El Sol de Salamanca

Los hijos necesitan amor para ser felices

Si una

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pareja, un matrimonio, no se ayuda mutuamente en el cuidado y educación de los hijos y en las responsabi­lidades del hogar, jamás van a salir adelante. De puro amor no se vive, hay que tener prioridade­s, objetivos y metas conjuntas.

Una gran bendición y regalo que nos da el Señor son los hijos, si Él quiere que ellos lleguen a nuestras vidas. Hay que cuidarlos, amarlos, respetarlo­s, convivir con ellos, dándoles tiempo, atención y prioridad, pues crecen muy rápido. Indudablem­ente en el matrimonio hay que hacer de todo, compartir actividade­s y muchas veces saber los momentos en que debemos ceder en situacione­s que requieren más tacto y sentido común. Realmente el matrimonio es todo un arte saberlo llevar.

Cuando uno decide contraer matrimonio, es porque en verdad amamos a la persona que compartirá nuestra vida y la llama del amor se enciende en todo su esplendor, sabiendo de antemano que esto implicará muchas cosas, incluyendo la llegada de los hijos y es por ello que no debemos dejar que esa llamita se extinga, porque entonces veremos que la luz que había llegado para iluminar nuestro caminar conjunto, podrá en unos instantes obscurecer nuestra visión que nos permitía caminar.

Reconozco que los hijos son una bendición y un gran regalo que nos ha llegado por parte del Dador de Vida y también reconozco que la llegada de ellos viene a transforma­r nuestra existencia, porque cambia radicalmen­te lo que queríamos y deseábamos antes de su llegada, siendo siempre para bien, cuando se espera la llegada de éstos. El Señor nos da ese regalo y esa responsabi­lidad, y, sin darnos cuenta, el esposo regala a la esposa y la esposa regala al esposo la dicha de compartir la responsabi­lidad de tener un hijo producto del amor que se fue fortalecie­ndo poco a poco, con el apoyo, la comprensió­n, la confianza.

En la relación de pareja siempre se tiene un gran camino para recorrer y recomienza con la llegada de los vástagos, porque ellos nos enseñarán lo que nunca nos pudimos haber imaginado, y, por igual, nos irán acompañand­o en los sueños por lograr.

No hay duda alguna que también las parejas, cuando ambos despiertan, podrán tener dos cosas por hacer, siendo la primera apagar el despertado­r y volverse a quedar a dormir en cama o, como segunda opción, levantarse juntos y lograr sus sueños.

La llegada de los hijos nos hará ser más responsabl­es con nosotros mismos, con nuestra esposa o pareja y nos dará la oportunida­d de sonreírle a la vida, dando gracias al Creador por tan hermosa bendición.

La presencia de los hijos debe ayudarnos a vivir intensamen­te nuestra encomienda como padres. Es cierto que nuestros hijos necesitará­n de nosotros, pero para ser felices necesitará­n mucho amor, cuidados, confianza y seguridad, observando todo ello en la actitud y convivenci­a de sus padres.

El ejemplo que den los padres a sus hijos, desde los primeros días de vida, será fundamenta­l para cuando los hijos crezcan. Nadie es hijo hasta que no es uno padre. El Señor los bendiga.

El Señor nos da ese regalo y esa responsabi­lidad, y, sin darnos cuenta, el esposo regala a la esposa y la esposa regala al esposo la dicha de compartir la responsabi­lidad de tener un hijo producto del amor.

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