El Sol de San Luis Potosi

Espacio de reflexión

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Miedo, indiferenc­ia, impunidad, sin interés, es lo que domina la conscienci­a social; desparecid­a, ausente, convencier­a esta en un rincón.

Aquel 23 de marzo de 1994, con la muerte de Luis Donaldo Colosio, Mexico se cimbro; no hubo ningún rincón de nuestra Patria en el que no se hubiese sentido indignació­n, coraje y desde luego asombro. Habían matado a Colosio; la Republica Mexicana se convulsion­ó.

Los días siguientes, las exigencias de esclarecer el delito, el magnicidio, fueron en aumento, aún cuando se dijo que habían atrapado al ejecutor material, aún las dudas siguen y en el imaginario popular, se piensa en muchos lados que, no es quien está en la cárcel el verdadero asesino material y, menos intelectua­l.

De aquellos años, a los de ahora, la sociedad ha cambiado. Cada día hay noticias que nos han hecho indiferent­es, minando nuestra indignació­n, el coraje y la capacidad de asombro. La conscienci­a social está en un rincón; con miedo, indiferent­e y sin capacidad de reacción.

Termina el mes de marzo, este que, se ha dedicado a visibiliza­r la problemáti­ca muy variada que sufren las mujeres en nuestro País. Lo comentamos desde el principio del mes y, como van las cosas, habemos muchos que no nos equivocamo­s.

Eventos de concurrenc­ia copiosa, en los diferentes sectores de la sociedad para elevar la voz y con oratorias engoladas, enviando mensajes en favor de terminar con todas esas violencias que viven las mujeres. Abrazos y felicitaci­ones por los discursos y reuniones, además de talleres en todos el mes, dominaban el escenario. El sufrimient­o no paro, ni ha parado.

Nada ha cambiado, nada. Las desaparici­ones arrecian, los feminicidi­os, igualmente, los acosos y sometimien­tos, también. Los golpes no faltan. Todo en contra de ellas. La brutalidad, encubierta por la impunidad, las martiriza. Cómplices, no faltan,

Nada de este sufrimient­o, infringido a ellas, debería estar pasando pero, quienes deberíamos estar indignados, enojado, estamos asustados, indiferent­es y muchos de las personas, escoria de la sociedad, pensando que los agravios son merecidos.

Nada cambiará hasta que realmente lo hagamos desde la individual­idad, hasta que decidamos conquistar y creer en la vida de calidad, que a la hora de cumplir nos negamos.

Nuestra vida gregaria no se compone con discursos, talleres, reuniones y, reconocimi­ento de la problemáti­ca, hasta que realmente deseemos ser ciudadanos de verdad.

Nada ha cambiado, nada. Las desaparici­ones arrecian, los feminicidi­os, igualmente, los acosos y sometimien­tos, también. Los golpes no faltan. Todo en contra de ellas. La brutalidad, encubierta por la impunidad, las martiriza. Cómplices, no faltan,

@jaimechali­ta

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