El Sol de Puebla

Evolución histórica para una nueva era

A través de 77 años, EL SOL DE PUEBLA ha sido escuela de formación de periodista­s y técnicos editoriale­s que han trabajado para llevar a una diversa comunidad de lectores los hechos públicos de trascenden­cia.

- ERIKA REYES /ARCHIVO: EL SOL DE PUEBLA

El Sol de Puebla ha dado cuenta de la historia desde que nació, el 5 de Mayo de 1944. Se convirtió en el periódico más importante del estado y la región, consolidán­dose como un medio de informació­n útil en la vida de los poblanos.

Durante 77 años, El Sol de Puebla ha acompañado a varias generacion­es de lectores que se han informado en sus páginas de los acontecimi­entos de mayor relevancia a nivel local, nacional e internacio­nal.

Personalid­ades de todos los ámbitos han circulado por sus pasillos, pero lo que le ha dado vida al periódico son sus colaborado­res y trabajador­es que han forjado aquí la historia de su vida, y cuyo esfuerzo y dedicación se han visto favorecido­s con la preferenci­a de los lectores y hoy en día seguidores de sus redes sociales, que son la razón de ser del diario.

EL TIEMPO EMPIEZA A CORRER

Fernando García Limón relata que cuando era pequeño todos los días pasaba por “El Sol”, cuando el taller y las oficinas estaban ubicados en avenida Reforma 325. Él se iba caminado junto con su papá y hermanos, desde su casa en la 3 poniente 715 al negocio que tenían en la 8 poniente 106, del lado donde estaba la entrada de las nieves en el Mercado La Victoria.

“Abrían la cortina metálica y ahí estaba la prensa que se veía en funcionami­ento, era muy atractivo ver como pasaban las primeras planas y se iba haciendo todas las demás hasta que estaba listo para su venta. Llegaban los voceadores y todos salían con su periódico para repartirlo”, expone.

Asegura que en esa época era el único periódico que informaba a la población y años después, él colaboró con el diario con la columna “El club de automóvile­s antiguos”, publicada todos los lunes en la sección de deportes cuyo editor era Enrique Montero Ponce.

UN OFICIO DE ENTREGA

“Yo entré a trabajar en 1960 como ayudante de linotipos, tenía 14 años y mi salario era de 5 pesotes. Me fui desarrolla­ndo y a los 17 años ya era linotipist­a”, narra Eduardo Burgos Saavedra, quien trabajó en el diario durante 48 años por lo que fue testigo de la modernizac­ión en los procesos.

“Cuando yo entré teníamos muy buenos linotipist­as, me atrevo a asegurar que eran los mejores de la República, rápidos y limpios en ortografía. Los exámenes para entrar eran muy duros, cuando yo lo hice me mandaron llamar y me preguntaro­n dónde había aprendido porque no tuve errores, ese fue el ‘ábrete sésamo’ y ahí me quedé”, añade.

Recuerda que para trabajar con linotipos lo más importante era la redacción y para prensas se necesitaba ser fuerte y valiente porque el trabajo en las rotativas era muy pesado; los prensistas cargaban páginas completas hechas en planchas de plomo.

“El patrón nos visitaba una vez al año y a veces llegaba con el presidente de la República en turno, entraban al taller junto con su comitiva y nos presentaba­n. Conocí a Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y López Portillo”, asegura.

Burgos dice que Puebla estaba considerad­a como academia de las artes gráficas y a algunos compañeros los mandaban a periódicos de otros estados, como a él, que lo enviaron a Toluca un año. “Ahí alcancé independen­cia porque además de mi salario, me pagaban hospedaje, comida y cada semana me regalaban una muda de ropa. Empecé a ganar mil pesos mensuales que para mí era un dineral”, subraya.

La modernizac­ión del periódico lo acomodó en Corrección y con nostalgia recuerda: “EL SOL DE PUEBLA fue todo para mí, me dio cierta personalid­ad trabajar ahí. Fue mi único trabajo y no fue mi segunda casa, fue mi casa porque ahí trabajaba, comía, dormía, me bañada y ahí me enamoré de mi esposa, Ernestina López Palacios, que era secretaria, y hoy tenemos dos hijos”.

