El Sol de Tijuana

Fue peor que las bombas en zona rebelde

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DARKUSH. En un hospital del noroeste de Siria, Usama Abdelhamid, herido en el frente, no logra contener las lágrimas: el edificio donde vive con su familia se derrumbó en plena noche.

El país, en guerra desde hace casi 12 años, está dividido en zonas controlada­s por el gobierno y en regiones bajo control de los rebeldes que luchan contra el régimen de Damasco. Estas últimas fueron las más golpeadas por el terremoto.

En la provincia norocciden­tal de Idlib, el último bastión opositor, y en otras partes de la vecina Alepo fuera del control de Damasco, se han contabiliz­ado al menos 700 víctimas mortales y unos 2 mil heridos, según el grupo de rescatista­s Cascos Blancos, que alertan que la zona está prácticame­nte rodeada por fuerzas sirias y rusas que apoyan al presidente Bashar al Asad.

"La situación es muy grave, muchas personas siguen todavía bajo los escombros de edificios", afirma el cirujano Majid Ibrahim.

"Algunos estaban de rodillas rezando, otros lloraban, como si fuera el día del juicio final", añade.

"No sentí nada igual durante estos años de guerra. Esto fue mucho peor que las bombas y las balas".

La oposición siria pidió a las organizaci­ones regionales e internacio­nales que envíen ayuda urgente.

La ONU indicó que el número de sirios que pasan hambre alcanzó un nuevo récord tras 12 años de guerra civil, y advirtió del riesgo de "una nueva ola de emigración masiva".

Según la ONU, más del 90 por ciento de la población vive bajo el umbral de la pobreza desde que en 2011 comenzó el conflicto que mató a medio millón de personas y devastó la infraestru­ctura del país.

El Consejo Noruego de Refugiados, que ayuda a los desplazado­s y refugiados sirios desde hace varios años, advirtió que el terremoto agravará más la crisis de desplazado­s, además de que ocurrió en la peor hora del día (de madrugada) y en la peor época del año (en pleno invierno).

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