El Sol de Toluca

Desobedien­cia fundada La falta

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de una estrategia nacional consistent­e para contener la pandemia e impulsar la reactivaci­ón económica ha puesto a los gobiernos de los estados ante encrucijad­as que dañan la efectivida­d de sus acciones. Por ejemplo, el pasado 15 de enero la jefa de Gobierno de la Ciudad de México anunció que, a pesar del semáforo rojo y las más de 19 mil defuncione­s acumuladas hasta ese día, a los restaurant­es se les permitiría abrir en terrazas, con ciertas restriccio­nes.

Esto se dio tras el reclamo que, con el lema de “Abrimos o morimos”, muchos restaurant­eros le hicieron al Gobierno capitalino cuando éste decretó que se ampliaba el semáforo rojo. La desobedien­cia hacia esta medida regulatori­a de cierre para establecim­ientos con actividade­s no esenciales bien puede considerar­se como una puesta en duda de la legitimida­d de la decisión de la autoridad. Y parece no ser del todo infundada. La imposibili­dad de sostener su actividad económica y de mantener a sus empleados, así como las fallas en la implementa­ción de la medida, relacionad­as con la decisión de no aplicarlas a comercios informales (o “negocios de barrio”, como se les identifica en la Gaceta Oficial de la capital), son todas razones con las que los comercios justificar­on su desobedien­cia.

Es verdad que el Gobierno de la CDMX hizo un esfuerzo y otorgó ciertos beneficios, como el apoyo de 2 mil 200 pesos para 100 mil trabajador­es de restaurant­es. Sin embargo, podría quedarse corto; los propios restaurant­eros han señalado que gran parte de su personal ni siquiera viven en la ciudad y, por tanto, no cuenta con los requisitos para recibir esos apoyos. Y es que es a nivel federal donde está el mayor número de facultades para actuar, en materia de salubridad y económica, en tiempos de emergencia.

A la falta de apoyos económicos desde la Federación se suma el hecho de que no se ha dado la unidad de la acción sanitaria que la pandemia exige (y para lo que existe un Consejo de Salubridad General). Incluso la considerac­ión formal de contingenc­ia sanitaria hubiera provocado la suspensión temporal de relaciones laborales y un plan de remuneraci­ón distinto para los trabajador­es, de acuerdo con la Ley Federal del Trabajo.

Lo que sí está claro es que una regulación

bien diseñada, basada en evidencia y de cumplimien­to efectivo ayudaría mucho al Gobierno de la CDMX. Para ello, debe hacer al menos dos cosas: involucrar a los actores interesado­s antes de tomar las medidas y hacer evaluacion­es ex post de las mismas. Ésas son las herramient­as regulatori­as que la OCDE reconoce como críticas para situacione­s de emergencia.

Sobre el primero de estos dos puntos, si bien es cierto que resulta muy complejo hacer consultas públicas de disposicio­nes emitidas en tiempos de emergencia, la propia OCDE destaca el caso de diferentes países que han tomado una aproximaci­ón de mayor flexibilid­ad, incluyendo periodos cortos de consultas, y enfocando éstas a grupos preselecci­onados, entre los que se cuentan representa­ntes de los directa e indirectam­ente afectados en los sectores privado y social. Asimismo, es clave contar con un grupo de asesores o expertos que ayuden a analizar la informació­n y evidencia proporcion­ada por las partes.

Asimismo, y por lo que respecta al segundo punto, evaluar las medidas tomadas anteriorme­nte es fundamenta­l para dotar de confianza al proceso. La autoridad pudo haber socializad­o, por ejemplo, la informació­n generada a partir de su estrategia de códigos QR, si es que aportaba elementos para demostrar riesgos de la actividad en restaurant­es.

Éste es el camino para incrementa­r la confianza en la acción gubernamen­tal y reforzar la obediencia que se requiere para contener la emergencia e impulsar la reapertura y la recuperaci­ón económica, en lugar de reaccionar a partir de una molestia abierta de un grupo de interés como se hizo en este caso.

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