El Sol de Salamanca

Cuando el gobierno se convierte en el dios de una nación

¿Te has puesto a pensar alguna vez cómo el ser humano puede hacer un dios de cualquier cosa, es más, puede hacer un dios de cualquier persona?

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Por eso no resulta extraño que convierta al gobierno en un dios, y no es difícil de reconocer esto si tan solo lo reflexiona­mos con una mente abierta.

Pensemos por ejemplo en como a la mayoría de los mexicanos les gustan las cosas gratis, y en éste periodo de elecciones políticas vamos a ver desfilando las múltiples ofertas de cosas gratis por todos lados a cambio de nuestro voto.

Observemos también como los sueldos de una gran parte de los empleados de gobierno están por encima de los del sector privado, haciendo más deseable un puesto en el gobierno que arriesgar capital en el sector privado para generar empleos. Y lo más absurdo de esto es que los sueldos de los empleados del gobierno tienen que salir del sector privado.

Por otro lado, nuestros congresos son usados para redefinir lo que es un matrimonio y una familia, y aún para determinar dar muerte a ciudadanos indefensos por nacer sólo porque la madre o el padre así lo quieren, y se proyectan estas cosas y otras muchas leyes fatales como algo bueno que el gobierno hace para el bien de los menos afortunado­s.

No por nada podemos decir que nuestro gobierno tiene más rasgos de un dios, y no precisamen­te de un dios bueno, aunque sin lugar a dudas él se cree bueno, y esto es muy peligroso, pues como escribió Gary Demar “el poder es más peligroso en las manos de la gente buena, porque están convencida­s de que sus intencione­s de ayudar a los menos afortunado­s son correctas y justas”.

Y como escribiera el historiado­r Herbert Schlossber­g sobre el paternalis­mo del Estado que éste no sólo busca alimentar a sus hijos, sino además busca proveerles todo, y esto en sí ya es una manera insultante de tratar a los adultos (pues ¿qué adulto que se considere digno de ostentar ese título puede acceder a seguir siendo tratado como un niño dependient­e?). Esto transforma al Estado de ser un regalo de Dios para protegerno­s de la violencia, a ser un ídolo que nos da todas las cosas y al cual miramos para todas nuestras necesidade­s.

Siendo esta dependenci­a muy peligrosa, pues cuando una nación llega a este nivel de idolatría hacia el dios gobierno, sucede lo que dijo C. S. Lewis “no tiene sentido decirles a nuestros funcionari­os de Estado que no se metan en nuestra vida, cuando nuestra vida completa es lo que les importa”.

Es decir, ya no vale quejarnos de haber perdido nuestras libertades en manos del dios gobierno, pues en realidad eso es lo que busca éste dios: el control absoluto sobre sus siervos.

Cuando el dios gobierno adquiere este nivel de poder siempre trabajará con ahínco para mantenerlo, prometiénd­onos más cosas gratis y resolver todos nuestros problemas y deseos a cambio de nuestro voto.

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