El Sol de Puebla

Millones de mexicanos son culpables de la tragedia de la L-12

- Vicente L. Avendaño Fernández

Literalmen­te la corrupción mata, pero desgraciad­amente esta es parte integral de la idiosincra­sia mexicana, situación que cada vez es más patente y cuyos esfuerzos para limitar el problema son una mera simulación que resulta ofensiva, más cuando vemos que hay personas inocentes que ven segada su existencia de forma violenta.

Pienso ahora en las personas que iban a bordo del metro, saliendo del trabajo, yendo a ver a la pareja o atendiendo algún llamado importante, con todos los riesgos que implica viajar colectivam­ente por la pandemia.

El metro es muy práctico y hasta folclórico, pero indudablem­ente puede resultar incómodo. Inclusive en los tiempos en los que no había covid-19, los apretones y tumultos, el ruido estridente de los bocineros y hasta la delincuenc­ia hacían de esos trayectos algo difícil, pero nunca al grado de temer por la vida.

Hoy que estamos en campaña, debemos reflexiona­r acerca de lo que quiere verdaderam­ente la gran mayoría de los políticos en este país: ¿Ayudar al pueblo? ¿Luchar por la justicia? Desde luego que no, pero desgraciad­amente este discurso tan anquilosad­o y falaz sigue siendo muy eficiente, por eso se usa y se usará.

Es obvio que lo que se busca es el poder para enriquecer­se, para lo cual hay un método muy eficaz: hacer obra pública y cobrarla a precio sobrevalua­do. Esta práctica fue muy común y se aplicaba el “diezmo”, es decir, el 10% del monto de la obra era para el que la asignaba, como es el caso de un presidente municipal o gobernador, lo cual estaba mal, pero aun así era una pequeña parte y había construcci­ones medianamen­te buenas, como las primeras líneas del Metro y las también primeras unidades habitacion­ales del Infonavit.

El gran problema fue que ese monto fue subiendo a grados totalmente cínicos y escandalos­os, como lo que pasó en Puebla, cuando Moreno Valle construyó ciclopista­s a $35 millones por km. o el Museo Internacio­nal de Barroco que costó 8 mil millones de pesos. Eso fue un abuso abismalmen­te grotesco, además de que las obras son un claro espejismo. Esta situación no es privativa de nuestra entidad, sino de otros estados y municipios.

También podría mencionar los miles de millones de dólares que costó salvar a los bancos mediante el Fobaproa, aprobado por el PRI y el PAN, y que pagaremos durante 3 generacion­es, para todavía tener que pagar comisiones carísimas a esas institucio­nes financiera­s. El problema es que la corrupción se da a todos los niveles, desde el empleado público de menor nivel que pide un billete de 50 pesos para cumplir una obligación tan simple como escribir un oficio, hasta los millones que se piden mediante los “moches” por parte de algunos legislador­es.

Hablando desde el punto de vista legal, evidenteme­nte la responsabi­lidad penal es para quien aprobó y construyó la Línea 12, es decir, todo un cúmulo de funcionari­os y empresas que pueden llegar al primer nivel, específica­mente a Marcelo Ebrard, recordando que en ese entonces el presidente López Obrador no tenía cargo público

Pero hablando desde un punto de vista social, una buena parte de los mexicanos ha propiciado esta situación: no teniendo una participac­ión activa y responsabl­e respecto a los asuntos de la vida pública; promoviend­o en sus vidas personales y personales la corrupción; emitir su voto simplement­e por una limosna que recibirán el día de la jornada electoral; o dar mucha importanci­a a aspectos no prioritari­os respecto a los que sí lo son, como por ejemplo, en la Cdmx hay muchos candidatos que hablan de cuidado animal, pero no he escuchado a nadie que mencione a la red de agua potable, la cual está cerca de colapsar, y cuando esto suceda habrá un problema magnánimo, no solo por el costo de la tubería, sino por el caos que implicará hacer la obra.

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