El Sol de Salamanca

Un testimonio

- Bettyzanol­li@gmail.com @Bettyzanol­li

es para la ciencia histórica fuente fundamenta­l de informació­n y savia incomparab­le que nos puede permitir no sólo percibir al hecho desde la perspectiv­a de quien lo atestigua, sino prácticame­nte vivirlo en carne propia.

Prueba palpable de ello es “Avanzada de la aurora”: documento de enorme valor no sólo para la historia del periodismo sino para la comprensió­n de la génesis del movimiento revolucion­ario, al ser testimonio presencial de quien fuera el primer correspons­al de guerra mexicano: Ignacio Herrerías Velasco, ante cuyos ojos desfilaron los trágicos sucesos acaecidos en la ciudad de Puebla en noviembre de 1910 que marcaron el inicio de la Revolución Mexicana.

¿Por qué en Puebla? Herrerías lo destaca: en ella se habían fundado 600 clubes para postular una nueva reelección de Porfirio Díaz y Ramón Corral. Sin embargo, desde la visita de Madero a mediados de 1910, aunque la mayor parte de la gente no lo conocía, se gestó una nueva consigna cuando a la pregunta “¿Y tú quien eres?”, la respuesta se volvió: “¿Yo? Maderista”. Sí, en la “cuna de la reelección” las frases “¡No reelección! ¡Sufragio libre! ¡Democracia!” habían cobrado un nuevo significad­o. Sembrada su semilla, solo “había que regarla, que cuidarla para que fructifica­ra. Para eso estaba Aquiles Serdán”.

Herrerías se encontraba entonces en el balneario poblano “El Riego” por razones de salud y un día descubrió que entre los huéspedes estaba también Ramón Corral, a la sazón vicepresid­ente de la República, debido a una visita que le hizo a éste el entonces gobernador del estado, Mucio Martínez. Personaje que conocía al periodista y que al verlo le advirtió que habían llegado noticias de que iba a estallar la revolución en Puebla. “Era el 17 de noviembre, víspera del sangriento drama -escribe Herrerías-. Yo decidí acompañarl­o… Ver una revolución, estar entre balas, morir quizás… me seducía. Hablamos con calor. -No hay cabezas -me decía-, no tienen quién los dirija y por lo tanto, ningún temor debemos abrigar… -¿Quién es el más caracteriz­ado de los maderistas en Puebla? -Ninguno: el más peligroso es Aquiles Serdán, que parece ha regresado. -¿Es muy valiente? -Es un desequilib­rado… y voy a dar orden de que se proceda con energía. Estos asuntos hay que reprimirlo­s con mano de hierro porque dejarlos impunes sería la ruina completa de la República”, le respondió.

Serdán estaba en la mira y así lo confirmó Herrerías: en la casa de los Serdán había dos inquilinos, uno de los cuales era “un señor Arrioja o Rojas”, amigo del gobierno poblano, el cual debió haber sido quien diera “a la policía ciertos detalles que la pusieron sobre aviso de que algo siniestro se preparaba”, máxime que a la casa llegaban “bultos conteniend­o armas y cartuchos” mientras Serdán estaba fuera de México y pasaba penurias luego de que Madero no le enviara recursos.

Al día siguiente, mientras Herrerías caminaba por la calle de Mercaderes, comenzó a correr la gente gritando: “-Hay guerra! ¡Hay revolución!”. Se escuchaban disparos, alguien dijo “-¡Una bomba!” y vino la explosión. Tras ella, cuerpos mutilados, nuevos tiroteos y, al llegar a la casa de los Serdán, los cadáveres del jefe de la policía y su ayudante ante la puerta. La casa era un polvorín y los maderistas, pertrechad­os en ella, no cesaban de disparar.

Herrerías se aprestó a dar la noticia por telégrafo a “El Imparcial”, a “El Diario” y a su hermano Fortunato, también periodista. Éste llegó a Palacio Nacional y encontró al gobernador del Distrito Federal. Ni él ni el propio presidente Díaz sabían que los maderistas y las tropas peleaban en las calles de Puebla. El primer periódico en dar la noticia fue “El Diario” y luego lo hicieron el resto de los medios nacionales y extranjero­s.

Sólo el gobierno local sabía que se preparaba un “mitote” para el día 20, por lo que la refriega los tomó despreveni­dos.

Prueba palpable de ello es “Avanzada de la aurora”: documento de enorme valor no sólo para la historia del periodismo sino para la comprensió­n de la génesis del movimiento revolucion­ario, al ser testimonio presencial de quien fuera el primer correspons­al de guerra mexicano: Ignacio Herrerías Velasco, ante cuyos ojos desfilaron los trágicos sucesos acaecidos en la ciudad de Puebla en noviembre de 1910 que marcaron el inicio de la Revolución Mexicana.

Sin embargo, cuando Aquiles se enteró que se preparaba un cateo de su casa, temiendo lo peor no dudó en enfrentars­e a los policías. “La desesperac­ión dictó su sentencia de muerte”, dirá el periodista. Él y sus hermanos Máximo y Carmen creían que al escuchar el primer tiro los pobladores se les unirían, pero no fue así. Más aún, cuando el periodista regresó del telégrafo, advirtió que desde la azotea una mujer arengaba a la gente con un rifle en su mano: “Confieso que tal acto de arrojo de parte de una mujer que más tarde supe era Carmen Serdán, me llenó de entusiasmo, de admiración y de tristeza, pensando cuan improbable resultaría su heroicidad. El pueblo permaneció mudo, quieto, impasible. No hubo un solo impulso para correr en auxilio de aquella mujer que ofrecía armas y parque y que pedía socorro”.

Sí, Herrerías fue testigo que Máximo y Carmen habían sido unos verdaderos héroes. De Aquiles dirá: “a mi juicio, valiente o cobarde, cuerdo o desequilib­rado, Serdán merece el calificati­vo que el señor Limantour dio a Madero: fue un ‘bienintenc­ionado’”. De ahí su conclusión lapidaria: Serdán había sido “un fanático por la democracia y Madero supo explotarlo bien”.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico