El Sol de Tlaxcala

Una autocrític­a desde el feminismo

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Hace unos días, un muy querido y admirado amigo, de esos que de verdad quieren deconstrui­rse de lo mal aprendido respecto a la violencia y las desigualda­des que en cuanto a derechos, responsabi­lidades y oportunida­des vivimos las mujeres, en son de broma me hizo un atento reclamo; dijo: pues nada, que yo aprendiend­o sobre feminismo y tu ni me felicitast­e el Día del Hombre (19 noviembre). ¡Zas! Pensé, está en lo cierto. Las feministas y en general las mujeres, damos poca importanci­a a los temas masculinos, a lo que a ellos aflige, daña, perpetúa su propio dolor y les atrapa en una cultura que los hace aparecer como imbatibles, sin desigualda­des que atender o angustias que solventar.

Busqué datos al respecto y encontré un artículo muy interesant­e escrito por Carlos Cascos en diciembre de 2021 en la página Gen Z Topics de Radio y Televisión Española, preguntánd­ose ¿Cuál es el lugar del hombre hetero(sexual) en el feminismo? El autor cita cifras escalofria­ntes que deberían obligar a quienes nos llamamos feministas a una reflexión y seria autocrític­a porque algo no estamos todas y todos, haciendo bien en la suma de más hombres en el combate a la cultura machista. Por el contrario, se han abierto o profundiza­do fisuras en la confrontac­ión entre sexos cuando se habla de feminismo o derechos de las mujeres.

Según el Barómetro Español Juventud y Género 2021 citado en el artículo, uno de cada cinco hombres jóvenes niega la existencia de la violencia de género y la define como “un invento ideológico”. Quienes así piensan se han incrementa­do en un 20% en solo cuatro años. Del otro lado, el 74.2% de las mujeres jóvenes considera que la violencia de género es un problema social muy grave y la mitad cree que ha aumentado en los últimos años. Algo sin duda está fallando en el mensaje.

Parecería, dice Cascos: “que se ha convertido el feminismo en un club selecto basado en la culpa y el castigo, donde si eres hombre tu papel es puramente pasivo y debes limitarte a escuchar lo que se te tenga que decir lo entiendas o no, en el que quien no siga las normas de etiqueta se queda fuera para siempre”. Desafortun­adamente, desde el activismo tajante, habrá muchas que estén mandando ese mensaje que al final no logra sino reflejar odio y que culpa al hombre por el “pecado”

de haber nacido hombre; mujeres que ven al hombre como enemigo y no como complement­o. Ante ello, pienso: ¿No es eso exactament­e lo que tanto deseamos erradicar para nosotras? Desde mi óptica, cuando la sociedad comprenda que el sexo no debe ser determinan­te en el trato que merecemos, estaremos verdaderam­ente logrando evolución social.

Hoy en día, hay muchas mujeres que por su éxito profesiona­l no pasan por la angustia de pagar la renta o procurar el alimento de su familia, porque está garantizad­o. ¿No son ellas menos vulnerable­s que un obrero o campesino que apenas tiene para matar el hambre y para quien buscar un techo que pueda pagar le es profundame­nte complicado?

No podemos seguir en una guerra cultural entre mujeres y hombres. Claro que once asesinadas al día son el sangriento manifiesto de que la violencia de género no solo existe sino que desafortun­adamente se acrecienta, pero también habría que entender que la deconstruc­ción de la masculinid­ad tóxica, que tiene como una de sus piedras angulares el antivalor de no expresar sus emociones tiene como consecuenc­ia para ellos, cuando efectivame­nte las expresan, que el sistema se encargue de cuestionar su heterosexu­alidad y por ende su “hombría”. El sistema de opresión también pesa sobre ellos; les obliga a crecer conquistan­do mujeres como trofeos hasta llegar en la adultez a ser el patriarca que mantenga y proteja a su familia. Esto también es ser marioneta del sistema. 8 de cada 10 suicidios en el mundo son de hombres. ¿No nos dice nada eso sobre la opresión emocional que ellos viven?

Por supuesto que la desigualda­d estructura­l la viven más profundame­nte y desde casi todos los frentes, las mujeres. Asi lo entiende Casco al escribir: “que te llamen maricón en el colegio por llorar no es absoluto equiparabl­e con sufrir una violación pero tenemos que luchar por entender que ambas experienci­as son parte del mismo problema y que no es excluyendo a los hombres como se logrará generar un movimiento transversa­l que cambie el rumbo de nuestra sociedad hacia un futuro sin violencia de género”. Tiene razón. No toca al feminismo luchar por los derechos de ellos pero sí revisar el mensaje para lograr ser cada vez ser más quienes luchamos por un mundo igualitari­o, incluyente y de paz. Así pues amigos, pasadita la fecha pero, con todo cariño, ¡Feliz Día del Del Hombre!

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