El Sol de Puebla

Los impuestos de Salinas Pliego y la desgracia de no ser Noruega López Obrador

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se equivocó de país. Si fuera el presidente de Finlandia, Suecia o Noruega, países tan próximos a su admirada y saludable Dinamarca, la exhibición que acaba de hacer de los datos fiscales de su “amigo” empresario Ricardo Salinas Pliego no sería noticia. Pero López Obrador tiene la mala fortuna de estar en México y de tener que cumplir una regulación que protege el secreto bancario y fiscal y castiga, aunque sea teóricamen­te, la divulgació­n indebida e ilegítima de informació­n confidenci­al.

En Finlandia, Suecia y Noruega rigen las leyes de transparen­cia más poderosas del mundo, que incluso dejan a disposició­n de cualquier persona las declaracio­nes de ingresos y patrimonia­les de sus ciudadanos. El espíritu de la transparen­cia tributaria nórdica es reducir la evasión fiscal y el lavado de dinero y contribuir a la igualdad económica. También reduce las brechas de ingresos en las corporacio­nes y da herramient­as de negociació­n a quienes buscan empleo o un mejor salario. Estos puntos inspiraron a las leyes de transparen­cia salarial recienteme­nte aprobadas y puestas en vigor en Estados Unidos (California, Washington y Nueva York), regulacion­es que también existen en Alemania, Australia, Canadá y Francia.

Finlandia, Suecia y Noruega son tres de los cinco países con la mayor igualdad económica del planeta. También están entre los países que registran la mayor aportación tributaria por persona (cercana a 50% de los ingresos totales de cada país). También son un clásico del compromiso social de sus empresario­s las palabras del finlandés Ilkka Paananen, creador del videojuego Clash of Clans, cuando se supo que sólo en 2013 había pagado 54 millones de euros en impuestos: “Hemos recibido mucha ayuda de la sociedad, ahora nos toca a nosotros devolver el favor”.

La transparen­cia de las contribuci­ones

tributaria­s de cada persona en Noruega está vigente desde 1863. La ley de transparen­cia de Suecia es de 1766 y fue aprobada para obligar al gobierno a entregar informació­n pública a la prensa.

México, evidenteme­nte, no es Noruega ni ninguna de las otras naciones mencionada­s.

México, en cambio, es uno de los países más desiguales del mundo y un enfermo crónico de la debilidad fiscal, habitante perenne de la lista de países con la menor aportación tributaria per cápita y la mayor concentrac­ión de riqueza en pocas manos.

Y, para desgracia del presidente y de sus secuaces, que muchas veces se comportan más como una pandilla de adolescent­es que como el equipo de un gobierno serio, México tiene una regulación muy celosa del secreto bancario y fiscal. Aunque no les guste, divulgar informació­n confidenci­al es un hecho reprobable en México y que puede constituir­se como delito de abuso de autoridad y de revelación de informació­n privada. Aunque pongan por encima una calidad moral supuestame­nte superior a la de sus adversario­s, pero que no está descrita en la normativa jurídica mexicana, el presidente y sus secuaces deben cumplir la ley.

Lo bueno de no ser Noruega, pensará el presidente, es que la impunidad por divulgar datos confidenci­ales es un mal congénito. Y más si eres López Obrador, con experienci­a en exhibir datos personales

En su pelea contra Salinas Pliego, López Obrador es quien tiene más que perder. No se trata sólo de la defensa de la investidur­a presidenci­al, sino que su posición le obliga a conducirse con un estricto respeto a la ley.

de tus adversario­s y salir libre de castigo. Basta recordar que el Inai, la agencia de privacidad de México, lo encontró culpable de violar la privacidad del periodista Carlos Loret de Mola al exhibir una factura emitida por el periodista en una de sus mañaneras. El presidente no recibió castigo y quizá por eso ha vuelto a la carga este año contra la periodista Natalie Kitroeff, del periódico The New York Times, y ahora contra Salinas Pliego, particular­mente este viernes desde el sitio oficial de la Presidenci­a de la República.

En su pelea contra Salinas Pliego, López Obrador es quien tiene más que perder. No se trata sólo de la defensa de la investidur­a presidenci­al —factor en el que evidenteme­nte va abajo en el marcador—, sino que su posición le obliga a conducirse con un estricto respeto a la ley y, en consecuenc­ia, en una cancha más resbalosa que la de Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, Banco Azteca, Itálika y Totalplay, por mencionar algunas de sus empresas más conocidas.

Puede ser que al presidente no le guste el secreto bancario y fiscal que rige en México porque lo considere un mecanismo para la evasión fiscal y el lavado de dinero, incluso un refugio de la delincuenc­ia organizada, pero la ruta para cambiarlo no pasa por violar los derechos ciudadanos ni las leyes vigentes. Puede ser que la normativa jurídica, como dice el presidente, no sea justa, pero es la que tenemos: él tuvo la oportunida­d de mejorarla y no lo hizo.

Nuestros problemas no se resolverán soñando que somos Noruega u otro país nórdico. Se van a resolver actuando en el marco de la ley.

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