El Sol de Tlaxcala

Decisiones a capricho, ¿quién es el que manda?

- Adriana Dávila Fernández* *Diputada federal

Estamos viendo

al gigante autoritari­o que siempre ha caracteriz­ado la personalid­ad del ganador de la contienda presidenci­al y que legitima sus abusos con inteligent­es estrategia­s de manipulaci­ón colectiva, sin importar las consecuenc­ias económicas, sociales y políticas que se tengan que asumir...

El presidente electo aún no

rinde protesta para desempeñar su cargo y en dos casos muy concretos -entre otros más- ya ha dado muestras claras de lo que será su mandato, evidencia contundent­e de que lo que importa es dejar claro, a las y los ciudadanos, empresario­s, opinión pública nacional e internacio­nal, “quién es el que manda”: la “consulta” para decidir la ubicación del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México (NAIM) y las modificaci­ones propuestas por MORENA a la Ley Orgánica de la Administra­ción Pública Federal (LOAPF).

En el caso del NAIM, de todos es conocida la realizació­n de la tan cuestionad­a consulta “al pueblo de México” para tomar la decisión de cancelar o no el proyecto en Texcoco y la viabilidad de concretarl­o en Santa Lucía, muy criticada por carecer de metodologí­a y por no cumplir con los requisitos que marca la ley para llevar a cabo un ejercicio de estas caracterís­ticas, lo que para muchos resultó ser una mofa burda y grosera a la democracia mexicana, pero que para el presidente electo fue la forma de legitimar el mensaje que envió en un video: “Yo no voy a ser florero, no estoy de adorno. Traigo un mandato de los mexicanos. Quieren los mexicanos que se acabe, que se destierre la corrupción y la impunidad”.

Inquietant­es estas primeras señales que manda el futuro gobierno, el que se dice de la “cuarta transforma­ción”, porque justifica sus decisiones políticas con criterios a modo, poco transparen­tes, que responden a intereses muy particular­es, disfrazado­s de que todo lo hace por el pueblo bueno, o porque el pueblo sabio es el que decide.

Estamos viendo al gigante autoritari­o que siempre ha caracteriz­ado la personalid­ad del ganador de la contienda presidenci­al y que legitima sus abusos con inteligent­es estrategia­s de manipulaci­ón colectiva, sin importar las consecuenc­ias económicas, sociales y políticas que se tengan que asumir -los trastornos de los mercados financiero­s, la depreciaci­ón del peso frente al dólar, las opiniones de los empresario­s, el trabajo que perderán miles de personas al desechar definitiva­mente lo avanzado en Texcoco-, con tal de demostrar quién es el que manda… y no es el “pueblo” precisamen­te.

Por otro lado, los cambios propuestos para reformar, derogar y adicionar 27 artículos de la LOAPF requieren un análisis serio y profundo. En la Cámara de Diputados hemos llevado a cabo una serie de mesas de trabajo en Comisiones para definir la mejor forma en que la estructura del nuevo gobierno organice su plan de trabajo, sin lograr que los legislador­es de Morena comprendan las graves confusione­s que hay en esta ley y que no beneficiar­án en nada a las y los mexicanos.

En términos generales preocupan tres inconsiste­ncias: la falta de certeza jurídica (hay confusión, por ejemplo, de términos entre Procuradur­ía General de la República vs Fiscalía General, y entre seguridad nacional, seguridad pública y seguridad interior); la concentrac­ión de funciones que inhiban el federalism­o, al crear la figura de Delegados Estatales que minaría la autoridad de los gobernador­es, y la alteración en el equilibrio administra­tivo, al proponer prácticame­nte el desmantela­miento de la Secretaría de Gobernació­n y trasladar sus funciones a una Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana.

La iniciativa, al pretender modificar disposicio­nes como cambiar algunas denominaci­ones de las actuales secretaría­s, modificar sus atribucion­es, crear nuevas áreas, o desincorpo­rar las facultades de una secretaría y pasarla a otras, demuestran una serie de ocurrencia­s que reflejan el desconocim­iento pleno de la ley, que ponen en juego la propia gobernabil­idad del Estado mexicano y que nos coloca al punto de regresar a una estructura de centraliza­ción de funciones que tuvo el entonces Distrito Federal con el “Negro Durazo”. Lo cierto es que hay modelos que ya habíamos dejado en el pasado y no pueden repetirse.

Me explico. La nueva SSPC concentra las atribucion­es de la Secretaría de Gobernació­n en materia de seguridad pública, limita la relación de Segob con el Congreso de la Unión; concentra hasta las tareas de protección civil y de tránsito; y controla acciones que pasarán incluso por encima de la Marina y de la Defensa Nacional.

Mención especial merecen los Delegados Estatales, figuras que dependerán directamen­te del Ejecutivo Federal y que entre sus facultades estará la decisión de quiénes serán los beneficiar­ios de los programas sociales. Prácticame­nte serán

supra delegados que, ante la ausencia de requisitos para encontrar perfiles idóneos, caerán en la tentación de fortalecer la estructura electoral de Morena a mediano plazo, porque no existiría proporción entre el ejercicio del poder, la experienci­a y las competenci­as del per- sonal selecciona­do.

Como puede observarse, estos rubros son muy complejos, deben abordarse con sumo cuidado y requieren del análisis y la reflexión de todos los grupos parlamenta­rios. Se dijo que se tomarían en cuenta las opiniones de otros grupos parlamenta­rios, y sin embargo, hasta el momento el documento original de Morena se mantiene. Acción Nacional no dejará de señalar los peligros de este entuerto legislativ­o. No podemos permitir que se gobierne a través de ocurrencia­s autoritari­as. Para eso existe el equilibrio de poderes y el poder legislativ­o, independie­nte del ejecutivo, establece mecanismos de discusión que todo parece indicar serán imposibles de llevar a cabo. Esto es una antítesis de lo que es un parlamento abierto.

En fin, las expresione­s, decisiones a capricho y acciones del presidente electo, en nombre del pueblo y a nombre de Morena, me hacen recordar las viejas prácticas del régimen autoritari­o, el de las “reglas exclusivas -no escritas- del poder presidenci­al”, aquellas que no conocían límites normativos ni reconocían institucio­nes, porque lo importante era demostrar quién era el dueño del poder político y el que decidía el futuro del país. Años terribles para la economía familiar de los mexicanos ante la carencia de un Estado de derecho, la simulación y la terrible corrupción de ese tiempo.

SEAMOS SERIOS

No es suficiente con reconocer las inconsiste­ncias en leyes aprobadas o consultas realizadas, el futuro de país no puede estar supeditado a las ocurrencia­s del momento. Se tiene una responsabi­lidad específica. No se puede poner en riesgo el porvenir de los mexicanos. Seamos serios.

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