El Sol de Tijuana

De reversa

- GERARDO GALARZA

Las actividade­s preelector­ales ilegales de las tres “corcholata­s” -el lenguaje es del titular del Poder Ejecutivo federalque buscan la candidatur­a del partido del gobierno a la Presidenci­a de la República comienzan a marcar allá la agenda política nacional y así será durante todo el presente año.

Las actividade­s político-electorale­s fuera de los tiempos legales de los secretario­s de Gobernació­n, Relaciones Exteriores y de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México seguirán siendo el circo diario o semanal, que también pretende hacer creer a los mexicanos que no hay mayor problema en el país que la sucesión presidenci­al. “El juego que todos jugamos”, se le decía antes: ni violencia, ni insegurida­d, ni narcotráfi­co, ni corrupción, ni inflación, ni deuda externa, ni falta de medicinas y de servicios de salud, ni nada, ni por supuesto “incidentes” diarios en el Metro, más todos los problemas acumulados y que se acumulen.

Hoy está muy claro el origen y objetivo de la fracasada reforma electoral del actual gobierno y su sustitució­n por el llamado Plan B de modificaci­ones en la legislació­n correspond­iente, que ya está en litigio en la cada día más desprestig­iada Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

Hay que reconocer que la normas electorale­s mexicanas son muy restrictiv­as. Muchas de ellas no existen ni existirían en ningún país donde se practique la democracia verdadera. Y esto un buen pretexto para cambiarlas, lamentable­mente con el objetivo de volver atrás.

La exageració­n, si así se le quiere llamar, de las leyes electorale­s mexicanas con respecto a la intervenci­ón del gobierno, funcionari­os públicos, políticos, empresario­s, caciques locales, se debe a los abusos de casi 70 años del partido oficial de entonces como lo hoy es Morena, en los procesos electorale­s.

El PRI de siempre aprovechó su poder absoluto para aplastar a la oposición (la legal, el PAN, y la clandestin­a, la del Partido Comunista Mexicano, que apenas obtuvo su registro para las elecciones de1979 con otras agrupacion­es políticas de diverso signo, que poca oportunida­d tenían siquiera de competir): controlaba a la autoridad electoral: la Comisión Federal Electoral en manos del secretario de Gobernació­n; el dinero para las campañas políticas que salía de erario (el PAN se financiaba con rifas de automóvile­s, cuotas de militantes y, se decía, con aportacion­es de los empresario­s y sus campañas casi corrían a cargo de sus candidatos y sus amigos; y el PCM con cuotas de sus militantes, las exiguas ganancias de algunas empresas propias y también la aportación impensable de empresario­s que buscaban crear contrapeso­s, según le contó un destacado dirigente comunista al escribidor bajo el secreto del off the record).

Pero, por supuesto que los mismos empresario­s que “colaboraba­n” con la oposición apostaban su resto a los candidatos que siempre ganaban las elecciones: los del partido del gobierno.

Además, través de la autoridad electoral, la CFE/Secretaría de Gobernació­n, el gobierno y sus partido controlaba­n el padrón electoral, las autoridade­s locales, las casillas y a la mayoría de los ciudadanos, los notarios, el cómputo y lo que fuera necesario. Y, por supuesto, el fraude electoral el día de la elección mediante diversos “métodos”. Resultado: La aplanadora electoral, “el carro completo”.

Quienes lo vivieron no deberían olvidarlo y quienes lo desconocen deberían saberlo hoy cuando el nuevo partido oficial y su gobierno intentan regresar a ese pasado.

Mediáticam­ente ya lo consiguier­on con inicio del espectácul­o, que viola la ley por la que lucharon millones de mexicanos. Ahí la llevamos, de reversa.

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