El Sol de Tampico

SALUDO PASTORAL

- MONS. J. ARMANDO ÁLVAREZ CANO

LOS OBISPOS Y SU COMPROMISO POR LA PAZ

Ha sido noticia en nuestro país y en algunas otras partes del mundo la intervenci­ón que han tenido los obispos y sacerdotes del Estado de Guerrero buscando el diálogo entre los cárteles del crimen organizado y lograr un poco de paz en ese estado de la República tan azotado, no sólo por la violencia desbordada, sino la situación dolorosa por el paso del huracán Otis que afectó a varios municipios del estado. Estos obispos no son los únicos ni los primeros que interviene­n de esta manera, muchos otros han levantado la voz denunciand­o esta situación y trabajan por conseguir la pacificaci­ón de los pueblos.

Dice el dicho que “no hay más ciego que el que no quiere ver”, porque esta realidad de violencia que ya viene desde años atrás, se encuentra extendida por varios estados del país, donde los delincuent­es se han adueñado prácticame­nte de la vida de pueblos y ciudades, provocando muertes, dolor y desolación en muchos de ellos. Debemos de tener claro que la vida y la dignidad son el primero y principal derecho de todas las personas y es responsabi­lidad del Estado garantizar la seguridad de todos los ciudadanos. Si no hay seguridad, de nada servirán todos los demás logros que se puedan ofrecer.

Sabemos que la violencia ha alcanzado a toda la iglesia, porque la mayoría de los mexicanos nos profesamos católicos, a la vez ha cobrado la vida de catequista­s y sacerdotes que han sido “levantados”, extorsiona­dos, amenazados y asesinados por el crimen organizado.

Los sacerdotes y los obispos conocemos el dolor y la tristeza de las familias, porque no somos personas ajenas a la vida de nuestros pueblos, sino que vivimos en medio de ellos y vemos en su corazón el dolor de sus pérdidas.

Ante la situación de abandono por parte de las autoridade­s en muchas regiones del país y de políticas erradas que no han podido contener estas olas de terror, los obispos y sacerdotes se han visto en la necesidad de buscar el diálogo entre estos grupos para que cese la violencia, arriesgand­o muchas veces su vida y la de sus feligreses.

Es necesario urgir que se aplique la ley y que se pueda trabajar por reducir la impunidad, la corrupción y la ingobernab­ilidad, que son el caldo de cultivo para que florezcan la violencia y la muerte, evitando que sean otros actores sociales y religiosos los que estén comprometi­endo su vida para buscar la paz.

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