Es 30 de abril, pero tienen que trajabar
Hoy, muchos niños no tendrán un día diferente y buscarán el sustento aprovechando la luz roja de un semáforo
Ante la falta de oportunidad laboral, madres se ven obligadas a ocupar a sus hijos menores
1 BOTELLA de plástico abastecida con agua y jabón, así como un pedazo de caucho, son sus herramientas de trabajo
Este 30 de abril, no todos los niños tendrán algo que festejar, pues mientras algunos recibirán regalos y atenciones por parte de su familia, hay quienes, debido a su situación económica, acudirán como todos los días, a limpiar parabrisas o realizar acrobacias en algunos cruceros de la ciudad de Puebla para ganarse una moneda, bajo el riesgo de ser atropellados.
Menores de 12 años realizando marometas o limpiando vehículos en diferentes cruceros, luciendo ropa sucia y sin ningún tipo de protección ante la Covid-19, es la estampa más frecuente en algunas vialidades de la capital poblana.
Esteban de 10 años, nombre ficticio por protección del menor, junto con su hermano de 6, llega todos los días acompañado de su madre a la colonia 16 de Septiembre Sur para empezar con su “jornada de trabajo”.
A pesar de las altas temperaturas, el riesgo de contagio de Coronavirus y de que los automovilistas no los respeten, los pequeños pasan cerca de ocho horas en intersecciones como Prolongación de la 2 Sur y avenida Las Torres o Municipio Libre, o bien, en el cruce de la 14 Sur y Las Torres.
Como si se tratara de un juego, con el entusiasmo de que al terminar recibirá una moneda, el menor de 6 años que porta un sombrero y una mochila a la espalda, toma una botella de plástico abastecida con agua y jabón, así como un pedazo de caucho, para después, en cada semáforo en rojo aprovechar, lanzar el agua contra el parabrisas de algunas de las unidades detenidas y posteriormente subirse al cofre o apoyarse de las llantas de los vehículos para limpiar los vidrios.
Tras invertir cerca de dos minutos, el pequeño, baja de la unidad y a cambio, recibe 1 o hasta 5 pesos.
Aunque el menor sabe perfectamente que en cuanto el semáforo cambia a verde los vehículos avanzan y que debe retirarse de la calle, sin tomar precaución alguna, el niño continúa jugando a la orilla del camellón central mientras los autos pasan muy cerca de él, con el peligro de ser arrollado.
Tan solo unos metros más adelante, en la contraesquina, se encuentra el hermano del pequeño de 6. Se trata de Esteban de 10 años, cuyas manos ennegrecidas y ropa manchada de polvo y grasa, refleja toda la labor ya realizada.
Con mínimas posibilidades de comunicarse en español, ya que son originarios de Chiapas y mantiene el habla a través de dialecto, Esteban dijo limpiar parabri