Alejandra Pimentel
Cada vez se vuelve más evidente que las cosas no van tan bien como nos gustaría creerlo y la gente comienza a despertar a esta realidad, lo observan en la economía al revisar sus bolsillos, en la inseguridad en sus vecindarios, sus negocios y sus ciudades, en la falta de confianza en la palabra entre unos y otros, en el distanciamiento entre padres e hijos que dificulta severamente la educación adecuada para los hijos, en la caída del valor del compromiso matrimonial, en la corrupción en la iglesia y en los servidores públicos, en el incremento del consumo de drogas, alcohol, antidepresivos y la lista podría continuar.
Quienes todavía creen que vivimos tiempos de bienestar social hará falta que observen más allá de su microcosmos para que lo evidente se abra ante sus propios ojos. Todas estas dificultades o crisis de las que hablamos, muy pocas personas comprenden que en realidad se resumen en una sola, la crisis moral.
Hoy en día mucha gente rechaza o niega la raíz moral que tienen nuestras crisis personales, familiares, económicas y sociales, pero eso no anula su realidad. Cabe hacer mención que mucho ha contribuido para este rechazo a la realidad moral, la falta de un cristianismo sabio, congruente y activo, lo cual ya se ha dejado ver en la historia cuando el cristianismo se corrompe la crisis moral corroe a los pueblos dirigiéndolos a su decadencia, pero cuando el cristianismo se purifica provee a los pueblos una base moral fuerte para su sano desarrollo.
No hay persona ni nación sobre la faz de la tierra que pueda escapar a la moral, aún el ateísmo provee una base moral a sus seguidores, así que todo ser humano es guiado por una normatividad moral que le dice lo que es correcto e incorrecto, regulando así su comportamiento individual que impacta directamente en la actividad social; en otras palabras, cada ciudadano dibuja con su comportamiento el paisaje cultural de su nación, por eso al hablar de que todas las crisis que se nos presentan en cascada obedecen a una sola, la crisis moral, es hablar bajo este entendimiento.
Toda base moral que eligen las personas y las naciones para construirse, es puesta a prueba por los resultados que produce, es como la ley en la naturaleza que nos dice que todo produce conforme a su género, plantamos una semilla de frijol obtenemos frijoles, no maíz, de la misma manera, toda base moral sobre la que edifica el hombre produce los frutos propios de la naturaleza de esa base moral.
La moral del libertinaje sexual, del desenfreno de las pasiones más bajas del ser humano, de la envidia, la lujuria, de usar y explotar al otro, del egoísmo, de la venganza, del odio, de avanzar por medio de la trampa, del materialismo, de la degradación de la dignidad humana, esta base moral que ha venido ganando terreno en nuestra sociedad y que continuamente se difunde en las canciones populares, en las películas, en las caricaturas, en los videojuegos, en los programas de televisión, en la literatura, en el arte, en nuestras escuelas públicas y privadas, en los libros de texto, aún en las enseñanzas de la propia iglesia, ¿Por qué ha de extrañarnos que se manifiesten todas estas crisis que nos están gritando que las cosas no van bien?
Si queremos resolver verdaderamente estas crisis en nuestro país, romper con sus manifestaciones cíclicas como ha venido sucediendo desde antes de la conquista de los españoles y después de ésta, necesitamos analizar nuestra base moral.