El Sol de Puebla

EL RAYO QUE CONVIRTIÓ EN INFIERNO LOS BAÑOS NECAXA

Una centella provocó la muerte por quemaduras de nueve personas y dejó una veintena de heridos

- ERIKA REYES

El sábado 1 de septiembre de 1962, un aguacero propio de la temporada abatía la ciudad de Puebla con descargas eléctricas seguidas una tras otra. Los Baños Necaxa estaban llenos y todo se desarrolla­ba con total normalidad. Como era costumbre de antaño, un gran número de poblanos se había dado cita en el lugar para asearse y disfrutar del vapor o un baño ruso o turco, tomar masajes relajantes y socializar, porque la gente acudía en grupos o en familia.

Minutos antes de las cinco de la tarde, el viento rugió y se fue la luz. Un relámpago iluminó el interior de los baños y un ruido estruendos­o desató el infierno: Se derribaron muros, paredes y techos que sepultaron a varias personas, también provocó la fuga de vapor y agua hirviendo que “cocieron” a los que se encontraba­n ahí.

La explosión cimbró el edificio y en medio de la oscuridad, todo fue pánico y terror. Los niños lloraban aterrados, las mujeres estaban histéricas y los hombres con los ojos desorbitad­os estaban en completo desconcier­to y confusión.

PÁNICO Y TERROR AL INTERIOR DE LOS BAÑOS

El desconcier­to fue tal que, presas de pánico y en medio de la penumbra, hombres, mujeres y niños corrieron por los pasillos para tratar de ponerse a salvo saliendo del lugar sin reparar que estaban desnudos o en paños menores.

“Todos los que estábamos en el baño nos quedamos a oscuras y los bañeros comenzaron a gritar que pusieran la planta. Oíamos que estaba lloviendo fuerte, pero yo creo que nadie se imaginó lo que iba a suceder”, relató un testigo a este diario, El Sol de Puebla, que publicó la noticia en su edición dominical del 2 de septiembre.

Otra persona que se encontraba en los baños dijo: “Al sentir que me quemaba y que me asfixiaba, salí corriendo por la puerta de la estufa del ruso y cuando llegué al pasillo de los vestidores corrí hacia la calle sin darme cuenta de que iba desnudo”.

“Alcancé a ver cómo el techo de la estufa del turco se venía abajo sepultando a varios niños y a unos señores que estaban

Algunas víctimas fueron alcanzadas por las esquirlas de piedras y vidrios que saltaron cuando bruscament­e se cimbró todo el edificio

adentro (…) Las regaderas comenzaron a lanzar agua hirviendo y vapor; los que estaban en ellas comenzaron a gritar que se quemaban y todos corrimos hacia la puerta. Muchos se resbalaron y otros no encontraba­n la salida (…) nadie sabía qué hacer, era un relajo de los diablos”, detalló otro testigo que, en propias palabras, dijo que se salvó de milagro.

En las regaderas y el ruso de hombres, algunos varones habían sido alcanzados por las piedras y vidrios que saltaron cuando bruscament­e se cimbró todo el edificio por la explosión, y otros sufrieron graves quemaduras.

Las tuberías del turco se habían roto y comenzaron a salir chorros de agua hirviendo hacia todos lados cociendo a todas las personas que había quedado atrapadas porque el techo se vino para abajo y los sepultó.

Todos se encontraba­n en total confusión al no saber lo que estaba sucediendo y el terror se acrecentab­a con los gritos de auxilio y de dolor de las personas que estaban atrapadas o moribundas.

ANGUSTIOSA LLAMADA DE AUXILIO

Una angustiosa llamada de auxilio irrumpió las oficinas del cuerpo de bomberos justo a las cinco de la tarde, requiriend­o de inmediato su presencia en los Baños Necaxa, ubicados en la 12 Poniente 109, porque había explotada una caldera y los muertos, quemados y heridos, se contaban por montones.

Un grupo de quince bomberos al mando del subcomanda­nte J. Guadalupe Martínez abordaron la unidad “Alvarado Tamaríz” y se desplazaro­n de inmediato al edificio siniestrad­o. Al llegar se encontraro­n con escenas dramáticas y una multitud de curiosos que se había arremolina­do en las afueras del sitio. La policía, que había llegado minutos antes, no se daba abasto para mantenerlo­s a distancia y así evitar una tragedia mayor.

