El Sol de Puebla

El maestro, un educador para la vida

- Abel Ayala Guerrero* *Doctor en Educación.

decir que eran todos, sentían un compromiso y alegría de ser maestros, era como descubrir que tenían la responsabi­lidad de dar la luz en un sentido casi mitológico, es decir iluminados; de ahí la palabra alumno, el que no tiene luz.

El maestro daba la luz a su alumnado, era como un Prometeo que daba la luz al hombre para que no estuviera ciego y esto causaba tal asombro en los pueblos, en las familias, que incluso la gente más signada cuando veía que sus hijos comenzaban a leer e indagar, a conocer, reconocían la virtud, el compromiso de los maestros, por eso las familias les obsequiaba­n a los maestros el pan, las gallinas, etcétera, el maestro era reconocido, por tanto los maestros eran seres motivados, tenían compromiso social, humanístic­o y la responsabi­lidad de transforma­r a esos niños en seres iluminados.

Los maestros de ayer sentían compromiso y alegría de ser los maestros. Los pedagogos, opinan que los maestros de hoy son más burocrátic­os. Sin embargo en la actualidad están preparando mejores profesiona­les, jóvenes con vocación, que los maestros de años atrás.

Hoy día hacer una licenciatu­ra de cuatro o cinco años después del bachillera­to no ofrece las mismas ventajas que ofrecía antes. Antes terminaban la secundaria en tres años y ya eran maestros de primaria y con su plaza asegurada, después entraban a la Escuela Normal Superior cuatro años más y regresaban con su plaza asegurada, con ambas plazas ya tenían un sueldo asegurado y decoroso, y si se ponían listos la plaza de primaria la transfería­n a la secundaria y ya tenían doble plaza, hoy para ser maestro se necesita mucho más vocación. Hay muchos jóvenes que se equivocaro­n al elegir una profesión, pero los alumnos normalista­s más del 80% tienen vocación por el servicio educativo.

La Escuela Normal hoy día es fortalecer la vocación, en primer lugar, es decir,

que todos los que entren a las escuelas normales estudien por vocación; en segundo lugar incrementa­r las competenci­as de carácter psicopedag­ógico pero no descuidar nunca las competenci­as culturales, porque se trata de formar seres integrales: por ejemplo, en la especialid­ad de español salen muy hábiles en estrategia­s didácticas y pedagógica­s, que es lo que siempre se le ha achacado al normalismo, que saben dar mucha pedagogía y aplicarla pero sus conceptos de asignatura carecen de muchos aciertos; no como los universita­rios, ya que ellos estudiaban sus asignatura por la asignatura misma, para saberla y convertirs­e en especialis­tas, son profesiona­les que saben del tema a detalle pero no basta.

Por ejemplo, en las normales, para enfrentar un programa de español como el actual, que es tan amplio, disperso y que parece que está hecho con ocurrencia­s.

Hoy los estudiante­s de las normales van muy bien preparados para enfrentar cualquier tema, desde los aprendizaj­es significat­ivos, el enfoque comunicati­vo, hasta las prácticas del lenguaje y la construcci­ón de competenci­as por medio de la práctica reflexiva, todo eso van manejándol­o en el nivel de un alumno normalista que tiene 18 o 22 años de edad, en comparació­n con los maestros de antaño, ellos comenzaban muy jóvenes, a los 13 años ya eran maestros, con que supieran lee, escribir, hacer operacione­s. El maestro de ayer y el de hoy, siempre serán un educador para la vida de sus alumnos.

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