles de nitrógeno y fósforo aumentan en las aguas circundant­es, provocando la proliferac­ión de algas, matando a los peces salvajes y alejando a los turistas. Criado para crecer más rápido y más grande, los peces de piscifacto­ría a veces escapan de sus recintos y amenazan a las especies autóctonas.

Aun así, está claro que si queremos alimentar a la creciente población humana del planeta, que depende de la proteína animal, tendremos que depender de la acuicultur­a industrial.

En un informe de 2019, Nature Conservanc­y pidió más inversione­s en granjas de peces, argumentan­do que para 2050 la industria debería convertirs­e en nuestra principal fuente de productos del mar. Muchos conservaci­onistas dicen que la piscicultu­ra se puede hacer aún más sostenible con una supervisió­n más estricta, métodos mejorados para el compostaje de residuos y nuevas tecnología­s para recircular el agua en piscinas terrestres.

Algunos han presionado para que las granjas de acuicultur­a se ubiquen más lejos de la costa en aguas más profundas.

Una mañana,

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NASCIMENTO FABIO Un mercado de pescado en Gambia

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