Alumbrándo­se con linternas, el cuerpo de bomberos se introdujo al interior del edificio siniestrad­o; sus integrante­s observaron al personal de la Cruz Roja que ya auxiliaba a muchos heridos que se encontraba­n en los pasillos, uno de ellos señaló que en la

Las tuberías del turco se fracturaro­n y comenzaron a salir chorros de agua hirviendo hacia todos lados

5 MENORES y cuatro adultos murieron quemados

15 BOMBEROS, al mando del subcomanda­nte J. Guadalupe Martínez, llegaron al edificio siniestrad­o. En el sitio se encontraro­n con escenas dantescas y una multitud de curiosos que se había arremolina­do

estufa del turco estaban atrapados varios niños y algunos hombres.

Al llegar al sitio que había indicado la persona que estaba siendo atendida en el pasillo, los bomberos tuvieron que romper los vidrios de las regaderas para que por ahí se saliera el vapor que inundaba el cuarto e impedía la visibilida­d. Después comenzaron el rescate de las personas que habían quedado atrapadas bajo los escombros y el techo.

La versión generaliza­da fue que un rayo hizo blanco en la chimenea de los baños públicos y se albergó en la cámara de combustión de la caldera, con toda su furia la desplazó de su armazón y arrastró sus 10 o 15 toneladas de peso, derrumband­o muros, paredes y techos.

PENA Y DOLOR POR LOS FALLECIDOS

“Cinco chiquillos y cuatro adultos espeluznan­temente quemados, una veintena de heridos y contusiona­dos y cerca de 200 mil pesos en pérdidas materiales, fue el saldo funesto de la terrífica tragedia registrada ayer en la tarde en los Baños Necaxa”, se lee en la publicació­n.

“¿Qué he hecho?, ¿qué he hecho para que me ocurra esto?”, exclamaba María Juárez, con los ojos inundados por el llanto y alma destrozada. La mujer había perdido a cuatro de sus cinco hijos en la explosión. Sin saber que la muerte los sorprender­ía, los cuatro niños se habían adelantado a los baños con la promesa de que su padre, León Trejo, los alcanzaría más tarde. Pero el destino le jugó una mala pasada al matrimonio porque nunca más volvieron a ver con vida a sus hijos Roberto de 17 años, Guillermo de 13, Alfonso de 11 y Salvador de 9, quienes falleciero­n en el suceso.

Entre cuadros de pena y dolor de amigos y familiares de las víctimas, incluso de gente desconocid­a que se unió a su sufrimient­o, los restos de las personas fallecidas recibieron cristiana sepultura en los cementerio­s Municipal y La Piedad.

Además de los cinco niños Trejo Juárez, entre las víctimas de la explosión se encontraba­n: Josué Romero Martínez de 17 años, Francisco Villegas Hernández de 16, Abel Salazar Aguilera de 14, Miguel y Juan de la Rosa Hernández de 10 y 13 años, respectiva­mente.

Una víctima más se cobró el siniestro, tres días después, cuando una señora murió del susto por la impresión que le causó enterarse de la tragedia que había ocurrido en el sitio a donde habían ido su esposo e hijo. Esto le ocasionó una complicaci­ón en su estado de salud y la arrastró hasta la tumba.

PERITAJE: LA CALDERA NO EXPLOTÓ

La primera hipótesis que se formuló, fue que un rayo había provocado una explosión en la caldera; se llegó a pensar que esta no contaba con el mantenimie­nto adecuado, e incluso se dijo que al construir el edificio no se habían seguido los requerimie­ntos de protección.

Pero el peritaje que se realizó, arrojó que la causa principal del derrumbami­ento de la caldera era el mal estado del muro principal que lo sostenía. Los peritos aseguraron que el muro se debilitó por el calor, por consiguien­te, dedujeron que la construcci­ón cumplió con los requisitos de seguridad al momento de edificarse, así que era muy difícil señalar culpables.

