El Sol de San Luis Potosi

BENDITO Y REAL AMOR!

- ALTAGRACIA NOLASCO Comentario­s: altagracia_155@hotmail.com

Un sabio maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que se declaraban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentab­an que el romanticis­mo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando ésta se acabe en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio. El maestro los escuchó con atención y después les relató un testimonio personal:

-Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno cuando sufrió un infarto y cayó. Mi padre la alcanzó y levantó como pudo, y casi a rastras la subió a la camioneta y a toda velocidad condujo hasta el hospital mientras su corazón se despedazab­a en profunda agonía. Cuando llegó, por desgracia ella ya había fallecido. Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida y casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él y en un ambiente de dolor y nostalgia, recordamos hermosas anécdotas.

El pidió a mi hermano teólogo que dijera alguna reflexión sobre la muerte y la eternidad. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte. Mi padre escuchaba con gran atención. De pronto pidió: -Llévenme al cementerio.

-Papá- respondimo­s. ¡Son las once de la noche! ¡No podemos ir al cementerio ahora! Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo: ¡No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa durante 55 años!

Se produjo un momento de respetuoso silencio, y no discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador y, con una linterna llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, lloró, oro, y nos dijo:

-Fueron 55 años. ¿Saben? Nadie puede hablar del amor verdadero, si no tienen idea de lo que es compartir la vida con una mujer así. Hizo una pausa y se limpió la cara. -Ella y yo estuvimos juntos en todo. Alegrías y penas. Cuando nacieron ustedes, cuando me echaron del trabajo, cuando ustedes enfermaban, ¡siempre estuvimos juntos! Compartimo­s la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otrola partida de seres queridos, rezamos juntos en la sala de espera de varios hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos y perdonamos nuestras faltas… hijos ahora se ha ido y estoy muy contento, ¿saben por qué? Porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor, de enterrarme y quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso y le doy gracias a Dios. ¡La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera…

Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló: -Todo está bien hijos, podemos irnos a casa, ha sido un buen día.

Esa noche comprendí lo que es el verdadero amor y dista mucho del romanticis­mo y no tiene nada que ver con el erotismo. Más bien es una comunión de corazones que es posible porque somos imagen de Dios. Es una alianza que va mucho más allá de los sentidos, y es capaz de sufrir y negarse cualquier cosa por el otro.

Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universita­rios no pudieron debatirle. Este tipo de amor les superaba. Y aunque no tuviesen la valentía de aceptarlo de inmediato, sabían que estaban ante el amor verdadero. El maestro les había dado la lección más importante de sus vidas.

Esta hermosa reflexión que hoy entrega “El Sol de San Luis” a sus fieles lectores, la cual forma parte de las compilacio­nes del padre Fernando Castro Villanueva, nos enseña que el Amor verdadero, como tal, es el más grande y bendito regalo que Dios entregó a la humanidad. Pero encontrarl­o, es algo así como sacarse el premio gordo de la lotería.

La Altilla desea que todos los habitantes del planeta Tierra, encuentren ese sublime y eterno Amor que brilla e irradia su luz por el mundo, porque entonces la vida de Juan Pueblo y María Ciudadana sería resplandec­iente, sin sombras que la eclipsen. ¡Qué así sea!

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