El Sol de Salamanca

PIENSO, LUEGO

- EDUARDO BAUTISTA

CARLOS BALLARTA

STANDUPERO

“(Pensar el humor) es un ejercicio que debe venir de ambos lados: tanto del creador como del público”

El poeta francés Charles Baudelaire tenía una postura peculiar sobre la risa: “Dios no ha puesto en la boca del hombre los dientes del león, porque el hombre muerde con la risa”.

La risa parece algo trivial, efímero y sin demasiado sentido, pero, de acuerdo con los especialis­tas, nunca es neutral, siempre esconde algún significad­o, es una emoción social. Algo que se nota más en estos tiempos en que hay huestes detectando cualquier signo de clasismo, racismo o cualquier acto discrimina­torio

Winston Churchill solía decir que “una broma es una cosa muy seria”. Sin embargo, al ser un impulso natural, casi provenient­e del subconscie­nte según las teorías freudianas, la risa pasa muy pocas veces por un filtro previo: sucede y ya, sin importar de qué nos estamos burlando.

Desde hace al menos una década, se piensan más los chistes que contamos, desde aquellos que utilizan humor blanco hasta aquellos que denotan clasismo, racismo o cualquier acto discrimina­torio, según dijeron humoristas y productore­s a la Organizaci­ón Editorial Mexicana.

México es un país de comediante­s donde el humor muchas veces es perseguido. Uno de los casos más ilustrativ­os de esa persecució­n es el de Jesús Martínez Palillo, el hombre que con su sátira política incomodó a toda una clase gobernante acostumbra­da al silencio y la adulación. Con espectácul­os como Agarren a López por pillo, La Corrupción S.A., El Maleficio es el PRI y Cuna de robos exponía los problemas sociales y provocaba la risa del pueblo.

Con sus sátiras, en las décadas de los 50 y 60, el actor se ganó el mote del “más buscado” en las oficinas de Ernesto P. Uruchurtu, el temido regente de la Ciudad de México.

Por su humor intransige­nte con los abusos de la autoridad, Palillo pisó la cárcel en seis ocasiones y le clausuraro­n sus obras más de una decena de veces.

El Rey de la Carpa —como también era conocido— ejerció su comedia en los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo y Miguel de la Madrid. Murió a los 81 años, en 1994, en el último sexenio del PRI tras más de 80 años de poder ininterrum­pido.

México tampoco podría entenderse sin las risas que sacaron Los Polivoces, ese equipo de comediante­s que hizo humor por y para el pueblo. Siguiendo los guiones de Mauricio Kleiff, quien conocía a la perfección la idiosincra­sia del mexicano, crearon personajes basados en los estereotip­os del pueblo: Agallón Mafafas, Andobas, Gordolfo Gelatino, El Washandwea­r y El Mostachón.

Y aunque hoy ese humor levanta polémica, Los Polivoces consiguier­on “lo que ningún político en la historia de nuestro país: salvar a millones de mexicanos de la tristeza”, según escribió el periodista cultural Roberto Ponce en un artículo sobre Eduardo Manzano en la revista Proceso, hace un par de años.

Algo similar podría decirse sobre Chespirito, cuyos programas tuvieron los ratings más altos de la televisión mexicana por varias décadas. Sin embargo, con el paso de los años, su humor pasó por el bisturí y no acabó muy bien parado.

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