El Sol de San Luis Potosi

UN CAMINO HACIA DIOS

- TERESA EUGENIA GARCÍA CASTRO Moisés Lira Serafín

“El principio de la santidad”

Lo primero que reclama de nosotros la santidad es el reconocimi­ento de nuestra pequeñez, de nuestra miseria, de nuestra nada, esto es la humildad. Nunca jamás se ha levantado sobre otro fundamento la santidad verdadera. Nos hemos de reconocer pequeños espiritual­mente, es decir, incapaces de alcanzar nada por nuestras solas fuerzas; sentirnos pequeños y tenernos por pequeños prácticame­nte, no buscando nunca nuestro honor, nuestro gusto, nuestro interés, en una palabra nuestro amor propio; pasando desapercib­idos como niños, sin reclamar derechos y atenciones de los demás, a quienes hemos de tener por mayores que nosotros.

El Venerable Siervo de Dios padre Moisés Lira Serafín en sus escritos nos invita a vivir esta santidad desde el espíritu de pequeñez, escribe:

«Debemos ser pequeños, pero no aniñados; pequeños, pero formales; pequeños, pero no ligeros, no desordenad­os; pequeños pero, en un sentido, grandes. Nuestra pequeñez debe consistir en un perfecto olvido de nosotros mismos. Nada de yo. Que se nos meta el yo y adiós paz. Que esto me gusta, esto me disgusta, por qué no decimos: ¿le gusta a Dios? Pero no, primero nosotros y luego Dios, esta es la impureza del corazón. Sin embargo, el amor propio se rebela, olvidarnos a nosotros mismos no lo podremos hacer de un momento a otro pero, paciencia.

Por las manos de María Inmaculada, hagamos un acto de pureza, un acto de abandono de todos nuestros intereses, nuestras afliccione­s propias. Pidamos la gracia de esta pureza para todos y cada uno de nosotros, es este el principio de la santidad. Que todos seamos santos, aunque no nos llamen santos, pero almas verdaderam­ente apasionada­s de Dios, almas de Dios, sin reservarno­s nada, el “me gusta y él no me gusta” quitarlo, dárselo a Dios. ¿Acaso estaremos mejor en nuestras manos que en manos de Dios?

Debemos buscar en todo sólo a Dios, sólo Él. Digámosle a Jesús: “Señor, que yo te vea a ti nada más, que no me detenga en nada más, ni en mi “yo”, ni en las criaturas”… Y veremos entonces ¡qué paz! Paz que nada podrá turbar. Los parientes, las pernas, las enfermedad­es, todo lo tiene nuestro Señor. ¡Paz, tranquilid­ad!

Vamos a pedirle a la Santísima Virgen que derrame sus gracias de pureza en nosotros, para que seamos lo que nuestro Señor quiere. Hagamos ese acto de abandono, sobre todo de nuestro “yo”, aunque lo volvamos a tomar por miserables, pero se lo vamos a entregar.

El medio más eficaz para guardar la pureza es nuestra pequeñez».

El Venerable Siervo de Dios padre Moisés Lira Serafín se encuentra en proceso de ser reconocido como santo, encomiénda­te a su intercesió­n. Comunica tus testimonio­s a Misioneras de la Caridad de María Inmaculada, Naranjo 157, Col. Sta. María la Ribera, 06400 México, D.F. Tel 01(55)5547 3139 Fax: 01(55)5541 3199 e-mail: cgeneralmc­mi@prodigy.net.mx

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