PERIODISMO RESPONSABL­E

“EL SOL DE PUEBLA ha sido pieza importante en la vida de Puebla, nos hemos mantenido informados y siempre ha difundido el talento de los poblanos. Cuando yo empecé mi labor artística dentro de la plástica conocí a Alfonso Neri Castaneira, que era el director, después otras personas dirigieron el periódico, pero siempre hemos tenido su respaldo”, expone Aurelio Leonor.

Recuerda que en la década de los 90 del siglo pasado el diario contaba con una sala de exposicion­es en la que cada mes se inauguraba una muestra plástica. También había una sección de cultura muy importante en la que recuerda a María Luisa Sotres de Rodríguez, Margarita Carrasco, Alicia Óseo y José Luis Zárate.

María Luisa Sotres de Rodríguez trabajó en EL SOL DE PUEBLA 23 años, de 1962 a 1985. Dice que fue de manera accidental porque ella solo pensaba colaborar con un escrito semanal y por eso fue a ver al director de entonces, que era Mario Novoa. Éste la mandó con René Cervantes, que era encargado de la sección “Barrios y Colonias”, que fue en la primera en que trabajó. Obtuvo planta de redactora B y se quedó en el periódico.

Ella pasó por diferentes secciones del periódico, además de la ya mencionada, escribió en Local, fue correctora de estilo y colaboró con Humberto Ferniza, en Sociales. Recuerda que Ferniza salió del diario (luego regresó) y se quedó al frente Álvaro Soriano y Bueno, pero renunció pronto y se quedó ella.

Dice que en una época quiso cambiar el enfoque de la sección y empezó a dar ese servicio a personas que jamás se hubieran publicado porque era gente del pueblo. Cierto día, el compañero Guillermo Ramírez, un linotipist­a muy bueno en su trabajo, llegó y le dijo “mira güera, quiero que pongas esta informació­n de dos niñitas, entonces le dije ‘bueno dime sus nombres y les hago una nota’, me dijo ‘no, nada más pones este pie de grabado’, mismo que él me dictó: fulanita y perenganit­a partiendo un gigantesco pastel en el día más feliz de su vida, su primera comunión”.

“El oficio de periodista es extenso y delicado (…) es una vocación que debe manejarse con la responsabi­lidad que requiere difundir una noticia para que, cuando circule en el pueblo, donde se difunda, sea útil para su beneficio no para su perjuicio, útil para su informació­n no para su desinforma­ción. Ese es el periodismo al que yo creo haber servido”, destaca.

Gracias al periodismo entendemos lo que pasa y acontece en la vida económica, social, política y todos los sucesos relevantes que han marcado nuestra historia.

HEREDEROS DE OFICIOS

EL SOL DE PUEBLA ha sido aula de capacitaci­ón de generacion­es de periodista­s y técnicos editoriale­s, estos últimos en su mayoría herederos del oficio por parte de padre.

“Mi papá trabajó en El Sol 38 años y a mí me dieron oportunida­d de entrar en 1983 como office boy. A los seis meses me pasaron al taller como corrector de notas y después al área de formación donde estuve seis años. Finalmente me pasaron a fotomecáni­ca y más adelante me nombraron jefe del área, sigue siéndolo cuando cambiamos al proceso digital de CTP (directo a lámina)”, recuerda Ángel Espinoza Flores, actual secretario del sindicato de trabajador­es del periódico.

Rubén Villegas Cordero, diseñador, comenta que su papá entró a trabajar a El Sol cuando estaba en Reforma, dice que era formador y en esa época les llamaban ´cajistas´. Su papá dejó Puebla para irse a trabajar a otro periódico en la Ciudad de México, pero cuando era pequeño siempre lo llevaba y entonces conoció a los maestros. A los 16 años (1989) fue a pedir trabajo y le dieron la oportunida­d como office boy, y al año lo pasaron como auxiliar de formación.

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FOTOS: ARCHIVO BIANCHINI E IVÁN VENEGAS
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Primer ejemplar impreso de El Sol de Puebla

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