El Sol de San Luis Potosi

Tiempo de pescadores

“Con toda la mar detrás”

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En “El viejo y el mar“, Ernest Hemingway relata la historia de Santiago, un viejo pescador pobre en un pueblo costero de Cuba. Es un hombre mayor que está solo luego de la muerte de su esposa. Su único amigoacomp­añante en su búsqueda diaria de peces es Manolito, un niño que se siente vinculado a él por afecto y solidarida­d.

El viejo ya no pesca. Ha entrado en una racha en la que los peces no caen en su red a pesar de que todos los días, de madrugada, sale al mar para conseguir algo. Pero nada. Ya no captura aquellos suculentos peces. La tristeza, la depresión y la soledad lo agobian. Una madrugada decide salir al mar, lejano en su pequeña barca. Manolito no lo acompaña pues sus padres no lo dejan. Va solo.

Luego de mucho tiempo, de horas eternas, sed y casi fracaso, cae en la red un gran pez espada; un enorme pez con el que tiene que luchar con todas sus fuerzas para conseguir dominarlo; no son muchas. Aun así, lucha y se sostiene ante los empellones del pez que confronta violento al pescador. Es fuerza a fuerza. Hombre y pez. Es el orgullo de uno y la arrogancia del otro. Es la dignidad y la fuerza.

Después de la dramática lucha, el viejo domina al pez e inicia el regreso a tierra. Pero al regreso aparecen los tiburones que poco a poco devoran a la presa, acaban con ella y con el sueño del viejo pescador que regresa, pero al llegar al pueblo ya sólo trae el esqueleto de lo que fue aquella enorme bestia. Regresa sin ella, pero ha recuperado la dignidad, la fortaleza y el orgullo porque aún puede luchar, respirar, triunfar.

Y eso es. Es la vida de los pescadores en todo el mundo. Es la lucha del hombre y el mar, el mismo mar que todo lo da, pero que también todo lo exige; ese mar que lo mismo es sueño, emoción, tranquilid­ad, como peligro y furia. Y están ahí, los pescadores en algo que aman hacer pero que tiene sus costos, sus altibajos y, sobre todo, la incertidum­bre diariadiar­ia del “ojalá hoy sea un buen día”.

Por supuesto hay la pesca industrial, la de los grandes barcos que arrasan con las especies marítimas y que levantan toneladas en un solo jalón. Pero también hay la pesca, digamos, artesanal, la de los pescadores en sus barcos únicos en los que navegan con una tripulació­n mínima y los aditamento­s básicos, como redes, sebos, brújulas, elementos de seguridad básica…

Es la pesca de subsistenc­ia, la pesca de vida, la del todos los días 24 horas, la de los hombres del mar en soledad y a distancia de su familia, la pesca de las noches en vela `en altamar y mirando al cielo', la del terror a lo que pueda ocurrir… a los vientos altivos, al oleaje altanero…

Muchos pescadores han encontrado que la vida en el mar no es esa sabrosa vida, pero sí más intensa, dramática… y feliz. Muchos han perdido la vida en su lucha con el mar para obtener la mejor veta. Algunos han naufragado. Algunos regresaron. Muchos no. Cada día salen al mar en sus barcos, con su pequeña tripulació­n, miran al mar y se persignan para tener su beneplácit­o, su complacenc­ia y su salvación.

“Mirad ahí van, mirad ahí van, los que en tierra firme no saben andar que beben vino y no saben nadar, porque el destino no les quiso enseñar. Miradlos bien, miradlos bien, son 37 y antes eran cien…”

(Con toda la mar detrá, Patxi Andión). Y sí: han sido pescadores antes de nacer y son gente libre, porque libre los hace la libertad de su vida, del viento, del oleaje, de la lucha, de la soledad… y el sabor a sal en la boca.

Sólo ellos saben lanzar las redes al mar, medir, luchar, saber cuándo y cómo, arriesgars­e en aguas profundas o lejanas, mantener en orden la navegación, cuidar los vientos y al oleaje, cuidar unos a otros, guardar silencio interminab­le. Todo este esfuerzo no lo hace cualquiera: El mar es su vida y navegar es su día a día, con ilusión y enorme trabajo.

México tiene poco más de 11 mil kilómetros de litorales en donde hay 12 por ciento de la biodiversi­dad mundial y habitan 2 mil especies endémicas, según informe de la Comisión Nacional de Acuacultur­a y Pesca en noviembre de 2019.

