Taxistas de Cancún y libre competencia
Magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) aprobaron el 11 de enero pasado la entrada en operación de la plataforma de transporte Uber en Quintana Roo. De esta manera la plataforma de taxis por app podría prestar servicio, desde ese momento, al ganar un amparo interpuesto en el que reclamaba no ser un modelo de negocios de transporte como los taxis por lo que no es necesaria una concesión para operar.
Fue una lucha de más de 10 años en las que Uber había intentado entrar a Quintana Roo para prestar su servicio, ante la resistencia de los gremios taxistas de la entidad.
La respuesta de los choferes tradicionales, agrupados en el Sindicato de Taxistas Andrés Quintana Roo ha sido violenta
y disruptiva. Golpes a los choferes, afectaciones a sus autos, bloqueos, sangre a cambio de defender un coto de poder.
Incluso uno de ellos agredió a un conductor que transportaba a una familia de estadounidenses, que se hizo viral en redes sociales. Al respecto, la embajada de Estados Unidos en México emitió una alerta de seguridad y recomendó a sus connacionales tomar medidas de seguridad.
La respuesta de los gobiernos estatal y federal ha sido tibia. Sí de llamado al diálogo, pero en un contexto donde los violentos van ganando y se les deja hacer y pasar, con todo el riesgo que implica para la imagen de ese puerto turístico. En una de sus conferencias mañaneras el Presidente minimizó el asunto y dijo que “se
exageraba” y, como siempre, volteó las cosas hacia la hipótesis de que manos extrañas lo quieren perjudicar a él, a la gobernadora morenista Mara Lezama y a su movimiento político.
Apenas el jueves el síndico del Ayuntamiento de Benito Juárez, Pablo Gutiérrez Fernández, presentó una doble denuncia en contra de los taxistas de Cancún por ataques a las vías de comunicación y actos de violencia en contra de ciudadanos, turistas y policía turística, luego de los bloqueos a la zona hotelera y agresiones que han cometido como parte de sus protestas contra la entrada en operación de la plataforma de transporte Uber.
Esta violencia de taxistas hacia autos y choferes de plataformas no es inédita, la vimos en el aeropuerto de la Ciudad de México, y en varios países del mundo donde la resistencia al cambio tecnológico y generacional es fuerte. Un servicio moderno y seguro es combatido a golpes y patadas por el gremio artesanal anterior, antiguo y obsoleto. Nada que la humanidad no haya visto antes.
Con el tiempo, las tendencias se imponen y los servicios malos y caros se esfuman, pero en lo que se van suele haber violencia, guerra y muertes.
La libertad de competencia debería ser el principio rector en este tipo de dilemas. Que la gente decida qué transporte usar, que servicio tomar, en función de las cualidades que cada quien le encuentre a su preferido. En este caso el problema es que los taxistas tradicionales saben que su servicio
lleva las de perder: como eran monopolio pueden ser todo lo caro que ellos establezcan, circular con unidades en mal estado, sin servicio de tarjeta de crédito pero sin cambio para ofrecer a quien paga en efectivo, sin tecnología GPS para orientarse, inseguros al no contar con mecanismos de control del padrón de los mismos, entre algunos elementos de un largo etcétera.
Una complicación adicional es que, en este caso, los taxistas tradicionales parecen estar al servicio de una gran mafia, ligada a su vez a poderosos cárteles criminales, que no están dispuestos a compartir el negocio, pues es “su” plaza, tanto para vender y traficar con droga, como para transportar turistas.
La viabilidad de Cancún peligra seriamente si se permite que este movimiento se alargue y mate la llegada de turistas, sólo porque a algunos les conviene mantener en la obsolescencia su servicio obsoleto, en detrimento de los usuarios.