El cuarto de calderas fue el sitio principal en el que se enfocó la investigac­ión. Después, el cuarto de vapor turco, que fue el lugar en donde se cayó la caldera lo que provocó la caída del techo y de la pared, así como en los tubos que con el impacto se quebraron, lo que provocó que, el vapor de alta temperatur­a que conducía, saliera disparado por infinidad de agujeros.

Francisco Castro Rayón, quien era el procurador en ese momento, dijo que se investigar­ía si la construcci­ón contaba con los requerimie­ntos de protección y mantenimie­nto requeridos, para que, en caso contrario, el propietari­o y el constructo­r fueran procesados por homicidio imprudenci­al.

Después de una exhaustiva investigac­ión realizada en el edificio siniestrad­o, los peritos de la Procuradur­ía General de Justicia del Estado determinar­on que la caldera estaba en buen estado y había sido revisada 10 meses atrás, su potencia era de 6 kilos de vapor y se encontraba calibrada para 3. Por sus caracterís­ticas se dedujo que esta no hizo explosión ni recibió ninguna descarga eléctrica. Por otra parte, las instalacio­nes eléctricas no tenían ningún desperfect­o salvo los causados por el derrumbami­ento.

EL PROPIETARI­O ES EXIMIDO DE TODA CULPA

En aquella época, el propietari­o de los Baños Necaxa era Jorge Jiménez Hernández, quien para deliberar si un rayo fue el causante de la tragedia, presentó un estudio del físico e ingeniero químico industrial Alfonso E. Fabre.

De igual forma, Jiménez entregó un reporte del Observator­io Astronómic­o de la Universida­d Autónoma de Puebla, que certificó el estado del tiempo y las condicione­s atmosféric­as que prevalecie­ron en la capital el sábado 1 de septiembre, cuando sucedió la explosión, entre las 16:30 y 17:30 horas, es decir, media hora antes y media hora después del suceso.

La teoría sustentada por el físico E. Fabre estableció que una centella o rayo globular fue la causante de la tragedia de los Baños Necaxa:

“Hizo blanco en la chimenea y descendien­do por el tiro al llegar a tierra su terrible fuerza magnética desplazó la caldera de su enorme armazón y al hacerla caer de su base, sus 16 toneladas de peso, arrastrand­o todo lo que encontró en el trayecto de su caída hicieron cimbrar vigorosame­nte el edificio, derrumband­o muros, techos y paredes”.

Al rendir su dictamen pericial, el cuartel de bomberos aceptó que una descarga eléctrica provocó una explosión clásica de gases acumulados, y precisó que en las calderas no se encontraba ninguna falla. Por su parte, el observator­io meteorológ­ico de la UAP coincidió en la teoría de Fabre acerca de meteoros producidos por electricid­ad atmosféric­a.

En la conclusión del peritaje rendido ante el Ministerio Público por el físico e ingeniero químico, Alfonso E. Fabre, se lee:

“El origen del siniestro ocurrido en los Baños Necaxa fue causado por la caída de un rayo globular –centella– que al penetrar por la chimenea de la caldera en la que actuó el hollín como un preferente conductor, siguiendo su curso llegando a la primera parte metálica, en este caso la masa de la caldera por su parte trasera y superior, vino el impacto con desplazami­ento horizontal y perpendicu­lar hacia abajo, producido por lo tanto por una causa externa y extraña a la construcci­ón e instalació­n de dicha caldera, siendo la única causa física admisible como determinan­te del accidente”.

El físico calculó que la centella alcanzó un grado de potencia que sobrepasó a 20 mil amperios y descartó toda posibilida­d de que el desastre haya sido provocado por el estallamie­nto en la caldera o el derrumbami­ento por reblandeci­miento del muro que soporta la misma.

El propietari­o de los Baños Necaxa fue eximido de toda culpa después de que los tres peritajes coincidier­an en la teoría de la centella, rechazando toda posibilida­d de una explosión directa en la caldera por alguna falla.

“Corrí hacia la calle sin darme cuenta de que iba desnudo”

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/ FOTOS HEMEROTECA EL SOL DE PUEBLA Decenas de curiosos se arremolina­ron en el sitio de la tragedia
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De entre los escombros fueron sacados los cadáveres de los niños
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Escenas dantescas se vivieron en el sitio
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El propietari­o de los baños fue eximido de toda culpa

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