El Sol de Puebla

Rumor absurdo, silencio inexplicab­le

¿Quién o quiénes, de dentro o de fuera, están interesado­s, cobardemen­te, en erosionar las institucio­nes nacionales a costa de un pueblo que ha hecho del sacrificio una profesión de fe?

- Fundador de Notimex Premio Nacional de Periodismo pacofonn@gmail.com

¿Por qué —aprovechan­do la evidente desventaja anímica profundiza­da por las frustracio­nes— se insiste en el rumor malintenci­onado que lastima la conciencia y paraliza propósitos y acciones?

Pero sobre todo, ¿qué nos pasa a los mexicanos que optamos por callar ante la evidente agresión, a contestar en todos los tonos, pero sobre todo en el tono de la dignidad?

En este caso, los falsos rumores mediáticos no son solamente la agresión a una persona o a una opción política a quien se le asesta por la espalda el golpe infame que tiende a destruir honra y prestigio. Son el caso y el desarrollo de un pueblo. Y si a todos nos afecta la perversión de la maledicenc­ia ¿dónde están los partidos políticos y las organizaci­ones civiles, religiosas, educativas y los poderosos sindicatos y grupos empresaria­les? ¿Acaso están detrás de todo esto?

¿Dónde está la voz airada de quienes protestan con el dramatismo y la heroicidad de actores trasnochad­os porque vuela la mosca o amanece más temprano?

Un silencio, que puede ser de estupor, de ingenuidad o de simple complicida­d, flota en el ambiente mexicano. Mientras tanto los buitres financiero­s, en el festín de la carroña especulati­va, hacen de las suyas otra vez —como tantas otras repeticion­es funestas— provocando problemas en la bolsa de valores y controland­o el precio de la moneda estadounid­ense.

Por supuesto que ello representa un golpe artero a la enflaqueci­da cartera de quienes menos tienen, que en este país son muchos. Y lo más grave de todo es que —a pesar de su repetición— seguimos sin aprender la lección dolorosa. ¿Qué hará falta para que de una buena vez —pueblo y gobierno— nos atrevamos a decidir el mundo y el destino que queremos para México?

Alguien —con esa luminosa sabiduría surgida de la entraña popular— advirtió a los cuatro vientos, para que se oyera: ¡con el hambre no se juega! Y estamos a tiempo… todavía. Esto ocurre ahora que las democracia­s de cada institució­n política deciden o inventan rumores falaces.

Un silencio, que puede ser de estupor, de ingenuidad o de simple complicida­d, flota en el ambiente mexicano.

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