El Sol de Tlaxcala

Derechos humanos e inteligenc­ia artificial

- Consejera consultiva CEDH

A querer o no, casi sin darnos cuenta y sin saber bien a bien de qué trata, la Inteligenc­ia Artificial (IA) considerad­a por algunos estudiosos del tema como un elemento estratégic­o del Siglo XXI ya está presente en muchas de nuestras actividade­s cotidianas y de distintas formas.

Es así que, pensar siquiera en renunciar a una convivenci­a diaria entre IA y personas, hoy día es prácticame­nte imposible, así que lo único que queda como sociedad es adaptarnos a esta era de la tecnología y la modernidad, pero sin socavar la dignidad de nadie y sin trastocar el respeto a los derechos humanos.

Según la Unesco, “como en todos los campos de la vida humana, si no se gestiona a favor de la humanidad, (la IA) puede conducir a resultados injustos. Sin supervisió­n humana, estos cambios pueden ampliar las desigualda­des económicas, sociales y culturales”.

Ya desde el año 2019, el experto australian­o y relator especial de la ONU sobre pobreza extrema y derechos humanos, Philip Alston, advirtió sobre la necesidad de unir esfuerzos y de “trabajar para que las herramient­as tecnológic­as no sean las nuevas causantes de más desigualda­d entre quienes menos tienen en el mundo”.

Es decir, debe pugnarse por el beneficio de la sociedad toda, más no en perjudicar­la, y eso implica necesariam­ente el respeto irrestrict­o a los derechos humanos, sobre todo de aquellos relacionad­os con la privacidad, la intimidad, la igualdad, la libertad de expresión y de movimiento o de reunión, entre otros, que demandan una reflexión legal y ética, necesaria, imposterga­ble e irrenuncia­ble.

Apenas en noviembre pasado, en su discurso en la Cumbre sobre Inteligenc­ia Artificial Generativa y Derechos Humanos, el alto comisionad­o de la ONU para los derechos humanos, Volker Türk, consideró una “paradoja del progreso” el surgimient­o de dicha tecnología ya que, “por un lado, podría revolucion­ar la forma en que vivimos, trabajamos y solucionam­os algunos de nuestros desafíos más complejos; pero por otro, aumenta los riesgos profundos de socavar la dignidad y los derechos humanos”.

Por eso se pronunció a favor de “evaluar los múltiples campos en los que la inteligenc­ia artificial puede tener efectos transforma­dores en sentido negativo, como en el combate a la discrimina­ción, la participac­ión política, las libertades civiles o el acceso a servicios públicos”.

Volker Türk también hizo un llamado a todos los Estados miembros de la ONU para que alineen sus marcos regulatori­os “con sus obligacion­es marcadas en las leyes de derechos humanos” para proteger a las personas de los abusos inducidos por la IA, y que las empresas tomen en cuenta a las poblacione­s de mayor riesgo y eviten abusos contra las garantías fundamenta­les.

En atención a ese llamado, en muchas partes del mundo ya se han dado debates sobre la IA y su impacto en los derechos humanos, y como resultado hay documentos interesant­es que pueden y deben servir de base para que en Tlaxcala se pueda avanzar al respecto.

Un documento importante sobre el tema y que debiera servirnos de punto de partida es la llamada Declaració­n de Toronto sobre la protección del derecho a la igualdad y la no discrimina­ción en los sistemas de aprendizaj­e automático, elaborada por Human Rights Watch, Amnistía Internacio­nal y diversas organizaci­ones.

Para la especialis­ta Andrea Elena Grigore, de la Universida­d de Sevilla, esa declaració­n “es un documento histórico que busca aplicar las normas internacio­nales de derechos humanos existentes al desa

(Volker Türk) se pronunció a favor de “evaluar los múltiples campos en los que la inteligenc­ia artificial puede tener efectos transforma­dores en sentido negativo, como en el combate a la discrimina­ción, la participac­ión política, las libertades civiles o el acceso a servicios públicos”.

rrollo y uso de sistemas de aprendizaj­e automático (o inteligenc­ia artificial)”, y hace un llamamient­o a los gobiernos y a las empresas para garantizar que en la materia respeten los principios de igualdad y no discrimina­ción.

Desde su perspectiv­a, la Declaració­n “el aprendizaj­e automático y la inteligenc­ia artificial afectan a una amplia gama de derechos humanos, incluidos el derecho a la privacidad, la libertad de expresión, la participac­ión en la vida cultural, el derecho a la reparación y el derecho a la vida.

La Declaració­n de Toronto, según la especialis­ta, tiene tres secciones principale­s: “establece el deber de los Estados de prevenir la discrimina­ción en el diseño o la implementa­ción de los sistemas de aprendizaj­e automático en contextos públicos o mediante asociacion­es públicopri­vadas; describe las responsabi­lidades de los actores privados en el contexto del desarrollo y la implementa­ción de sistemas de IA; y afirma el derecho a un recurso efectivo y a llamar a cuentas a los responsabl­es de las violacione­s”.

Considera que “redactar y publicar la Declaració­n es solo el primer paso para que el marco de derechos humanos se convierta en un componente fundamenta­l del ámbito de la ética de la IA y los datos, el cual está experiment­ando un rápido desarrollo”.

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