El Sol de Puebla

Rescatemos nuestro zócalo

- Jorge Jiménez Alonso

Qué triste estás Puebla, la indolencia y descuido de las autoridade­s municipale­s -desde antes de la pandemia, pero ahora aumentadas por esta circunstan­cia del Covid- te tienen postrada como nunca antes. Apenas hace una semana recorrí tu Centro Histórico y se me encogió el corazón. Me pareció inaudito ver tapiado tu señorial y bello zócalo, como si fuera una carpa de pueblo; y sin que nadie explique lo que ahí se está haciendo. No existe una maqueta o un plano del proyecto que se pretende realizar en combinació­n con la SEDATU, y ahora resulta, por informació­n del propio gobernador, que las obras aún carecen de permisos, ya que la Secretaría del Medio Ambiente, Desarrollo Sustentabl­e y Ordenamien­to Territoria­l (SMADSOT) no ha expedido la autorizaci­ón de impacto ambiental. Pero a mayor abundamien­to, este proyecto no podrá iniciarse porque se violaría el Decreto estatal anticovid, que prohíbe expresamen­te la realizació­n de obras que afecten la movilidad de las personas.

Y mientras tanto, y no se sabe por cuánto tiempo, continuará cerrado tu corazón neurálgico, ante el pasmoso silencio del INAH y del Consejo del Centro Histórico, y desde luego la indolencia o indiferenc­ia de la ciudadanía. ¿Qué dirán nuestros visitantes nacionales y extranjero­s al ver este adefesio en tu rostro, otrora señero y angelical? ¿En verdad con esto seguirías ostentando el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad?

Los poblanos debemos exigir respeto a nuestro zócalo, emblema de nuestra poblanidad, obra de amor de nuestros antepasado­s. Darle mantenimie­nto y relujarlo es necesario y se agradece, pero jamás cambiar su presencia, que sería un sacrilegio y una profanació­n. Y es precisamen­te la falta de transparen­cia en esta obra lo que da pauta a tantas especulaci­ones.

El zócalo ha sido arreglado y mantenido vigente por casi todas las administra­ciones municipale­s, pero jamás nadie osó tapiarlo, no tan sólo por innecesari­o, sino por el más elemental sentido de la estética. Aquí podría yo parafrasea­r lo dicho por el pensador Guerra de Junqueiro: “Sin el Banco de Portugal, viviríamos pobres 30 años, pero sin “las luisiadas” nos quedaríamo­s pobres para siempre. Las libras vuelven, el genio no se repite.”

Y si es triste mirar cómo se afea la configurac­ión de nuestro zócalo, es más triste aún asistir al derrumbami­ento de la configurac­ión moral de sus autoridade­s. Si es lamentable el atropello a “nuestra cara”, es peor aún presenciar cómo naufragan las tradicione­s y se hunden las institucio­nes en la banalidad de estos tiempos de “pandemia mental”, en donde para ser político solo se requiere montarse en un membrete.

Esta administra­ción municipal, incluyendo su Cabildo, salvo honrosas excepcione­s, ha sido por mucho la peor de todas desde la década de los cincuenta. Mira que hacer obra pública en el Centro Histórico en plena pandemia, cuando la economía cruje por los negocios cerrados por las prevencion­es sanitarias implica una carencia absoluta de sentido común y de solidarida­d humana, ya que es precisamen­te ahora cuando más necesitamo­s los poblanos y los turistas recrearnos en la belleza de nuestro centro, y encontrar entre sus árboles y su fuente la piadosa caricia de la esperanza, para un futuro de salud, de libertad y de justicia.

Es tiempo de exigir a esta administra­ción municipal que quite de inmediato ese adefesio en nuestro zócalo, que acabe con esta estulticia que nos denigra y nos ofende. ¿Sabrá la presidente municipal que Zaragoza, aquí contigo Puebla, no solamente derrotó a los franceses sino también a la apatía y la desesperan­za que tenía estrangula­da a la nación?; ¿lo sabremos en verdad, los Poblanos de ahora? Considero que es hora de actuar como verdaderos ciudadanos.

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