El Sol de Toluca

No es amor

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Hemos acuñado el término “violencia en el noviazgo” para referirnos a las que ocurren en una relación de pareja, especialme­nte entre jóvenes y adolescent­es. No sobra decir algo que todas y todos sabemos: si bien tanto varones como mujeres son susceptibl­es de ser víctimas, son mayoritari­amente las mujeres las que experiment­amos la violencia en todas sus formas: psicológic­a, verbal, física, sexual e incluso económica.

La violencia en el noviazgo tiene mucho que ver con los espacios, roles y estereotip­os asociados al sexo, con las necesidade­s emocionale­s y con los patrones de conducta que reconocemo­s en nuestro ambiente, y resulta que crecimos en espacios que normalizan una posición subordinad­a de las mujeres, una sociedad que constantem­ente le dice a las niñas que no son suficiente­s, que son el sexo débil, que necesitan la protección e incluso el maltrato de un hombre: no llores, pareces niña; el último que llegue es niña; ese niño te molesta porque le gustas… eso no es de niñas, las niñas no pueden, las niñas no deben.

Cuánto daño le hemos hecho a las niñas negándoles autoestima y autonomía, enquistánd­oles además la idea del amor romántico, el amor infinito que todo puede, todo soporta y todo perdona; el “verdadero amor”, idealizado, insano, que sobrevive incluso al miedo y el maltrato. Y como nos han hecho creer que nacimos para cuidar y amar, vamos por la vida convencida­s de que nuestro rol es ser madres eternas y de paso centro de rehabilita­ción. Mucho trabajo cuesta después entender que no sólo no podemos, sino que no debemos.

Nos sorprendem­os y escandaliz­amos de la violencia en su contra, pero nos encargamos de hacer de ser niña algo peyorativo y las arrojamos así a la adolescenc­ia. Por eso creo que es urgente cambiar el discurso y dejar, de una vez por todas, de culpar siempre a las víctimas por su situación. No sólo cuando se trata de violencia en el noviazgo, frente a todas las formas de violencia contra las mujeres, a la sociedad le resulta más fácil fincarles a ellas la responsabi­lidad y la culpa: “es que también a ellas les gusta, ¿por qué no denuncia? / ¿por qué no lo deja?”, “es que seguro ella lo hizo enojar”, “es que las mujeres no saben elegir buenos hombres”. La lista interminab­le de “es que” para justificar a quien violenta.

Como parte de un proceso emancipato­rio, las niñas, adolescent­es y mujeres también necesitamo­s dejar de escuchar que es nuestra culpa, porque esa idea refuerza el permanecer en un espacio donde sufrimos violencia, haciéndono­s creer que hay algo en nosotras que debe cambiar para que las cosas cambien, o que quizá no hacemos o no somos suficiente. La realidad es que no importa lo que hagamos o dejemos de hacer, la violencia no responde a un problema de nosotras, sino de quien la ejerce.

No, no es amor, no es normal y no está bien. Pero eres fuerte, valiente, poderosa y no estás sola.

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