El Sol de Puebla

Ser víctima de un delito la orilló a estudiar leyes

La jueza Miriam reconoce que hay veces que tiene que combinar el trabajo y la tarea de ser mamá

- PAULINA GÓMEZ

Feliz Día de la Madre

El haber sido víctima de un delito grave durante su juventud, llevó a Miriam Huerta Lechuga hacia el camino de las leyes, desde donde considera, ha tratado de aportar un granito de arena para ayudar a la gente y cambiar a la sociedad. Tras comenzar como practicant­e, pasar por diversas áreas del Tribunal Superior de Justicia y la Fiscalía General del Estado, hoy no solo es jueza de oralidad penal y ejecución en Puebla, sino también tiene la fortuna de ser madre de dos pequeños que le han manifestad­o su apoyo y admiración.

Miriam cuenta con 38 años de edad, al menos 21 de ellos dentro del ámbito legal y judicial. En la preparator­ia, con todas las ganas de salir adelante y ser independie­nte, estudiaba y trabajaba; aunque en ese entonces no tenía inclinació­n hacia el Derecho, uno de sus trabajos fue como recepcioni­sta en un despacho jurídico, siendo este su primer acercamien­to a lo que actualment­e desempeña.

Sin embargo, un evento delictivo en su vida fue decisivo para querer adentrarse al ámbito legal.

“Fui víctima de un delito fuerte, sin embargo, tuve el apoyo de las autoridade­s. Esto generó impacto en mi persona y ahí fue lo decisivo de decir que sí se puede ayudar a las personas y poner un granito de arena. A la fecha estoy enamorada de mi carrera, yo no podría hacer otra cosa”, confiesa la entrevista­da.

Comenzando desde abajo, Huerta Lechuga se abrió camino y pasó por diversos puestos: pasante, meritoria, notificado­ra o diligencia­ria en el Juzgado Noveno Penal de Puebla, Ministerio Público especializ­ada en el Nuevo Sistema de Justicia Penal en la Fiscalía del Estado, jefa de causas en el Juzgado de Ejecución de Sanciones, Proyectist­a de la Segunda Sala Penal, y en abril de 2019, tras abrirse la respectiva convocator­ia, logró pasar todos los exámenes correspond­ientes para el 16 de mayo de ese mismo año, recibir el nombramien­to como jueza de oralidad penal y ejecución de la región judicial Centro, Puebla.

En ese transcurri­r, a los 26 años de edad, se convirtió por primera vez en madre, ahora ya cuenta con dos pequeños, un niño de 12 años y una niña de 5 años de edad, a quienes considera su mayor tesoro y con quienes está muy agradecida por entenderla y adaptarse a sus labores.

Es la feliz madre de dos pequeños

El día

MIRIAM HUERTA LECHUGA Fui víctima de un delito fuerte; fue lo decisivo de decir que sí se puede ayudar a las personas y poner un granito de arena”

de su toma de protesta

“Saben que mamá trabaja, el papá también es juez, pero ganó una beca en España por tres años y por eso ahorita tengo el apoyo de mi mamá, mis hermanos y mi suegra, pero los niños son tan nobles e inteligent­es que se adaptan, incluso se vuelven independie­ntes, apoyan a mamá en la medida de lo posible”, cuenta Miriam.

No obstante, reconoce que hay veces que el trabajo y la combinació­n del hogar, se vuelve complicada ya que ahora con la pandemia, debe estar atenta a las clases virtuales, enseñarles más cosas a sus hijos sin tener la práctica de un docente, pero, aun así, se ha adaptado y buscado la manera de convivir con ellos y estar al pendiente de su educación

“Mi equipo de trabajo se adapta a la agenda que pongo de las audiencias y no falta el jefe que entiende que debes ir a una reunión escolar o ir a dejar a tu hijo a la escuela, creo que he tenido mucho apoyo y creo que ahí lo que debo resaltar es que a veces falta más empatía hacia las mamás”, explica la juez de control, quien en todo este tiempo ha buscado la forma y métodos de no descuidar a sus hijos.

Comparte que antes de ser jueza, desde sus otros puestos, llevaba a su hijo ahora adolescent­e, al trabajo, y él todo el tiempo se comportaba y obedecía, por lo que nunca tuvo problema alguno.

“Yo les digo, en modo mamá activado, me pueden pedir todo lo que quieran, pero en modo mamá desactivad­o, saben que debo trabajar. Les he preguntado, sobre todo al adolescent­e, que, si les gustaría que estuviera con ellos todo el tiempo en casa, pero me dicen que no, que necesito ser feliz y si trabajar me hace feliz, todos vamos a ser felices”, expresa la jurista, quien debe dormir a la 1 de la mañana y levantarse a las 7 de la mañana para cumplir con su trabajo.

Hoy por hoy, se siente realizada, trabajando en lo que tanto ama sin nublar su objetivida­d al momento de resolver sobre la libertad de una persona, y con dos hijos a los que disfruta cocinarles para al final, escuchar las mayores palabras de agradecimi­ento: ¡Eres la mejor mamá del mundo!, ¡Eres la mejor chef!

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