Rivera Rivera: el escenario al revés
Con la definición de candidatos en Morena y el PRIANRD para la presidencia municipal de Puebla se repetirá la contienda de 2018 entre Claudia Rivera Vivanco y Eduardo Rivera Pérez, pero en un escenario totalmente distinto que, a primera vista, le da ventaja al panista sobre la actual alcaldesa de Puebla.
Solo hace falta hacer un poco de memoria para recordar que hace tres años Eduardo Rivera se presentó como el favorito en un escenario totalmente adverso para su causa por dos aspectos que hoy pesan sobre la espalda de la alcaldesa.
El primero es que en 2018 Eduardo Rivera cargaba con el desgaste de haber sido presidente municipal en el periodo de 2011 a 2014, y aunque hubo un gobierno municipal intermedio, la figura de la reelección cayó sobre sus hombros, expuesto a lo que hizo o no hizo cuando fue presidente municipal. Hoy en día, esa responsabilidad cae sobre la figura de la alcaldesa, quien arrastra evaluaciones negativas sobre su gestión, en un periodo marcado por la inestabilidad política y la pandemia provocada por el coronavirus que puso en jaque a todos los ediles que este año buscarán permanecer en el cargo por tres años más.
La segunda y más importante es que en 2018, Eduardo Rivera tuvo que "hacer equipo" con el morenovallismo, después de un historial de desencuentros que alcanzó su punto más alto cuando el Congreso del Estado buscó inhabilitarlo a través de sus cuentas públicas.
Tras sentarse con la dirigencia nacional, Lalo consiguió la candidatura.
En ese momento mucho se rumoró sobre la posibilidad de que el exgobernador, Rafael Moreno Valle, prefiriera apoyar a Claudia Rivera para gobernar la capital, que echar toda la maquinaria a favor de un panista con el que tuvo varios desencuentros durante los primeros tres años de su sexenio.
Esta teoría quedó asentada en columnas políticas del momento, pero a tres años de distancia la única prueba que tenemos es el divorcio entre el gobernador, Luis Miguel Barbosa Huerta, y la actual presidenta municipal, a quien, una vez y otra también, le reclamó que nunca ofreció elementos para iniciar procedimientos en contra de los ex alcaldes Antonio Gali Fayad y Luis Banck Serrato.
Funcionarios panistas en la nómina de Claudia Rivera alimentaron la teoría de la traición. Hoy la historia se repite, pero en contra de alcaldesa morenista.
La exclusión del mandatario en la definición de candidaturas, incluida la de su delfín, Gabriel Biestro Medinilla en la capital, no solo abre la posibilidad de que el gobernador no opere a favor de la reelección de su partido, sino que incluso apoye a la oposición por debajo del agua.
Eso lo sabe Eduardo Rivera, quien hace tres años estuvo del otro lado de la historia.
¿O usted ha visto, leído o escuchado críticas del panista contra el gobierno barbosista? Yo tampoco.
Parece la misma historia de hace tres años, pero no lo es. Son los mismos personajes, pero en zapatos distintos.
Al tiempo.
*Donde parece que se lograron acuerdos pese a todos los pronósticos y los jaloneos internos es en el PRI, después de que el dirigente estatal, Néstor Camarillo Medina, cedió la primera posición plurinominal de las diputaciones locales (que tradicionalmente es para el dirigente), al ex candidato a diputado federal, Jorge Estefan Chidiac.
En un proceso totalmente silencioso, la dirigencia estatal logró retener a grupos y organizaciones que en el pasado decían jugar a favor del PRI, pero en los hechos lo hacían para otros partidos políticos y me refiero a la CTM y Antorcha Campesina, que consiguieron diversos espacios en diputaciones locales y presidencias municipales.