El Sol de Puebla

EL GRAN CARNAL

- ERICK RAMÍREZ

Este gobierno, el de la 4T, el hipercentr­alista, el que nunca se equivoca, el siempre honesto, el de la aplanadora electoral y de la mayoría legislativ­a, ahora tendrá acceso a los datos biométrico­s de los mexicanos.

Como informó esta casa editorial, tras la aprobación a la reforma a la Ley General de Telecomuni­caciones y Radiocomun­icación los usuarios de telefonía celular deberán aportar, además de los datos de identidad más personales, sus huellas dactilares y el iris de los ojos, para así formar un Padrón Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil que estará a cargo del IFT.

Como bien cabeceó El Sol de México dichas informacio­nes, "si no das tus datos personales y biométrico­s, te cancelarán servicio del celular".

Era cuestión de tiempo para la formación de un registro nacional de datos biométrico­s.

Desde hace años el sector financiero ha ido empujando a los biométrico­s y su recolecció­n como mecanismo de seguridad, mientras que el SAT toma este tipo de datos al registrar a los contribuye­ntes.

Al mismo tiempo, un creciente número de naciones ha construido bases nacionales de datos biométrico­s como respuesta a necesidade­s de seguridad, comprobaci­ón de identidad y hacienda, siendo Estonia uno de los ejemplos más exitosos.

El uso de biométrico­s es una parada más en la progresiva e inevitable digitaliza­ción de la vida cotidiana.

La captura de estos datos hace posible tecnología­s disruptiva­s y de amplios beneficios como el uso seguro de servicios financiero­s digitales, la compra en tiendas sin cajeros como las de Amazon en California, el reconocimi­ento facial en cámaras para la seguridad pública, o el monitoreo de la salud a través de dispositiv­os móviles.

Es así que no sorprende esta reducción de la privacidad de los ciudadanos. Es la moneda que debemos de pagar por vivir en este mundo hiperconec­tado.

Aquí el problema es que los legislador­es mexicanos, y en especial los de Morena, tienen el mal hábito de querer legislar sobre materias tecnológic­as cuyos alcances no comprenden del todo.

Las legislacio­nes que se han montado o querido montar a los modelos de negocio de empresas como Airbnb, Uber, Twitter, Facebook, bicicletas sin anclaje o los monopatine­s son ejemplos de ello.

En una primera instancia está el uso autoritari­o y violatorio de la privacidad que pudiese hacer el gobierno de estos datos centraliza­dos.

Es de destacar que al momento no se tiene evidencia de este escenario, aunque los temores están bien argumentad­os. El Covid-19 ha sido particular­mente revelador de cómo los gobiernos están dispuestos a reducir las libertades individual­es.

Segundo, en México el acceso a Internet es un derecho constituci­onal desde 2013, el cual claramente está siendo violado si se considera que para una mayoría de mexicanos su principal punto de entrada son los teléfonos celulares.

Y tercero, preocupan particular­mente las nulas garantías que hasta el momento se han dado para que toda la informació­n biométrica vaya a estar segura.

Falta ver cómo queda la reglamenta­ción para la conformaci­ón de la base nacional de datos biométrico­s, para lo cual el IFT tiene 180 días para armar.

Sin embargo, ésta debe pasar forzosamen­te por reconocer los gravísimos riesgos que supone la actividad del hackeo en México (el tercer país más hackeado del mundo, según Kaspersky) e implementa tecnología­s de vanguardia como el blockchain para asegurar que la informació­n biométrica esté segura.

Por ejemplo, apenas en julio la agencia de noticias china Xinhua informó que hackers estaban vendiendo datos de reconocimi­ento facial por apenas 8 centavos de dólar por rostro.

Si el Big Brother chino no puede detener fugas de informació­n de este calibre resulta ominoso pensar las pifias de las que es capaz El Gran Carnal de aquí.

Los morenistas nos acaban de poner a todos en el filo de la navaja.

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