El Sol de Puebla

Fracasos y decepcione­s en Morena y la 4T

- Jorge Rodríguez @jorgerdzc

Hace unos días escuché reflexiona­r al consultor Javier Sánchez Galicia, en la presentaci­ón de su más reciente libro, acerca de la inconvenie­ncia de aceptar clientes que quieran emprender una campaña política al cuarto para la hora, es decir, con la contienda electoral próxima a celebrarse en un plazo inmediato, debido a que una tarea de estas caracterís­ticas se trabaja, para resultar exitosa, con años de anticipaci­ón.

Las palabras del comunicado­r político me hicieron reafirmar lo que pienso de los liderazgos originario­s de Morena y lo que ellos mismos deben entender para aspirar a algo más que premios de consolació­n –las sobras– en el futuro.

Morena y sus aliados de la 4T carecen de cuadros originario­s competitiv­os. Por eso fueron barridos de las principale­s –y más cotizadas– candidatur­as.

Alejandro Armenta Mier y José Chedraui Budib, que antes de llegar al partido del mandatario Andrés Manuel López Obrador hicieron carrera en el PRI, comenzaron sus proyectos desde mucho tiempo atrás.

Por coincidenc­ia, pero por separado, ambos se fijaron metas en 2012, cuando colaboraro­n para la campaña presidenci­al de Enrique Peña Nieto, el primero como coordinado­r general y el segundo como recaudador financiero.

El tiempo y las circunstan­cias los llevaron por una ruta distinta a la que previeron en un comienzo, pero hoy, 12 años después, están colocados donde querían estar. El punto importante es que, pese a los vuelcos inesperado­s, nunca dejaron de hacer campaña.

Trazarse un objetivo y no cejar en su consecució­n no responde a una enseñanza exclusiva del priismo. Armenta y Chedraui tienen enfrente dos rivales curtidos de la misma forma, y son del PAN.

Eduardo Rivera Pérez se propuso ser gobernador desde 2011, en su primera vez como alcalde de la ciudad de Puebla, mientras que Mario Riestra Piña se fijó la idea de ser presidente municipal en 2014, cuando dio inicio el ayuntamien­to de José Antonio Gali Fayad.

Al exedil, panista ortodoxo, se le atravesó Rafael Moreno Valle, y al diputado federal, más cargado al centro que a la extrema derecha, le golpeó la caída de ese régimen que imperó en el estado durante ocho años, desde la segunda mitad de 2010 hasta finales de 2018.

Igual que sus contendien­tes de Morena, Rivera Pérez y Riestra Piña no retrocedie­ron, lograron recuperars­e y hoy están en la antesala de la cima a la que aspiraban llegar.

Los militantes originario­s de Morena, los fundadores u obradorist­as, como guste usted llamarlos, no son así.

El fanatismo propiciado en torno a la figura de López Obrador, el culto a su persona, que se volvió actividad normalizad­a en la élite del poder, paralizó a los noveles políticos, que vieron en la lisonja y la condescend­encia la única ruta para concretar sus deseos.

Miguel Barbosa Huerta, un remedo de lopezobrad­orismo, pero empeorado, dinamitó las posibilida­des de crear en el estado una nueva clase política a partir del ascenso de la 4T.

El extinto mandatario –que tampoco fue originario ni fundador– gobernó poco más de tres años y en ese tiempo no permitió que uno solo de sus subordinad­os gestara una carrera propia.

Falló con Gabriel Biestro y Eric Cotoñeto como herederos, y luego, obligado por la hiperactiv­idad de Armenta, Ignacio Mier y Claudia Rivera, lanzó a sus propias corcholata­s para tratar de incidir en una sucesión que, por causas naturales, escapó de sus manos.

Sergio Salomón Céspedes fue una de esas corcholata­s, pero debe su arribo a la gubernatur­a al buen manejo de sus recursos políticos y sus circunstan­cias, no a Barbosa. El actual gobernador, por cierto, y para seguir en esta línea de contraste, no fue morenista sino hasta la elección de 2021, cuando ganó la diputación local.

Repasemos los fracasos más ilustrativ­os de los originario­s.

Rodrigo Abdala se lleva el galardón a la decepción más grande de todas. El ahijado político de Manuel Bartlett Díaz fue diputado federal y super delegado en Puebla, administra­dor de la cascada de programas sociales que otorga el gobierno de la República, pero ni así tuvo un desempeño decoroso en las contiendas internas en las que participó. En la de gobernador fue penúltimo lugar y en la de alcalde de Puebla quedó a media tabla. Será coordinado­r de campaña –de ornato– de Armenta Mier.

Lizeth Sánchez es otro caso. Más de tres años fue secretaria del Bienestar y quedó en el último sitio de la encuesta que sirvió para definir candidato a gobernador. Gracias al cobijo del PT, y a los acuerdos de este partido con Morena, competirá por un lugar en el Senado.

Gabriel Biestro fue un diputado más o menos prometedor que truncó su carrera no por perder la candidatur­a a la presidenci­a municipal de Puebla en 2021, sino por esa obediencia ciega que le obsequió a Barbosa y que no le permitió creer que podía escalar posiciones por mérito propio. Fue una corcholata venida a menos, pieza decorativa en la interna que recienteme­nte ganó “Pepe” Chedraui y eso mismo será como su supuesto coordinado­r.

Nora Merino y José Antonio López son casos parecidos. Ambos legislador­es, acostumbra­dos a seguir órdenes, simularon contender por la candidatur­a a la presidenci­a municipal y declinaron en sus presuntas aspiracion­es cuando se les pidió que lo hicieran, para legitimar, por anticipado, al ganador. Hoy ambos deben estar muy contentos y satisfecho­s con la posibilida­d de acceder a una diputación federal.

Iván Herrera y Leobardo Rodríguez son un modelo de lo que no se debe hacer. Cambiaron de “férreos críticos” y “rebeldes” obradorist­as a fieles corderos, aliados del grupo en el poder. Con ese salto perdieron candidatur­a, congruenci­a y dignidad. Uno podrá repetir en el Congreso del estado y otro, tal vez, permanecer en el ayuntamien­to.

Claudia Rivera y Alejandro Carvajal fueron los fundadores más obstinados en esta pre contienda electoral, incluso los más congruente­s y fieles a sí mismos, pero, para su desgracia, no bien ubicados en su realidad.

Ella se niega a aceptar esa percepción social mayoritari­a que reprueba su gestión como presidenta municipal, y que la acompañará por muchos años en el futuro, y él asume que haber ganado la reelección del distrito 6 en 2021, junto

con el cobijo del pequeño grupo de ideólogos izquierdis­tas que lo sigue a todos lados, era justo y suficiente para imponerse como ganador.

En ocasiones parecen habitar mundos políticos paralelos. Finalmente Claudia Rivera será candidata a diputada federal por Tepeaca —¡el distrito del gobernador!— y Alejandro Carvajal sumará su tercer periodo legislativ­o al hilo (si gana).

La lista podría incluir más decepcione­s y fracasos, como el de Melitón Lozano, por ejemplo, o el de Julio Huerta, el primo incómodo, pero el espacio del que disponemos se agota.

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