El templo de San Diego, historia de fe y devoción
Lo que lo vuelve único es el pozo de agua que yace en su centro, un testimonio silencioso de un evento que se convirtió en una leyenda
En el corazón de la ciudad de Huejotzingo, en el estado de Puebla, se erige el Templo de San Diego, un edificio que no solo es un testimonio de la fe y la devoción de siglos pasados, sino que también guarda en sus paredes y cimientos una historia que ha perdurado a través del tiempo: el milagro del pozo.
Construido en estilo colonial entre los años 1598 y 1600, el Templo de San Diego es una obra arquitectónica que fusiona la elegancia del sillar de cantera en su fachada principal con la espiritualidad que emana de su interior. Sin embargo, lo que realmente hace que este templo sea único es el pozo de agua que yace en su centro, un testimonio silencioso de un evento que se convirtió en el centro de una leyenda arraigada en la tradición local.
El pequeño Alfonso fue sacado del pozo, débil pero milagrosamente ileso, después de pasar varios días sin comida ni agua
Según cuenta la historia transmitida de generación en generación, el milagro que dio origen al Templo de San Diego ocurrió cuando un niño de tan solo cuatro años y medio, llamado Alfonso Martín, desapareció misteriosamente de su hogar en la ciudad de "Guexosingo", como era conocido Huejotzingo en ese entonces. Tras una búsqueda desesperada, se descubrió que el pequeño había caído en un pozo profundo, donde permaneció durante seis días y cinco noches, acompañado únicamente por dos niños indígenas y la presencia reconfortante del santo franciscano San Diego de Alcalá.
La madre del niño, Marti Martín Rodríguez, angustiada por la pérdida de su hijo, se entregó a la devoción y las lágrimas, implorando la intervención milagrosa de San Diego. Según el relato, el niño afirmaba haber sido consolado y protegido por el santo, quien se le apareció en forma de frailecito, diciéndole: "No llores, niño, que ya viene tu madre". Esta visión reconfortante alimentó la esperanza de la madre, quien, tras un día de ferviente oración en el altar del santo, recibió la noticia milagrosa de que su hijo había sido encontrado con vida.
Fue Juan Bernal, un vecino de la ciudad, quien escuchó las débiles voces del niño desde lo profundo del pozo y lo rescató junto con otros lugareños. El pequeño Alfonso fue sacado del pozo, débil pero milagrosamente ileso, después de pasar varios días sin comida ni agua. Este evento extraordinario conmovió tanto a la comunidad que se decidió erigir un templo en honor al santo que, según la creencia popular, había intervenido para salvar al niño.
El Templo de San Diego, construido en dos años, se convirtió en un símbolo de gratitud y devoción hacia San Diego de Alcalá. Su estructura, con planta de cruz y una sacristía, así como su decoración que se ha ido conformando a lo largo de los siglos, reflejan la fe inquebrantable de una comunidad que ha encontrado consuelo y esperanza en la intercesión divina.
Hoy en día, el Templo de San Diego sigue en pie, custodiado por la orden religiosa de los Franciscanos, quienes continúan preservando tanto su valor histórico como espiritual. El lienzo que relata el milagro del pozo, ubicado sobre la puerta de la sacristía, sirve como testimonio de un evento que ha dejado una huella indeleble en la memoria colectiva de Huejotzingo.
Aunque algunos puedan atribuir el milagro a la mera casualidad o a fenómenos naturales inexplicables, para los habitantes de Huejotzingo, el pozo de San Diego sigue siendo un recordatorio de la fe que mueve montañas y del poder de la esperanza en tiempos de desesperación.