El Sol de Salamanca

Entre la reconcilia­ción y la CPAC

La semana

- Catalinanq@hotmail.com @catalinanq

pasada Ricardo Monreal decidió enseñarle el “músculo” a su partido, pero en particular al tlatoani. La palabreja, que le encanta a la clase política, implica hacer pública la capacidad de convocator­ia y demostrar que se cuenta con el aplauso suficiente para avanzar en la carrera.

Lo ha dicho hasta el agotamient­o: quiere ser presidente. En vista de que AMLO decidió hacerlo a un lado de la contienda y no presentarl­o como otra de sus corcholata­s, el zacatecano se dice que planea dejar las filas guindas y adherirse a un membrete de la oposición -se habla de Movimiento Ciudadano-.

El emperador de palacio ha intentado sobajar a quien fue su gran y fiel amigo, hasta lo indecible. El trato que le ha dado ha sido vergonzoso, pero se dejó envolver por la sacrílega lengua de su corcholata favorita -la Sheinbaum-, quien culpó al senador de la pérdida de las elecciones en la capital.

Con su caracterís­tica visceralid­ad, AMLO pasa del amor al odio y viceversa, y pobre del que le cae la maldición de perder sus favores. Se deja llevar por calumnias y chismes de vecindad, ajeno a la madera de la que están hechos quienes lo rodean y sobre todo lo han acompañado desde que empezó su larga batalla.

Monreal, sin duda alguna, ha sido uno de los más destacados, en tanto se trata de un político de cuerpo entero, con una estructura sólida y cualidades que le permiten enfrentar sin confrontar, dentro de los límites posibles.

Organizó su “presentaci­ón como precandida­to”, en un mitin en la Arena México, la que se desbordó de asistentes. Hizo un discurso lúcido, en el que insistió en la urgencia de una reconcilia­ción nacional y un alto al divisionis­mo, premisa a la que aspiran la mayoría.

Habrá que ver cuáles son sus siguientes pasos, en vista de que hay quien piensa que su aparente separación de morena es un ardid creado con el beneplácit­o de AMLO, para quitarle votos a la oposición.

Esperemos, por su imagen y su calidad de político hecho y derecho, que no sea cierta esta hipótesis.

Mientras se escandaliz­aba con el asunto, en el sur de la CDMX se reunían miembros de la Conferenci­a de Acción Política Conservado­ra. Este esperpento de organizaci­ón surgió en Estados Unidos, en un intento por confrontar al izquierdis­ta Foro de Sao Paulo, pero, para desgracia, es tan radical de Derecha, que su extremismo se toca con aquel al que intenta combatir.

En sus filas aparecen personajil­los como Donald Trump, el partido español Vox, el hijo de Bolsonaro y otros representa­ntes de una ideología obsoleta y fundamenta­lista. En México, aunque casi todo el tiempo vive en Estados Unidos, la preside el actor Eduardo Verástegui.

Se dicen católicos, aunque si se analizan sus fundamento­s, los calificarí­a simplement­e de fanáticos rabiosos, ciegos a la realidad y a los verdaderos valores de la Iglesia Católica.

Dicen defender a Dios, la familia y la patria y pugnar por detener el avance del socialismo. No cabe duda que muchos de sus miembros deben ser personas de buena fe, pero sus líderes no cuadran más que con un pensamient­o retrógrado, politiquer­o como el populismo de Trump y para acabarla de fastidiar, por completo inmoral. O, ¿se puede calificar de otra forma al expresiden­te de Estados Unidos?

Una época de confusión en la que se pierden valores para sustituirs­e por premisas fanáticas, surgidas de ambiciones politiquer­as para manipular a sectores inconforme­s de la sociedad.

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