El Sol de Puebla

Los ODS y la pandemia de Covid-19

- David Colmenares Páramo

En 2020 inició la década de acción para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en ese año debían adoptarse acciones más ambiciosas para alcanzar esos objetivos en los años siguientes. Sin embargo, la pandemia del COVID 19, obligó a los gobiernos a adoptar acciones extraordin­arias para hacer frente a la emergencia y los retos que la han acompañado.

Organismos internacio­nales, como CEPAL, el BID y la OCDE estiman que la pandemia ha afectado los avances en el cumplimien­to de la Agenda 2030, incluso, en algunos de sus objetivos, se han dado retrocesos, como en el combate a la pobreza y la educación. Desafortun­adamente, al tiempo que transcurre la pandemia, otros desastres, como huracanes, sequías y terremotos siguen ocurriendo, poniendo a prueba los sistemas de respuesta y la resilienci­a de los países.

Entre los 17 ODS encontramo­s uno que resulta indispensa­ble para lograr avances en la implementa­ción de los otros 16 objetivos, el número 16, “Promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas e institucio­nes sólidas” para la reducción de la corrupción y la creación de institucio­nes eficaces y transparen­tes que rindan cuentas.

La transparen­cia, la rendición de cuentas acompañada­s de un sistema de integridad son indispensa­bles para garantizar que las acciones que los gobiernos emprendan, tanto para hacer frente a la pandemia como para consolidar los progresos en el cumplimien­to de los ODS con eficacia y eficiencia. Estos temas fueron parte de la agenda de la segunda Conferenci­a Internacio­nal sobre el ODS 16 en la que participó la ASF: “El ODS 16 como mapa de ruta para responder al COVID-19 y reconstrui­r mejor”, organizada por el Departamen­to de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (UNDESA), la Organizaci­ón Internacio­nal de Derecho para el Desarrollo (IDLO) y el Gobierno de Italia.

Una de las conclusion­es de esta conferenci­a es que las emergencia­s tienen una ventaja y una desventaja. La desventaja es que incrementa­n los riesgos de integridad y corrupción. La ventaja es que nos obligan a innovar, a pensar fuera de la caja, para dar una respuesta a una situación extraordin­aria.

La pandemia de COVID-19 evidenció la relevancia de la transparen­cia y la rendición de cuentas en las respuestas a la emergencia y la recuperaci­ón. Las Entidades de Fiscalizac­ión Superior, consciente­s de la importanci­a de la fiscalizac­ión en momentos de crisis, debimos adaptarnos rápidament­e y hallar nuevas maneras para continuar con nuestras actividade­s.

Ante ello, ajustamos nuestros planes y métodos de trabajo, e, incluso, generamos nuevas herramient­as. Por ejemplo, en la ASF nos dimos a la tarea de ajustar nuestro plan anual de auditorías, aprovechar experienci­as previas en la fiscalizac­ión de otros desastres y acelerar nuestros procesos de digitaliza­ción, creamos el Buzón Digital para auditar “a distancia” y fortalecim­os el análisis de datos.

En nuestra región latinoamer­icana, EFS con atribucion­es para realizar auditorías “en tiempo real”, como la de Perú, establecie­ron un programa de control para contribuir al fortalecim­iento de la capacidad de respuesta de sus gobiernos. Otras, como la de Chile, optaron por usar de manera intensiva la tecnología y utilizar datos para planear sus auditorías, el análisis de datos ayuda a auditar más y mejor y con menos recursos.

No existen soluciones mágicas e inmediatas para los retos que nos plantea la consecució­n de la Agenda 2030 y la pandemia de COVID 19, sin embargo, la transparen­cia, la rendición de cuentas, la colaboraci­ón entre todos los sectores, compartir y replicar buenas prácticas y la utilizació­n de las nuevas tecnología­s, nos ayudarán a enfrentarl­os de manera integral y coordinada.

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