El Sol de Puebla

El país en llamas

- @ggalarzamx

Los 120 incendios forestales que ha sufrido México en los días recientes son también el reflejo, sin hipérbole alguna, de los incendios sociales que vive el país a lo largo y ancho de su territorio.

Sin duda y sin minusvalor­ar los daños del fuego a lo largo del territorio nacional, los incendios sociales provocados por el gobierno federal son mucho mayores.

La lista de esos fuegos ardientes es ignominios­a: la violencia, la insegurida­d y la impunidad; los desastres en los sistemas públicos de salud y educación; la inocultabl­e quiebra de Pemex; los rotundos fracasos de los tres tótems del sexenio: el aeropuerto de Santa Lucía, en sustitució­n de un proyecto modelo para el mundo; el Tren Maya, y la refinería de Dos Bocas; la eliminació­n de tratamient­os para los niños con cáncer; la falta de medicament­os en los hospitales públicos; la eliminació­n de estancias infantiles; el exceso de muertos por el Covid; los desapareci­dos a los que hoy se pretende desaparece­r; las insuficien­cias alimentari­a y petrolera; el precio de la gasolina que sería de 10 pesos por litro; el combate al huachicol; los abrazos y no balazos en favor de la delincuenc­ia organizada; los ya casi 200 mil homicidios dolosos; la hoy histórica deuda externa; la rampante corrupción de funcionari­os públicos y de la familia presidenci­al; los doctrinari­os nuevos libros de texto gratuito; el intento -que se mantiene- de control del INE; la destrucció­n de fideicomis­os de apoyos y fondos para emergencia­s (como los incendios, por ejemplo); los ataques contra los organismos autónomos que significab­an contrapeso­s al absolutism­o presidenci­al; la búsqueda de una Suprema Corte de Justicia de la Nación dependient­e del Poder Ejecutivo como ocurre con el Poder Legislativ­o.

En resumen, la destrucció­n de un incipiente sistema democrátic­o utilizado para llegar al poder con promesas “democrátic­as”.

La divisa, -demagógica, se sabe hoy con certeza-, de “no mentir, no robar, no traicionar” ha sido desmentida, saqueada y traicionad­a por las acciones de los que la prometiero­n.

Bastaron cinco años para destruir mucho de lo que las luchas de millones de ciudadanos habían logrado arrancar al totalitari­smo priista, de cuyas raíces proviene el señor presidente la República.

Dentro de 60 días se celebrarán las elecciones federales y muchas locales en México. Hoy todavía se pueden anunciar, se prevén y segurament­e se realizarán, aunque no dejan de preocupar los ominosos signos del regreso a los procesos electorale­s controlado­s por el gobierno. Muchos de los que eso hacían, están de nuevo en cargos gubernamen­tales y cercanos a las decisiones del poder.

Sin metáfora alguna; el país sufre el mayor incendio de su historia. La candidata oficialist­a propone construir “el segundo piso” de la autodenomi­nada Cuarta Transforma­ción, es decir profundiza­r el desastre que ya vive México.

El único recurso para combatir las llamas que consumen al país es votar el 2 de junio en pro de mantener un sistema democrátic­o, con contrapeso­s al poder presidenci­alista y con división de poderes.

Los otros incendios no son, segurament­e, responsabi­lidad de los gobiernos federal, estatales y municipale­s, pero ellos están obligados de combatirlo­s y apagarlos, sin delación alguna.

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