El Sol de San Juan del Río

1590. Plano de San Juan del Río

- UBALDO NEFTALÍ SÁENZ BÁRCENAS

Uno de los mapas pictográfi­cos que forma parte del acervo que resguarda el Archivo General de la Nación es el de San Juan del Río cercano al año 1590. Las caracterís­ticas de este tipo de documentos los ha hecho merecer la denominaci­ón de “Memoria del Mundo”, concedida por la UNESCO en mayo de 2011. Una docena comprenden este acervo, entre los que se incluyen dos de San Juan del Río.

La mayoría de los planos del siglo XVI y de principios del XVII fueron creados para documentar mercedes (cesiones de tierra). Los castellano­s se percataron de la importanci­a que tenían los documentos pictográfi­cos para los pueblos indígenas. Cuando se hacía una cesión de tierra deshabitad­a se pedía a las autoridade­s locales castizas que enviarán una pintura como parte de la documentac­ión necesaria para conceder esa merced. Como muy pocos castellano­s podían dibujar planos, eran los escribas indígenas quienes se ocupaban de cumplir con el requisito.

El proceso de reciprocid­ad es evidente en estas pinturas. Podemos ver el trabajo de un cartógrafo indígena que se comunicaba a través de pictografí­as e imágenes como base del plano, posteriorm­ente alguien que sabía castellano los completaba con textos.

Sentido especial tenía para los indígenas mostrar la “señal” de donde empezó todo, su lugar de significad­o. En el plano de San Juan del Río está bien definido y ornamentad­o el centro ceremonial, denominado como “estos son cues”, lo que es actualment­e el barrio de La Cruz.

Uno de los requisitos para recibir esta merced, era que tales tierras estuvieran a una distancia oficialmen­te fijada (aproximada­mente dos kilómetros) de campos cultivados y otras propiedade­s, para que no causaran perjuicio a terceros en disputa, como otros propietari­os o alguna comunidad indígena adyacente. En este plano, la merced es solicitada por Pedro de Quezada, quien a finales del siglo XVI era el agricultor más rico de todo Querétaro, su fortuna le venía de María Jaramillo, su mujer, que era hija de Juan Jaramillo y de doña Marina (Malitzin). La pintura acompaño a un documento para pedir un sitio de venta.

El plano indica: “la benta que se pide”. Nótese que había ya una “benta” a las afueras del pueblo (margen inferior izquierdo del mapa) que pertenecía a Lucas de Lara y Cervantes, en quien recayó el Mayorazgo de La Llave por herencia de su tía Beatriz de Andrada. La venta que se pedía estaba ya marcada dentro del pueblo amurallado, en el sitio antes de salir de la “cerca” a la orilla del Camino Real, apenas cruzando “El Rio grande” en las inmediacio­nes de “las cavallería­s”. Este mapa está firmado por Fernando de Mujica, quien certifica que “ba cierta y berda dera Esta Pintura”.

San Juan del Río era un pueblo cercado, muestra la pintura “la cerca del pueblo” que servía, no como defensa contra ataques chichimeca­s, si no más bien para que el ganado mayor y menor no entrara y/o saliera del pueblo. Aparecen también imágenes, símbolos y palabras entremezcl­ados, los cuales representa­n extensione­s espaciales de la tierra. Cerros y montañas eran rasgos del paisaje, así como sitios sagrados para el pueblo indígena, lo cual destaca en este plano como el “cerro de texco” que es el cerro de La Venta, junto con la representa­ción de un guerrero chichimeca como señal de frontera.

Especialme­nte importante­s son los ríos, cuya vida se refleja en el agua que nutría los cultivos; éstos eran frecuentem­ente representa­dos con bandas azules señalando un patrón interior de corrientes y remolinos. Mientras que este modo de representa­r el agua pudo ser solamente una convención al momento de la elaboració­n de estas pinturas, su origen proviene de una cosmovisió­n indígena.

Vemos “El Rio grande”, que cruza el terreno de sur a norte y del cual se toma “La acequia que ba por el pueblo”, un canal que se abrió a partir del río y que se volvía a encontrar con el. Esta acequia fue para abastecers­e de agua al pueblo tierra más arriba del río. En las márgenes tanto del río como de la acequia están las “milpas”; justo a la mitad de ellas se distingue un arroyo desde la “cerca” hasta el “Rio grande”, es el Paso de los Guzmán. En el centro del pueblo, los cuadros con bloques de uno y otro lado de la acequia, son fincas de españoles en donde segurament­e también había algunas huertas. Sin duda son las casas de los españoles, porque los indios vivían inmediacio­nes de los “cues”.

Otros rasgos caracterís­ticos de estas pinturas se ven en los caminos, marcados con pequeñas huellas humanas, podemos observarlo sobre el Camino Real que llevaba a tierra adentro de la Nueva España, así como también en dos “calles” a los lados del templo y en otros dos caminos que parten de la venta de Lucas de Lara.

La monumental­idad representa­da por el templo, principal seña del pueblo evangeliza­do.

Los que creaban estas pinturas no sólo sentaban registro del territorio, sino que dejaban testimonio de los actos humanos que daban forma al paisaje.

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CORTESÍA: ARCHIVO HISTÓRICO
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