El Sol de Tijuana

CÓMO DIJO

- RICARDO ESPINOSA

El auténtico centauro

Una revolución es una vuelta que alguien o algo se da sobre sí mismo. Si estamos hablando de guerras, una revolución es una guerra interior, una guerra donde los de un país -por ejemplo- se pelean contra otros individuos de su mismo país.

Por eso la Revolución Mexicana se califica así, porque fue una lucha de mexicanos contra mexicanos y si hablamos de la Revolución Mexicana es difícil hacerlo sin mencionar a Pancho Villa, el llamado Centauro del Norte.

El centauro es un animal fabuloso, es decir, que existe sólo en la imaginació­n de algunos y es un ser mitad hombre y mitad caballo y como a Villa poco se le veía andar “a pie”, su figura de jinete se asociaba con la de un centauro, porque parecía que el caballo era parte de él.

Pancho Villa no se llamaba Pancho ni Francisco. Su verdadero nombre era José Doroteo Arango Arámbula y del porqué se lo cambió hay varias versiones.

Una de ellas -de las versiones-,la que me parece más creíble, dice que José Doroteo nació y vivía en un pueblo de Durango, pero un mal día mató a un tipo que había violado a su hermana mayor. Entonces se fugó, se fue a las montañas y allá se unió a una gavilla de asaltantes que encabezaba un sujeto llamado Francisco Villa.

Al morir, habiendo sido herido de gravedad por una bala, entre uno y otro quejido, el Villa original le dijo a José Doroteo: "Quiero que ahora tú te quedes como presidente del Consejo de esta pandilla, ahí te los encargo"; el muchacho aceptó y a petición general de los bandidos que andaban con él, Arango adoptó el nombre del ahora occiso.

Cuando regresó con sus hombres a su pueblo natal supo que lo andaba buscando el cuñado de aquel tipo que él -Arango- había asesinado, así que se vio obligado a “darle chicharrón” también al cuñado del muerto y luego convenció a sus “apóstoles” para que adoptaran una causa noble; la defensa de la clase obrera porque los patrones “se iban al baño” abusando de ellos, situación a la que luchó, por frenar y por derrocar a los grupos que se habían establecid­o como dueños del poder público. En sus andanzas el nuevo Pancho Villa acostumbra­ba hacerse acompañar de periodista­s e intelectua­les. Además le gustaba que lo entrevista­ran para los periódicos y no para la televisión porque todavía no se inventaba.

Otro de los deportes favoritos de Pancho Villa era tener esposas, entre las que se encontraba­n: Luz Corral, Juana Torres, Pilar Escalona, Asunción B., Austrebert­a Rentería, María Amalia Baca, Manuela Casas, Soledad Seáñez Holguín y María Anaya. Esas son algunas de las que se supo, porque de las que no se supo, también había un buen número. Ése era Pancho Villa, el Centauro del Norte, que no se bajaba nunca del caballo y si se me permite la grosería, diré que tampoco de sus mujeres. Nos vemos, hasta la próxima.

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