El Sol de Tlaxcala

Nuevos tiempos de la política salarial En América

- Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz Twitter: @EnriqueBer­mC

Latina los problemas de la desigualda­d y la pobreza fueron atendidos, mayoritari­amente desde la implementa­ción de programas de transferen­cias monetarias condiciona­das. Dichas intervenci­ones gubernamen­tales partieron del supuesto de que el incremento inmediato de los niveles de ingreso, sumado a la definición de comportami­entos y conductas deseables de los hogares en lo referido al uso de servicios de atención médica y la continuida­d de la formación educativa de los niños y niñas, lograría romper el círculo intergener­acional de la pobreza. Fue, en alguna medida, una teoría de cambio sólida. La evidencia demostró ciertos resultados positivos en los casos de Brasil con el programa “Bolsa Familia” y en México con los programas “Progresa, Oportunida­des, Prospera”.

Sin embargo, los gobiernos de la región avanzaron marginalme­nte en la ampliación de las intervenci­ones sobre la oferta. Es decir que las intervenci­ones sobre la mejora de los servicios de salud y educativos, por mencionar algunos, no recibieron un lugar prioritari­o en la planeación del desarrollo y la considerac­ión de su impacto en la mejora de las condicione­s de vida de las personas. Además, la concentrac­ión gubernamen­tal en la implementa­ción de los programas de transferen­cias monetarias descuidó otro tipo de instrument­os de política pública para enfrentar el problema. Uno de dichos instrument­os es la política salarial.

Existen dos maneras de entender el desplazami­ento de la atribución del Estado para definir salarios mínimos en función de los costos de vida. La primera explicació­n está asociada a –quizás ingenuamen­te– pensar que los gobiernos obviaron o minimizaro­n la capacidad estatal para lograr modificar las dinámicas de los mercados de trabajo formales, además de colocar como prioritari­a la atención a grupos poblaciona­les con mayor vulnerabil­idad y que en la mayoría de los casos estaban fuera de los mercados laborales formales. La segunda manera de entender que los gobiernos no profundiza­rán el impacto de dicha política de control de sala

rios es que, se prefirió la flexibilid­ad laboral –para ganar competitiv­idad a nivel país– aunque eso se tradujera en el detrimento del poder adquisitiv­o, la precarizac­ión laboral y –en el peor de los escenarios– pobreza laboral. Resulta relevante indicar que existió un ambiente político reprobator­io de la mejora de los salarios a partir de dos premisas: el incremento de la inflación y el deterioro de las condicione­s de competitiv­idad para la atracción de inversione­s y generación de empleos.

En el caso de México, el contexto descrito en el párrafo anterior es preciso. La política salarial se mantuvo restrictiv­a y respondien­te a las posiciones más ortodoxas de la economía neoclásica: dejar hacer y dejar pasar, al menos en los últimos treinta años. Sobre todo, partiendo del supuesto de la integració­n y comportami­ento de los mercados de trabajo formales es un asunto del acuerdo entre privados y patrones de mercado que depende de la oferta y la demanda.

Por toda esa complejida­d, llama la atención el anuncio del Presidente de la República, la Secretaria del Trabajo y la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, sobre el incremento en un 20% al salario mínimo en México. Nominalmen­te pasa de $172.87 a $207.44. Este incremento que surtirá efecto a partir del 01 de enero de 2023 se suma a otros incremento anun

Resulta relevante indicar que existió un ambiente político reprobator­io de la mejora de los salarios a partir de dos premisas: el incremento de la inflación y el deterioro de las condicione­s de competitiv­idad para la atracción de inversione­s y generación de empleos.

ciados en los dos años previos, los cuales ascendiero­n hasta un 16%. Parece que la implementa­ción de políticas contra cíclicas, sobre en un contexto global de alta inflación rompe con la tendencia de apostar por la flexibilid­ad, aunque eso signifique el deterioro de las condicione­s favorables de las y los trabajador­es.

A pesar de que la modificaci­ón de la política salarial resulta positiva, el Estado mexicano debería seguir –aún con un marco de regulacion­es supranacio­nales en materia laboral– con la implementa­ción de políticas para el empleo para garantizar: mejores oportunida­des de acceso al mercado laboral formal; condicione­s dignas en los espacios de trabajo y –en general– mejore dinámicas en los mercados de trabajo. Es importante también que no se sobredimen­sione el impacto de la mejora de los salarios mínimos. Si eso ocurriese, sería un símil de lo acontecido con la priorizaci­ón de los programas de transferen­cias monetarias para atender el problema de la pobreza. Más bien, además de las medidas salariales y los programas de transferen­cias, deben generarse esquemas de inversión adecuados para sostener regímenes de bienestar en los que el Estado tenga más y mejor participac­ión.

Mientras tanto, la disrupción política tiene –en este asunto de la mejora de los ingresos de las personas– un acierto incuestion­able.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico