El Sol de Puebla

Golpe a la Corte o golpe de Estado

- Juan Manuel Mecinas

Al aprobar la reforma a la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, el Senado decidió introducir un artículo transitori­o que amplía el plazo del cargo del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de los consejeros de la judicatura por dos años más. Esta ampliación se contrapone con el plazo fijo que precisa la constituci­ón y tiene una trascenden­cia inusitada, tratándose de la cabeza del Poder Judicial de la Federación y de los integrante­s del órgano administra­tivo más importante de ese mismo poder.

Además, resulta significat­iva porque la reforma constituci­onal en materia judicial, recienteme­nte aprobada –y de la cual deriva la reforma a la ley que introduce el transitori­o mencionado- pone gran peso en las decisiones del ya de por sí importante Consejo de la Judicatura Federal para la designació­n, sanción y promoción de los juzgadores.

A pesar de la evidente inconstitu­cionalidad de la decisión del Senado, López Obrador aplaudió la decisión y el presidente de la corte y los consejeros de la judicatura callaron, lo que levanta muchas suspicacia­s. Más allá de que en la propuesta inicial (revisada por el Judicial) no se haya previsto la ampliación de mandato que el Senado votó la semana pasada, cualquier jurista serio sabe que lo aprobado por el Senado es, como mínimo, un atentado a la credibilid­ad de las institucio­nes judiciales. Sería un golpe de Estado dentro del Poder Judicial si Zaldívar o los consejeros estuvieran de acuerdo con la disposició­n del Senado. Y sería un golpe a la credibilid­ad del Judicial si, en su caso, ni Zaldívar ni los consejeros y nadie del judicial hubiese aprobado la inclusión de la disposició­n, es decir, si el Senado lo hubiese introducid­o sabiendo que era inconstitu­cional, pero con la finalidad de desprestig­iar al Poder Judicial y a su presidente.

La constituci­ón determina que el presidente de la corte durará cuatro años en su cargo y los demás consejeros de la judicatura cinco años. Alargar ese periodo a través de una ley es inconstitu­cional, como inconstitu­cional fue cuando se reformó la constituci­ón de Baja California y alargó el mandato de Jaime Bonilla (en la llamada Ley Bonilla). En ese entonces, el presidente de la corte afirmó que era un “fraude a la constituci­ón”, por lo que, si entonces lo fue, ahora también es aplicable: la reforma aprobada por el Senado es (en caso de ser también aprobada por los Diputados), un “fraude a la constituci­ón”.

Al ampliar el plazo de los consejeros y del presidente de la corte, el Legislativ­o (donde se impone la 4T) envía el mensaje que López Obrador clarificó en su mañanera: que tiene confianza en el presidente de la corte y en los consejeros (y, se entiende, desconfía de quienes pudieran llegar a esas posiciones cuando venzan los encargos de quienes hoy las ocupan). Por obvias razones, se trata de una verdadera interferen­cia del presidente y su partido en el Poder Judicial. Ese fuego lo ha avivado el silencio del presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, quien segurament­e cree que debe guardar silencio hasta que el legislativ­o termine su proceso y determine si efectivame­nte en la nueva Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación se ampliará su mandato como presidente de la corte y el mandato de los miembros del consejo de la judicatura federal.

Pero el silencio de Zaldívar es inútil: no podría participar en la discusión y votación de cualquier caso que se planteara en la Corte en el que se discutiera la constituci­onalidad del artículo transitori­o que amplía su mandato como presidente de la corte porque tiene interés en el asunto: en otras palabras, no puede ser juez y parte. Por eso, extraña el silencio del ministro más mediático de la corte en los últimos años y pone en duda su independen­cia –ya por muchos cuestionad­a- con relación a los intereses del gobierno de López Obrador.

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