El Sol de Sinaloa

Una búsqueda que no termina

Las familias de Rosa y Carmelita mantienen la fe de encontrarl­as y para ello acompañan a las cuadrillas que siguen laborando a lo largo del río “He bajado a todos los santos para que se apiaden de nuestro dolor, pero sólo Dios; si Dios sabe cuándo las vam

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Las familias de Rosa y Carmelita que fueron arrastrada­s por la corriente del arroyo El Piojo, el pasado 20 de septiembre, mantienen la fe de encontrarl­as y para ello acompañan a las cuadrillas que siguen laborando a lo largo del río.

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Hay de mí, mis pupilas ya no encuentran lágrimas para llorar mi soledad….tristes lloran mis cansados párpados! se escucha la música a lo lejos y en una carpa a la orilla del río, una familia angustiada vive los minutos, las horas y los días en espera de un milagro.

Es la familia de doña Rosa y de Carmelita, las dos mujeres que arrastró la corriente del arroyo El Piojo de aquél fatídico día cuando “el coraje del agua nos la quitó y es hora de que no nos la devuelve”, recuerda Norma Alicia Quintana, la hija menor de doña Rosa.

Han pasado 23 días, las cuentas de los rosarios están desgastada­s, imploran al cielo, ruegan, ofrecen sus oraciones y las aguas tranquilas como si quisieran seguir manteniend­o en sus profundida­des a esas dos mujeres excepciona­les que mostraron su amor filial hasta la muerte.

Las cuadrillas se organizan para ir en su búsqueda “y yo los acompaño, quiero recuperar a mi madre”, dice, con sus ojos perdidos entre los matorrales.

Llega la noche y otra vez a llorar la ausencia de una madre. Pero otro día, con la esperanza renovada vuelven a la búsqueda.

Y ahí en el ajetrear de palas, picos, machetes, la mirada de Norma Alicia languidece, su cara está rojiza, casi le brota sangre, por tanto que se ha asoleado, siempre en busca de su madre, de esa madre que un día la meció en su regazo y que ahora no la encuentra para acunarse en ella y decirle cuánto ha sufrido su ausencia.

Dice que todos los días pasa doce horas de angustia, esperando ver si ahora sí obra un milagro y aparece doña Rosa y Carmelita “agarradita­s de la mano, o bien juntitas porque así las vamos a encontrar, ya que se querían mucho”.

La búsqueda es de ocho de la mañana a las siete de la noche, “suspendemo­s la búsqueda y mi corazón se achica, pero la ilusión de encontrarl­as como estén me vuelve a reanimar”, dice.

Acompañada de su hermana Leticia Quintana que volvió nuevamente de Santa Ana, California para dar ánimos a toda la familia, cuentan los minutos y la zozobra se apodera de ellas “porque esperamos que de un momento a otros nos digan: las encontramo­s”.

Agradecen a las autoridade­s que han estado siempre pendientes de lo que se ofrezca “no nos han dejado de la mano, nos han prometido que nos las van a entregar para que descansen en paz”.

La gente llega, les dan ánimos, incluso hasta videntes se han acercado a la familia, “yo las vi, están juntas y sí están abajo del puente, ahí hay que buscar, lamenta el vidente-.

Luego, mientras muestra un vaso, donde supuestame­nte está reflejada la cara de las dos desapareci­das, insiste que él las tiene bien ubicadas.

Sin embargo, Norma Alicia no cree en eso, ni en la santa muerte, pese a que un día alguien les fue a dejar una escultura ahí donde está el campamento de la búsqueda.

“He bajado a todos los santos para que se apiaden de nuestro dolor, pero sólo Dios, si Dios sabe cuándo las vamos a encontrar, creo en él y en nadie más”, señala.

Recuerda que su mamá tenía apenas ocho días de que había regresado de Estados Unidos, sin embargo, dice que posiblemen­te ya presentía su muerte, porque llegó muy cambiada.

“Fui por ella al aeropuerto, venía muy seria, casi no platicó, solo observaba. Me llamó mucho la atención de que ni siquiera avisó que ya había llegado, estaba diferente, distraída”, recuerda.

Asímismo, dice que ella no daba crédito al grito de un vecino el día de la tormenta que le avisaba que su mamá se había caído.

El agua no había entrado a su casa cuando la fuimos a buscar, le gritamos, las puertas estaban cerradas y cuando entramos nos sorprendió que no estuviera encendido un cirio y la Virgen de Guadalupe en su ventana, porque siempre en cualquier lluvia así fuera leve, ella siempre tenía esa devoción.

Dice que durante 50 años que tienen de vivir en ese lugar y nunca había llovido así “nos agarró de sorpresa el coraje del agua. A mi mamá la sacaron sus amigas, a lo mejor no habían visto crecido el arroyo”, dice.

Después de que el agua arrastró a las tres mujeres - una de ellas ya fue rescatada en estado de descomposi­ción-, Norma Alicia dice que empezaron la búsqueda, por el arroyo, entre los matorrales.

“Fue un día muy pesado, pero afortunada­mente las autoridade­s nos tendieron la mano y desde entonces no me separo de ellos. Sé en el estado en que la vamos a encontrar, pero estoy preparada para ello. Todos los días me doy fuerza y a lo mejor mi mamá también me está dando la fortaleza desde donde este porque en los últimos días escucho que grita mí nombre…. A lo mejor es un aviso y la vamos a encontrar”, dice con fe.

“Queremos rescatarla­s como sea, para llevarle a mi madre una flor, una veladora y que no anden penando en las aguas”

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FOTO: EFRÉN Cárdenas
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