Sin rifles para este frente
El papel central que la le ha dado a las fuerzas armadas dentro de la vida civil de México le está ubicando en una posición para la cual está pobremente entrenada.
La arena a la que me refiero no es el combate, la seguridad, la construcción, el reparto de vacunas o la ingeniería. Aunque problemática desde un sentido político, la presencia de las fuerzas armadas en dichas áreas tiene argumentos válidos de habilidad y probada experiencia.
Me refiero más bien al campo de la crítica y la transparencia. Con éstas el Ejército y Marina no llevan una buena relación.
Y se entiende. Cuando se habla de seguridad nacional y labores de inteligencia, la secrecía y el uso de la fuerza legítima son herramientas válidas.
Sin embargo, la cosa se complica cuando el Presidente redobla la apuesta de sacar a los soldados de los cuarteles, otorgándoles el control de la Guardia Nacional, y también los convierte en los arquitectos y obreros de las más importantes infraestructuras de este Gobierno.
Los eventos más recientes respaldan lo que le refiero.
Apenas el domingo pasado dos personas resultaron lesionadas luego de que integrantes de la Guardia Nacional en Ocotlán, Jalisco, dispararon en contra de manifestantes, quienes se habían inconformado por presuntos abusos cometidos por los elementos. Hecho muy grave que requiere correcciones inmediatas.
También está la avalancha de críticas desde la población civil publicada hacia el Ejército luego de las filtraciones hechas por los Guacamaya Leaks. Éstas manifiestan unas fuerzas armadas mal preparadas en algunos ámbitos de seguridad como las aduanas, coludidas con criminales en algunos casos y, sobretodo, incapaces de resguardar información digital sensible.
Han sido semanas de pesadilla si se añade la factura endosada al Ejército y la Guardia nacional por el descontento ante el recrudecimiento de la violencia en algunas partes como Guerrero, Zacatecas o Jalisco.
Los mandos de las fuerzas armadas no son insensibles ante el clima de desaprobación de algunas voces civiles hacia sus labores. Puede inferirse que al menos se vive un malestar.
Apenas Luis Cresencio Sandoval, titular de la Sedena, canceló una reunión con legisladores sobre el hackeo a la dependencia, debido a que presuntamente Sergio Barrera, diputado de Movimiento Ciudadano, envió una carta en “términos irrespetuosos”.
Dicha carta invitó al general con lenguaje obsequioso, y sin duda dentro de los márgenes del respeto, a generar un “ejercicio abierto y de rendición de cuentas hacia los ciudadanos”, y no una reunión cerrada en las instalaciones de la Sedena como ésta había pedido.
El legislador se pronunció en contra del formato establecido para el encuentro y consideró que éste podría ser “una excelente oportunidad para abrir el dialogo entre la Sedena y el Congreso, además de escuchar sus explicaciones y acciones para mejorar tras el incidente en cuestión”.
El general respondió mandando por un tubo a los legisladores pues donde manda capitán, no manda marinero.
El panismo habrá enviado al Ejército a batallar con narcos, sin embargo, el morenismo lo está mandando a lidiar con los periodicazos.
Si las fuerzas armadas no tenían un marco jurídico para una mayor injerencia en la vida civil, mucho menos tenían un plan para lidiar con las tareas de una comunicación efectiva y de calidad sobre sus labores, así como de sus errores.
Este hecho se agrava cuando el Presidente es la única voz de este Gobierno dentro de su modelo de comunicación política. Ahora éste tiene que solapar la negativa de las fuerzas armadas para explicarse.
Es claro que para los generales resulta irrespetuoso un llamado desde la población civil para la rendición de cuentas. Se entiende una postura así por parte de los hombres de armas, quienes se juegan el pellejo y el nombre diariamente; sin embargo, preocupa.
Nadie quiere un Ejército fastidiado de los representantes civiles y la población que los cuestiona.