Saludo Pastoral
Hacia el año 304, el emperador romano había prohibido a los cristianos reunirse a celebrar la eucaristía, leer las Escrituras y construir lugares para sus asambleas. El castigo por desobedecer esta orden era la muerte. En Abitene, una pequeña comunidad del norte de África, 49 cristianos fueron sorprendidos celebrando la eucaristía en contra de las órdenes imperiales, por lo que fueron arrestados y llevados ante el procónsul, quien los interrogó: “¿Por qué han desobedecido la orden del emperador?”. Uno de ellos, Emérito, respondió: “Sin el domingo no podemos vivir, sin reunirnos en la asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían fuerzas para afrontar las dificultades cotidianas y no sucumbir”. Después de torturarlos, los 49 mártires fueron asesinados.
Muchos siglos después de los mártires de Abitene, experimentamos hoy un ambiente difícil para quien quiere ser un auténtico cristiano. Existen muchas “ofertas” que prometen la felicidad a bajo costo, y prometen cumplir las más altas aspiraciones de éxito con el mínimo de esfuerzo.
Siempre el “camino amplio” del individualismo, la superficialidad, el poder y el dinero es más atractivo y engañoso que el “camino estrecho” del esfuerzo, el sacrificio, la perseverancia, la solidaridad y el amor (Mt. 7, 13-14).
Las dificultades cotidianas (inseguridad, pobreza, corrupción, conflictos familiares, falta de motivación para vivir, enfermedades, Etc.) nos hacen caminar por la vida “a la defensiva”, o peor aún, “a la ofensiva”. Y cuando viene la desilusión por haber sido engañados por charlatanes que nos vendieron una felicidad “light”, entonces la vida se vuelve gris y demasiado difícil como para vivirla con la cabeza en alto. Y por si fuera poco, nos es difícil (o hasta parece imposible) perdonar, poner la otra mejilla, amar sin esperar recibir nada a cambio.
Es por eso que los cristianos agradecemos a Jesús el cumplir aquella promesa que algún día hiciera: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20) y que lo haga de una forma tan efectiva y real como en el memorial que nos dejó: “Tomen y coman, esto es mi cuerpo” (Mt 26, 26). “Yo soy el pan de vida” (Jn 6, 35). Jesús, cada domingo nos espera en los templos de todo el mundo para alimentar nuestro espíritu con Su Cuerpo y Su Sangre, fortaleciéndonos y llenándonos de energía para poder seguir caminando y luchando llenos de esperanza.
Una montaña es difícil escalarla. Pero lo es mucho más cuando nuestro cuerpo no tiene condición y no está bien nutrido y alimentado.
“Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor”, dice el Salmo 33. “Vengan y lo verán” (Jn 1,39) dice Jesús en el evangelio. Descubramos juntos la gran riqueza que Dios nos prepara cada domingo en el Banquete de la Palabra y de la Eucaristía y reconoceremos muy pronto que, verdaderamente, “sin el domingo no podemos vivir”.