Según informe, al 2 de octubre de 2020 la población de pescadores de México es más numerosa y productiva en el noroeste: En las costas de Baja California, Sonora, Sinaloa y Nayarit, y menor en el resto del litoral del océano Pacífico, en Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas.

Hay más de 162 mil hombres y mujeres dedicados de forma directa a la actividad pesquera en México, los que capturan distintas especies hasta en 2 millones de toneladas anuales, de las que destacan la sardina, camarón, mojarra y atún; cintilla, conejo, lebrancha, jurel, cojinuda, besugo, sierra, peto, cazón bandera, trucha, bagre, carpa, jolote y lobina negra, entre muchas otras.

Y aunque el aporte al Producto Interno Bruto resulta bajo en contraste con otros sectores, el de la pesca beneficia a microrregi­ones de distintos estados de la república.

Sonora es el estado con mayores produccion­es pesqueras. Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Colima, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Oaxaca, Quintana Roo, Sinaloa, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz y Yucatán también cuentan con flotas pesqueras y cultivos de especies (acuacultur­a), aunque no todos hacen una contribuci­ón económica y laboral similar. (v. “Panorama de la pesca en

México I”). Son 17 estados de la república con actividad pesquera en litoral.

`Son dos tipos de flotas que muestran de qué manera se pesca en el país. La industrial utiliza barcos con una capacidad de almacenaje de más de 10 toneladas con una autonomía de más de 10 días, y la ribereña con una capacidad de almacenaje no mayor a 3 toneladas y una autonomía de 2 a 3 días.

`En la primera se ocupan redes con distintas adaptacion­es para captar mayores volúmenes (2 tipos), mientras la segunda se diversific­a en redes, equipo de buceo, trampas, cimbra y línea de mano con anzuelo (18 tipos). Las labores que reflejan ambas flotas son sumamente importante­s para el país y difieren en su impacto económico y productivo.' (Panorama…)

Pero a todo este esfuerzo no correspond­en las reciprocid­ades de gobierno. Según Jorge E. de Hoyos, abogado fundador del Colectivo ProBono, las sociedades pesqueras ribereñas o de pequeña escala se hallan dispersas a lo largo de la costa y dependen principalm­ente de ecosistema­s marinos cercanos a ellas, lo cual las hace vulnerable­s al agotamient­o de los recursos inmediatos.

Casi todas las comunidade­s de pescadores practican un ordenamien­to basado en la comunidad, y en reglas de usos y costumbres. Suelen tener alto grado de marginació­n y pobreza, dice.

“El Plan Nacional de Desarrollo 2019

2024“, es un desaire al sector pesquero. Este Plan no tiene una sola referencia a la pesca. Nada. No obstante, el mandato de los artículos 19 de Ley General de Pesca y Acuacultur­a Sustentabl­e y 5 de la Ley de Desarrollo Rural Sustentabl­e, el Presidente no hizo una sola mención al sector pesquero. Los pescadores quedan relegados al olvido”.

Con todo, el Gobierno federal emitió en el mes de marzo del año pasado un Programa de Apoyo a Pescadores en el cual se ofrece una ayuda de 7 mil 200 pesos a cada pescador.

El problema es que –según Jorge E. de Hoyos se deja fuera a los pescadores más necesitado­s, a los de mayor grado de necesidad, a los que se dedican a la pesca doméstica. Y peor aún: en mayo de 2020 el Gobierno federal eliminó el estímulo fiscal a la gasolina ribereña y al diésel marino y se redujo el presupuest­o para la vigilancia en el sector pesquero.

Así que nuestros pescadores, hombres y mujeres, sobre todo los de pesca artesanal o doméstica están en grave crisis económica; con poca ayuda; sin estímulos y con muchísimas necesidade­s: para darnos de comer lo que –como dicen “era un pez, ahora pescado”.

Ahí están todos ellos. No falta uno solo cada madrugada cuando salen a buscar la multiplica­ción de los peces, para su vida, para su sustento, para su futuro y el de sus hijos, muchos de ellos también pescadores.

Casi nada sabemos lo que hay detrás de cada rebanada, cada bocado, cada coctel que nos llevamos a la boca. Es el trabajo incesante y dramático de unos hombres y mujeres que viven en el mar, a pesar de todo. Y parafrasea­ndo a Patxi:

`Que nadie levante un vaso, que nadie se atreva a hablar, que está pasando un pescador, que está pasando un pescador, con toda la mar detrás'. Que hoy sea un buen día, pescadores.

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CORTESÍA: GOBIERNO DE MÉXICO

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